viernes. 29.03.2024

Se celebró el pasado viernes, la cuarenta edición del Festival de Arte Flamenco de Valdepeñas organizado por la Asociación Cultural Flamenca Virgen de la Cabeza, que había conformado un cartel especial con los cuatro últimos ganadores de su concurso, antes de que, vislumbrando la decadencia de los éstos, pusieran fin a la organización de los certámenes que comenzaran a organizar en 1981.

Sería difícil explicar que un espectáculo de estas características se prolongara durante cuatro horas sin descanso y que no se moviera ni un alma del patio de butacas salvo que el nivel de los artistas hubiese sido auténticamente extraordinario de principio a fin de la función, como así ocurrió, para conformar una noche de auténtico ensueño conducida de manera brillante por Juan Ortega.

Abrió fuego Manuel Cástulo cantando dos estilos poco habituales como la  mariana y el romance. Sin perder un ápice la estética mairenista, continuó por tientos tangos. Cante ortodoxo, mayúsculo e impecable en cada tercio del sevillano, que alcanzó su culmen en una portentosa  siguiriya rematada hasta dos veces por cabal, la segunda la de Silverio, para finalizar su actuación por fandangos. Estuvo acompañado por las palmas de María Carrión y Beatriz Rivero y por la guitarra de Antonio Carrión, sublime como siempre en el acompañamiento, y al que le tocó ajustarse el mono de trabajo al acompañar también a los dos siguientes compañeros.

Raúl Montesinos comenzó como un ciclón cantando por granaina y media arrancando los olés del público desde el primer momento. El cantaor morisco llegó repleto de facultades y decidido a salir vencedor del envite. En las alegrías y las soleares mezcló la dulzura con el desgarro y con la minera y taranto demostró su control sobre los estilos mineros. En los fandangos echó el resto para conformar una intervención espectacular.

Bonela Hijo fue el tercero en subir a las tablas valdepeñeras. Como dominador de los cantes de su tierra comenzó brillando, siguiendo la tónica de la noche,  con las malagueñas y el verdial. Prosiguió con una siguiriya a ritmo de estética morentiana. Fantásticos también fueron lon tientos tangos y las bulerías rematadas por el famoso tema Se nos rompió el amor. Con dos fandangos naturales terminó el tercer éxito de la noche. Tres de tres.

Y para el final nos esperaba el mejor postre posible. Cuando Julián Estrada ganó el premio Viña Tinta, hace exactamente veinticinco años, se atisbaba un futuro prometedor para aquel joven pontanés. Lo que  pocos podían imaginar era el nivel superlativo que Estrada ha alcanzado, convirtiéndose por derecho propio en una de las voces de referencia.  De manera increíble Estrada no ha parado de crecer desde entonces y en cada una de sus apariciones en la ciudad del vino se supera a sí mismo. Junto a la impresionante guitarra de Manuel Silveria, el buen hacer a la percusión de Miguel Santiago y las palmas de los hermanos Gamero conformaron una catarata de música sincronizada al alcance de muy pocos. Si a ello añadimos la aparición de la bailaora Lola Pérez, el resultado es una ceremonia de culto. Farruca, malagueña, zángano, rondeña y fandango de Frasquito, tientos-tangos, bulerías, fandangos naturales y de Huelva y alegrías rematadas de nuevo por bulerías fueron los cantes con los que nos deleitó Estrada para rematar una noche de nuevo para el recuerdo.

Enésimo éxito absoluto del Festival de Arte Flamenco de Valdepeñas