Las maldiciones del creador.
El lienzo en blanco, principio de los tormentos.
Entretejer palabras malditas,
ya pronunciadas por otros,
pensadas por mentes ajenas,
ya vividas, sin oxígeno.
¿Cuál es el motivo por el que la frescura no entra por la ventana?
¿Por qué razón pasa del largo?
El ruido enturbia los sentidos.
La pegajosa sinrazón de una vida enlatada.
Una producción en serie que limita los instintos.
El alma creadora muere entre las fronteras marcadas,
a la voz de los pasos estipulados.
Bendita quietud que permite apreciar el más sutil de los detalles.
Bendita calma que nos concede
el placer de disfrutar de la caricia del estímulo,
de la sublime visión,
de la partitura escondida en la vibración de todas las cosas.
Bendita placidez condenada a morir.
Rio enmarañado. Mundano.
De seres que caminan en un solo sentido.
De orilla a orilla se ven los sumisos de miradas sin preguntas.
Custodiados por Caronte y sus secuaces,
el precio de la travesía siempre será inasequible.
Estrellas fugaces cruzan el abundante caudal.
En contrasentido, una, entre un millón.
Al calor de una vela recuerdo los siglos pasados con nostalgia.
Amalgama de inquietudes que gritan.
Sensación inapelable del tiempo perdido.
Metáforas a medida para una vida anodina.
Viviendo según la mirada de otro,
cegados por reglas absurdas,
las obras serán siempre meros títeres
acomplejados del arte abstracto.
Habiendo vivido, sentido y creado.
Habiendo vibrado de placer intenso.
La visión del resultado del alma,
palidece entre la emoción y el pensamiento
que nunca llega a entenderse.
Toda una vida para llegar a comprender…
Soy una larga vía férrea,
construida mucho antes de ser recorrida
por el tren que surcará mis caminos,
mis historias, mis amaneceres.
Manido. Trillado. Vulgar. Carente de originalidad....
¿Quién decide por mí lo que soy?