martes. 23.04.2024
CON LA VIDA POR DELANTE

Viajeros on the Road II

Pepa ya tenía una edad. La justa como para saber que el mundo era un lugar peligroso. Ella venía de la postguerra, de la cartilla de racionamiento, del estraperlo, del pillaje para sobrevivir. Pepa era una superviviente. Había salido con apenas unos rasguños de una infancia con escasa esperanza de vida, de un matrimonio concertado donde la felicidad no entraba en el contrato, de una vida de trabajo de mula. 

Coleccionista. Ilustración de Raquel Díaz Reguera
Coleccionista. Ilustración de Raquel Díaz Reguera

Pepa era desconfiada. Estaba convencida de que esta característica le había salvado de muchos momentos complicados. Era genio y figura. Con los años se construyó así misma. Era una mujer que amaneció en este mundo con la mirada a ras del suelo y que supo, con los años, levantar tanto la cabeza que no había quien alzase su voz por encima de la suya.

Julia, su nieta favorita, era un calco de ella. La mirada y se veía a sí misma con unos años menos. Se sentía obligada a pasar el testigo, transmitir sus enseñanzas, confiar el secreto de su supervivencia a su imagen y semejanza. Pero Julia poseía lo que ella jamás sentiría. La valentía de vivir sin ir constantemente de puntillas. Pepa siempre estaba alerta, tensa, al acecho. En cambio, Julia, se relajaba lo suficiente como para saborear con detenimiento el presente.

El destino caprichoso hizo de la vida de Julia una maleta constante y de la de Pepa una aventura inesperada.

Los viajes de Julia se convirtieron en un punto de encuentro. La joven comenzó a acompañarse de una vieja libreta que le regalaron en algún cumpleaños. La encontró en una caja de cartón, entre libros y recuerdos que pensaba haber olvidado. Entonces no supo qué hacer con ella, pero, como para todo, era cuestión de tiempo. La libreta comenzó a llenarse de vida, de recuerdos ajenos, de costumbres de otras tierras. Aquella historia tenía un nombre; VIAJEROS ON THE ROAD.

Pepa encontró la libreta una tarde de verano sin ningún ápice de casualidad. Julia pasaba unos días de vacaciones con la abuela. Como siempre había hecho. Pepa, en su habitual sentido del orden y curiosidad, examinaba cualquier objeto extraño que entrase en su cuadriculado universo. La libreta azul con mariposas de colores representaba un suculento manjar que devoraría con fruición.

Sabía que no era una libreta cualquiera. Era el cuaderno de bitácora de una vida que desaprobaba con tanta energía que haría lo que fuese para parar aquella locura. Su conciencia le decía que el fin justificaba los medios. Tomaría las privadas páginas de la vida de su nieta para salvarla de un mal mayor.

Julia no estaba, había salido para darse un baño en la piscina del barrio. Pepa abrió la libreta sin cerrojo y comenzó a leer.

Viajeros on the road

Reconozco que tuve miedo al principio. Este invento de compartir viaje con desconocidos se ha convertido en algo más que un descanso para el bolsillo. La duda siempre estará ahí. Es un riesgo, sí. Pero no mayor que el simple hecho de salir a la calle.

Llevo un mes trabajando en una empresa que me obliga a viajar constantemente. Ya ni siquiera me apetece deshacer la maleta, ¿para qué?, no paso más de tres días en un mismo sitio.

Es tanto lo que he vivido en este corto espacio de tiempo que he sentido la necesidad de hacer algo a lo que no estoy acostumbrada. Escribir la experiencia de mi vida. No quiero que el tiempo y la memoria caprichosa me haga olvidar o cambiar mi versión de los hechos.

Marcos fue mi primer viajero on the road, un joven de ojos vivos con acento mexicano. Los primeros minutos fueron angustiosos. Yo, neurótica perdida, solo podía oír las advertencias de mi abuela Pepa sobre ese mundo hostil en el que no había que bajar la guardia. Afortunadamente, Marcos, era un experto en el arte de la conversación y pronto hizo que me relajase de tal manera que cuando llegamos a Manzanares, una hora y media después, parecíamos amigos de toda la vida. Un cachito de Houston con procedencia de México se quedó impregnado en aquel Volkswagen new beetle de segunda mano azul que me acompaña a todas partes…

La puerta de la entrada se abrió sonoramente. Julia había vuelto de su baño. Pepa se quedó con ganas de más. Afortunadamente, la libreta no era escurridiza, no tenía la intención de esconderse. Julia estaría allí un par de semanas, además, siempre volvería a la casa de la abuela a la que tanto quería.

 

P.D: Arantxa, espero que te guste. 

Viajeros on the Road II