martes. 16.04.2024

La República Romana como obra maestra

     La República Romana, nacida en una pólis de 40.000 habitantes – de los cuales sólo 9.000 componían el cuerpo de ciudadanos -, producto más de una rebelión palaciega que de una sublevación popular, ha sido el sistema de libertad política que más mecanismos de contrapeso estableció para evitar los excesos y fortalecer la moderación. No sólo dividió los poderes del Estado, sino que también dividió a cada ciudadano singular en funciones públicas distintas. Su censo definía a todos los ciudadanos varones mayores de edad al asignarlos a cada uno de ellos a cuatro ámbitos diferentes: la tribu, la clase, la centuria y la curia. Su pertenencia a una tribu en función del lugar de su residencia – tenían las tribus los nombres de las viejas familias patricias en homenaje a ellas, algunas de las cuales eran sólo un recuerdo leve de su antigua gloria olvidada – les permitía poder participar en los comitia tributa, que eran la fuente del poder legislativo romano. La clase definía al ciudadanos por su contribución al fisco, y dependía de su riqueza agrícola valorada en la doble perspectiva de dinero ( asses o libras de bronce ) y extensión de las propiedades agrícolas ( yugadas ). No eran miembros de la clase los individuos, sino las familias dirigidas por el pater familias. El origen del vocablo “classis” es de origen militar. El término, derivado de “calâre” ( llamar, convocar ) significaba “el pueblo llamado a las armas”; es decir, el ejército. Populus ( palabra de origen etrusco ) también significa eso. La pertenencia a una clase adjudicaba a los ciudadanos dos tipos de obligaciones cívicas: como contribuyente y como soldado. Se pertenecía a una centuria en función de la clase, y la centuria te daba el derecho de participar en la elección del poder ejecutivo, del “cursus honorum”. Finalmente se tenía que pertenecer a una curia en relación a la filiación gentilicia; esto es, todo ciudadano romano pertenecía a una determinada curia desde la monarquía en virtud de haber nacido en el seno de una determinada gens, explícita en el nomen gentilicium de cada romano. Los comitia curiata sancionaban desde una tradición santa las decisiones de los comitia tributa, los comitia centuriata y hasta los concilia plebis.

    En conclusión, el ciudadano romano estaba definido por una tupida urdimbre de derechos y responsabilidades que se movían en diferentes ámbitos públicos y que le colocaban en una situación, en un rizoma, desde el que defender la libertad común republicana, ser objeto de derechos y ser él mismo partícula del Estado Romano, S.P.Q.R.

    Otra red importante en la que encajar a cada civis a lo largo de su vida era aquella que constituían las edades y sus deberes propios. Existía el mismo número de centurias ( esto es, de votos ) de jóvenes ( de 46 años o menos) que de mayores ( de más de 46 años ). Dada la demografía de aquella época, es evidente que las centurias de los más viejos tendrían menor número de participantes que las de los más jóvenes, mucho más nutridas, en una relación de tres jóvenes por cada viejo. Ello significaba que en la República Romana los votos de los ciudadanos libres de mayor edad valían tres veces más que los de los más jóvenes. El objetivo era claro: evitar las novedades y subrayar el peso de la tradición; con lo que se conseguía le equilibrio y la moderación.

    Por otro lado, la constante movilidad interna entre las tribus o entre las centurias y las curias podía resolverse mediante los ajustes realizados en el censo cada cinco años y, además, el sistema podía adaptarse a la entrada de nuevos ciudadanos en cualquiera de las tribus ya existentes, así como a los sucesivos aumentos del número de tribus ( hasta 35 ). Por ello el censo se concluía mediante una purificación ritual del colectivo de ciudadanos recién constituido, que se llamaba lustrum. Roma renacía cada vez que “lustrum condebat.”

    En la Constitución de la República Romana el ejército no necesitaba del golpe de Estado para tomar el poder, porque era el mismo ejército ( los comitia centuriata ) quien elegía el poder político y sus generales. Lo mismo ocurría en la Constitución de Atenas de Clístenes, cuando los ciudadanos/soldados mediante el voto (psêphon) elegían cada año la Junta de Generales, entre los que también se elegía al stratêgós autokrátôr o Generalísimo. La República no sólo concedió a los comitia centuriata (i.e. el pueblo en armas ) el derecho de elegir a los cónsules, pretores, ediles y cuestores (poder ejecutivo), sino que además puso en sus manos la última palabra en los casos que comportaban la Pena Capital ( tribunal de apelación ). Por los mismos tiempos, en la monarquía macedónica el ejército se encargaba de juzgar los casos de alta traición, como corazón mismo de la patria.

    Finalmente, el estudio de la oratoria desde la Rhetorica ad Herennium nos deja absolutamente convencidos de que con la incorporación de la clase de los equites en los tribunales de justicia, los jueces romanos eran independientes, rabiosamente independientes, fanáticos casi de su independencia, incluso sentenciando a menudo contra sus propios intereses, tal como vemos en algunos discursos de Cicerón, salvaguardando el honor de la Justicia.

    La construcción de la República Romana ha sido, sin duda, la mayor hazaña de la libertad política en el Mundo Antiguo, y su esencia, en contra de lo que pensase el gran liberal Benjamin Constant, no dista tanto de la libertad moderna, so pena que queramos degradar más ésta. El Mundo Moderno ha tenido como gran hito de la libertad política la Democracia Americana, única Democracia en el mundo actual sensu stricto, y que no nació de una rebelión palaciega como la primera República, sensu stricto, esto es, no fueron los familiares de Jorge III los que se rebelaron contra su Corona en las colonias americanas, sino que nace de una Guerra de Independencia. La Democracia Americana es el sistema de participación política más parecida a la República Romana, hasta tal punto que sus padres fundadores pusieron nombres a ciudades americanas de los grandes héroes de la República Romana, como Cincinnati, sobre el río Ohio, en honor del general romano, Cincinnatus, dos veces dictador ( la dictadura era una magistratura extraordinaria de la República Romana que funcionaba como una magistratura comisaria, es decir, cumplir una misión o resolver un problema de variada índole, y no podía superar su mandato los seis meses ). Una Democracia que, como la Romana, se asienta sobre las bases del sentido común y la verdad, y no sobre prejuicios ideológicos y dogmáticos. Sólo esto explica el triunfo electoral del malfamado Donald Trump, cuyo discurso llano supo representar el sentido común de la clase media americana.

Martín-Miguel Rubio Esteban

La República Romana como obra maestra