sábado. 20.04.2024

Querido amigo, Joaquiné:

Espero que al recibo de la presente estés bien de salud. Es sabido que ella, de la que nadie nos acordamos cuando la tenemos,  últimamente te ha abandonado en cierto modo y  parece que esa precariedad estaba esperando a que disfrutaras de tu anhelada jubilación (no siempre la palabra deriva en júbilo), para crucificarte entonces por esa vía, porque por la otra,  por la de tu condición sexual, ya lo han venido haciendo otros, años ha.

He querido dejar pasar los fastos derivados de tu último gran incidente en los medios, como fue la publicación de tu libro “Pasión y Vida” y todo lo que ella llevó consigo en cuanto a apariciones públicas se refiere, para dirigirme a ti y expresarte mi gratitud por estos años (no sé cuántos) de amistad  cómplice. Cuanto echo de menos tu etapa profesional, como guardián de nuestros preciados bienes culturales valdepeñeros.  No por nada, sino porque metido en aquel “confesionario” acristalado, era más fácil dar un repaso a la vida, a la cultura de nuestro pueblo o a lo que se terciase. Ahora recluido en tu casa, la visita programada es más esquiva en estos tiempos de prisas y saturado tiempo libre.

Y es que mucho se ha hablado de tu obra poética, grandes plumas la han destripado y yo me alegro, pero ¿y la persona? Porque si tu obra arranca del sufrimiento y deriva con los años hacía la exaltación del amor puro y libre, la PERSONA que la construye es otra cosa. Padeces el sufrimiento de esa adolescencia solitaria en la que escribías versos para calmar tu angustia, que era desmedida, enorme; te sentías un bicho raro en aquel ambiente reprimido y represor de la Valdepeñas de los años sesenta, como tú mismo me reconoces. Para continuar con las amarguras de viejos desengaños amorosos, en la juventud y en la madurez. Y  hoy ya,  una depresión terrible que te prohíbe no poder disfrutar de la ansiada y merecida  jubilación.

Te quejas con amargura que de joven apostaste muy alto por todo, y todo lo has perdido. Que los poetas  no tenéis utilidad en la sociedad, que sois seres al margen de la vida. Yo creo que no es así, tu ciudad te reconoció con la “Medalla de las Letras, Juan Alcaide”  toda una vida dedicada a la poesía y a la crítica artística y literaria, como se advierte en tu página de internet www.joaquinbrotons.com, y yo soy sabedor de tu gran conmoción por este gesto. También fue otro empujón anímico, aunque hace ya más años,  la dedicatoria monográfica de un número de la prestigiosa revista literaria “El Cardo de Bronce”, dedicándote loas y lisonjas las mejores plumas de este país.

Y que vamos a decir de tu postura personal respecto de la homofobia. Ahora todos se apuntan a reivindicar condiciones de igualdad para los colectivos de gais y lesbianas. Los movimientos L.G.B.T, ahora tan en boga,  ya los concebiste tú hace mucho tiempo, cuando todavía no sabíamos en los ambientes pueblerinos y pre-juiciosos, que era eso. Toda tu poesía juvenil no obviando la amargura del trasfondo, abraza una extrema sinceridad sentimental. Has abanderado siempre el primero, una postura pública de igualdad a través de artículos, entrevistas y pregones, hecho a la manera que solo tú  sabes hacerlo, mirando siempre el armario desde fuera y no desde dentro; con libertad, pero también con respeto a los demás.

Porque querido amigo ¿cuántos secretos te llevarás a la tumba? Ya, ya sé que lo de escribir memorias, como que no, que no tienes ganas de enemistades y eso que ofertas para escribirlas no te han faltado. Esa negativa creo que te honra. Porque un hombre no debe jamás, contar las licencias y alegrías que un individuo puede darse para vivir cómodo. Es compasivo dejar vivir a los demás en su propio gozo, sin alharacas, sin chafardeos, llevándoselo “pa lante” si es menester.   

Y qué decir de los epítetos, apodos y apelativos que te han dedicado los estudiosos de tu obra: “poeta maldito”, “príncipe de los lagares”, “poeta homoerótico”, “efébico”, “helénico”. ¡Qué gracia me hace! Yo solo sé una cosa. Valdepeñas nace al mundo de la mano del vino, pero si no hay un escritor que la rescate con su obra y con su pluma para la eternidad, la memoria de esa ciudad perece en el transcurso de los tiempos. Los escritores dais inmortalidad a los pueblos y ciudades con vuestra generosa tarea. Juan Alcaide, al que no te pareces en nada, fue el precursor de este axioma; tú, el continuador.

Porque cuantas veces en los últimos años, te habrán dicho: “Escribe algo, Joaquín” y  negándote con rotundidad siempre repites lo mismo “No soy poeta de encargos, de mesa camilla, querido amigo. Mi obra está acabada”. Y es que yo  creo que con el pasar del tiempo, ese colorido rutilante de tu poesía de antaño, no has querido que fuera desteñida por el paso de los años.

No me cabe duda, cuando esta generación de valdepeñeros pase y quizás alguna más, y revisen tu vida y tu obra, se  darán cuenta que ambas son lo mismo, que el Brotóns escritor, de alma rotunda como su apellido,  no es sino un personaje más del escenario valdepeñero que es toda su poesía. Apreciarán tu conocimiento de la sociedad valdepeñera, esa sociedad de figuras semi-ocultas, “El Pitusa”, “Lucio y la Carmen”, “La Pincha” y su taberna de las 7 esquinas etc., etc… Y es que este Joaquín, sabe mucho de esa otra Valdepeñas, la ciudad que nunca abandonaste, no quizás por apego a la raíz, que creo que ese no fue el motivo, sino por razones más pedestres, como me reconociste en cierto momento. Sencillamente, no estabas dispuesto a perder la comodidad de tener el trabajo y todo lo demás, a cinco minutos a pie de tu casa, dejando para otros la vanagloria y el engreimiento de ser algo en el panorama literario nacional.

Me despido sin más, esperando abierta comprensión, recibe abrazos de tu sincero amigo-seguidor:

Carta agradecida y abierta al poeta Joaquín Brotóns