viernes. 29.03.2024

A mediados del siglo XIX, sobre todo en sociedades puritanas,  la posición de la mujer distaba mucho de la actual. Ocupaban un segundo no, un tercer  plano donde los hombres tenían todos los derechos relegando a la mujer a las tareas domésticas. 

Pero en contadas ocasiones lograron avanzar socialmente y lo que os voy a contar en este artículo es un claro ejemplo.

La Universidad de Harvard estaba vetada al sexo femenino. Pero algo cambió los designios de la historia. Gracias a la iniciativa del director del Observatorio de esta universidad, el Prof. Edward Pickering.

“Cuenta la leyenda que un día Pickering se enfadó con un ayudante masculino y le dijo que hasta su doncella lo haría mejor. Y ni corto ni perezoso se la llevó a trabajar al observatorio. Fue la primera del  harén de Pickering, un grupo de mujeres que durante décadas se encargaron del estudio de las placas de cristal en las que se plasmaban las fotografías y espectrografías de las estrellas tomadas en los observatorios de Harvard.”

Es difícil saber si esto último realmente sucedió o se trata de un relato “machista” típico de la época, pero lo que si es cierto es que en pocos días la oficina del observatorio de Harvard se llenó de mentes privilegiadas femeninas.

La primera de ellas fue la antes mencionada Williamina Fleming, doncella del Prof, Pickering, que gracias a sus conocimientos en matemáticas se convirtió en la jefa de calculadoras de estrellas siendo la primera mujer en ocupar un cargo en la Harvard. Ahora preguntaréis por qué esta doncella del siglo XIX sabía de números. La Dra. Fleming era una emigrante de Escocia donde cursó estudios de maestra. El abandono por parte de su marido provocó que se viera obligada a cruzar el charco en busca de nuevas oportunidades. Por suerte para ella encontró trabajo en la residencia de los Pickering donde pudo demostrar sus habilidades en cálculo.

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Otra gran apasionada por las ciencias fue Antonia Maury. En este caso esta afición le vino de la tradición familiar siendo sobrina del reconocido astrónomo de la época Henry Draper. Pese a que discrepó con Pickering desde un principio, abandonando el observatorio de Harvard a los dos años, a ella le debemos un sistema propio de clasificación estelar. Finalizó su vida profesional ejerciendo de profesora de astronomía de Harvard. Era miembro de la American, Astronomical Society y la Royal Astronomical Society. Imaginad la cara de aquellos hombres de la época cuando vieron entrar una mujer  en los despachos de estas instituciones.

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Podría seguir hablando de otros como Annie Jump Cannon, Herrietta Leavitt o Cecilia Payne-Gaposchkin, eminencias históricas de la astronomía y la catalogación de astros, pero para finalizar me gustaría hablar de, y es una opinión personal, el mayor caso de discriminación de sexo en el mundo de la ciencia tras prohibir a Marie Curie ingresar en la Academia de las Ciencias de Francia pese a que había sido galardonada con dos premios Nobel. Estoy hablando de la Dra. Jocelyn Bell Burnell.

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Y ahora no estamos en el siglo XIX. Jocelyn Bell descubrió la primera señal de un pulsar junto a su tutor de Tesis Anthony Hewish.

La Dra. J Bell estudió en las universidades de Glasgow y Cambridge. En esta última trabajó con Hewish en el desarrollo de un radiotelescopio específico para la detección de los destellos interplanetarios recientemente descubiertos. El gran momento estaba por llegar cuando el ordenador monitorizó una señal a la que denominó Littel Green man 1 (hombrecillo verde 1) el famoso LGM1, siendo la procedencia una estrella de neutrones de rápida rotación. De esta forma descubrió el primer “pulsar”.

Este descubrimiento fue merecedor del premio Nobel en Física que se lo otorgaron al Prof. Hewish en 1974. Fue compartido por el Dr. Ryle pero a Jocelyn ni siquiera fue mencionada. Esto provocó un gran revuelo donde los detractores y seguidores del menosprecio siguen debatiendo. Como he dicho antes, para mi fue un alarde de “machismo científico” Pese a esto la Dra. Jocelyn Bell fue galardonada con numerosos premios y reconocida internacionalmente como la verdadera descubridora del pulsar.

El futuro es alentador. Aún así tenemos que enseñar a nuestras niñas que todavía se pueden encontrar en situaciones que algunos hombres piensan como aquellos del XIX o de mediados de los 70 del XX. Deben luchar en memoria de estas heroínas que les tocó vivir un periodo difícil pero que salieron adelante utilizando la única arma de que disponían: su inteligencia.

En el segundo capítulo hablaremos de otras heroínas espaciales: las astronautas.

Mujeres del mundo del Espacio (1ª parte). Astrónomas