martes. 16.04.2024

¿Hacia falta el 155?

Hace unos días me hacía esta pregunta un amigo. Yo le contesté con otra pregunta: La deriva que se está produciendo en Cataluña, ¿quieres que la situemos en los dos últimos meses, o que la situemos en los diez últimos años? Porque la contestación es distinta en un caso o en otro. No es lo mismo lo que se ha producido a partir del 6 de septiembre pasado, que la situación a la que hemos llegado como consecuencia de todo lo acontecido desde que el Estatuto de Cataluña fuese aprobado por el Parlament, por las Cortes Generales, y refrendado por los ciudadanos de Cataluña el 18 de junio de 2006.

En el primer caso mi contestación es: Sí. Es más, creo que el 155 llega tarde; debió aplicarse en el mismo momento en que se produjo el atropello en el Parlament. Porque eso fue un atropello que no se debió consentir ni 24 horas. Dice Rajoy que no se hizo por prudencia. Mentira. No se hizo por su táctica de esperar a que los problemas se pasen. Fue un error de cálculo porque debió suponer que quienes eran capaces de cometer ese atropello podrían ser capaces de todo, como así está siendo.

Entonces la aplicación del 155 hubiese sido más fácil de explicar y más eficaz en sus resultados. No se hubiese dado lugar a todo lo que ha ocurrido en este mes y medio. Hubiese sido más fácil el relato de respeto a los que quieren ser independientes, pero que no tienen derecho a imponer sus sentimientos a todos los demás en Cataluña, y mucho menos en toda España. Se hubiese evitado el deterioro político, social y económico que se ha producido, y que será muy difícil de solventar.

Pero otra cosa muy distinta es si analizamos el comportamiento de unos y otros desde 2006. Alimentando el enfrentamiento porque se ganaban votos. Echando leña al fuego desde un lado y desde el otro, con fines espurios. Creando problemas para esconder políticas desafortunadas, y corrupciones a tutiplén. Y lo peor de todo: sin la más mínima intención de hacer algo por mejorar la convivencia; sin hacer nada por mejorar el encaje de “regiones y nacionalidades”. Y así, hoy, nos encontramos con algo que yo no llamaría problema catalán; quizá sería más ajustado llamar problema de actualizar el modelo de Estado, de reajustar la descentralización. Y eso no se soluciona, ni con la independencia, ni con el 155. Se empeora.

¿Hacia falta el 155?