sábado. 20.04.2024
Con la vida por delante

Elsa

Elsa tiene la cara llena de pecas. Cuando la abundancia de su pelo se cruza con un rayo de sol llamaradas de rojo intenso se funden en el aire, vienen y van, entre los rizos rebeldes. Elsa tiene la mirada gris. La luna se posó en sus ojos el día que nació. Canturrea notas desconocidas, se inventa canciones. Salta de dos en dos los escalones, no le gusta que le regalen flores. Sonríe por defecto. Le encanta correr bajo la lluvia en verano. Elsa sueña con vivir mil aventuras. Elsa sueña, sueña…..

Una niña escribiendo, Henriette Browne 1870 (Copiar)
Una niña escribiendo, Henriette Browne 1870

Elsa nunca para quieta, su maleta es viajera. Debajo del brazo lleva el tarro vacío de las galletas. Aun huele a chocolate. Solo lo abre cuando echa de menos el brillo de los ojos de mamá. Elsa está harta de tanta mudanza, siete en cinco años. Papá le cuenta un cuento chino que ni él mismo se cree, dice que son aventureros en busca de un tesoro escondido. Elsa le mira de soslayo, ella ya no se siente una niña, tiene ocho años. Entiende porqué su tarro de las galletas está vacío, pero se hace la tonta para que papá y mamá no se preocupen por ella.

Con cada cambio de estación, Elsa, reestrena ropa sin etiqueta, que huele raro, con aroma desconocido. Un vestido que mamá tiene que ajustar a su delgada cintura, unos zapatos de caminar ajeno, un jersey con pelotillas, un abrigo descolorido, unos pantalones tres tallas más grande. Pero Elsa sonríe por defecto, imagina que se disfraza de otra persona, alguien que vive a cientos de kilómetros, lejos de las miradas y las risas burlonas de otros niños, lejos de los que viven en su pequeño universo y no entienden lo que ocurre fuera de él.

Elsa cree haber visitado mil lugares: el Louvre en Paris, el Museo de las Ciencias de Granada, el zoológico de Central Park en Nueva York…. Elsa hace volar su mente en septiembre. La obligada redacción le espera y no hay mucho que contar. “¿Qué has hecho en las vacaciones de verano?”, pura literatura. Y no es mentira lo que cuenta si en sus sueños parece que está despierta. Al igual que Papá, también sabe contar cuentos chinos.

Ella es el pegamento que une los pedazos rotos. Se ha hecho especialista en arreglar sonrisas, tardes aburridas, juguetes rotos, canciones perdidas. Le saca lo bueno a los baños de agua fría, las comidas de pan y patatas cocidas, los remiendos imposibles, los libros prestados a los que le faltan páginas, las noches a la luz de las velas, las ventanas de madera podrida. Abraza a mamá cuando la sorprende con la mirada perdida y como es una verdadera especialista es capaz de arrancarle una sonrisa, de esas que valen oro porque no salen a pasear todos los días.

Elsa juega a que es una artista. Dibujante, escritora, una cuentista. Escribe e ilustra cuentos a la carta y los cambia por cosas como un borrador nuevo, un sacapuntas, un lapicero o una caja de colores. De un día para otro se ha vuelto famosa, es la escritora que vive de sus letras a cambio de una limosna.

Elsa