martes. 19.03.2024

A la lectura de los textos sagrados, se le atribuyen cuatro significados: literal, moral, alegórico y anagógico. No creemos que llegue a tanto la lectura de la obra del hidalgo y caballero Don Quijote, pero sí estamos seguros de que puede leerse de diferentes formas y la prueba es la cantidad de literatura generada a cuenta de Cervantes. La forma de lectura alegórica nos lleva a descubrir el libro de pasatiempos “empeñado” por Ginés de Pasamonte, aquel “ladrón y embustero”.

Son muchas las curiosidades que encierra Don Quijote desde la primera frase con la falta del lugar de la Mancha, territorio que se presta a la polisemia, al pecado original, a la suciedad, o a “la seca” de los árabes musulmanes. En esta tierra seca vive aún “la historia de un hijo seco” del autor que, en la segunda frase del libro, nos envuelve en torno a un menú de cinco platos y tres días: viernes, sábado y domingo. Curiosamente se trata de tres días sagrados o festivos de las tres religiones monoteístas que poblaban la España medieval y moderna hasta el siglo XVI.

Hoy, en pleno Siglo XXI, nos sigue llamando la atención la convivencia toledana de las tres culturas que se acordó por capitulaciones con Alfonso o Alonso VI, convivencia que, fuera de Toledo, suprimirán primero los Reyes Católicos y más tarde los Austrias. Así, la ciudad de Toledo, capital del reino Visigodo, Taifa y capital de la provincia de La Mancha, fue una ciudad que albergó los símbolos celestiales religiosos: la luna los viernes, estrellas el sábado y el sol los domingos.

El sol, astro rey que en La Mancha salía, sale y saldrá siempre “por el antiguo y conocido campo de Montiel”, por el Este, por el levante, el sol digo, nos lleva a la primera salida de Don Quijote en viernes, a la salida del sol, al alba y valen las redundancias; día que termina con una cena o sacramento de la Comunión en rito hispano-mozárabe, a base de pan ácimo, pescado y vino, en conmemoración del milagro de la multiplicación de los panes y los peces recogido en el Nuevo Testamento. Esta celebración de cristianos viejos, llega hasta el presente en la Catedral Primada de Toledo gracias al Cardenal Cisneros que en el Siglo XV se ocupó de mantenerla. Cristianos viejos como Sancho Panza, pequeño y rechoncho como las iglesias románicas. Don Quijote, por lo contrario, es alto y flaco como las torres góticas o como los campaniles renacentistas, en un momento histórico de enfrentamiento religioso católico, protestante y musulmán.

La segunda salida de Don Quijote y Sancho tiene lugar por el mismo sitio, por el Este y con el mismo recorrido. Tras una larga vuelta de 52 capítulos, como si de 52 semanas se tratara, el primer libro termina en domingo, el día del sol que, cierra la novela tras una procesión, en la que el “seco y amarillo” don Quijote se enfrenta a quienes hacen rogativas para que llueva, dada la sequía. El día del sol que los cristianos dedican a Dios, el Sunday inglés o el Solís latín, cierra esta primera parte tras visitar el infierno, el purgatorio y el cielo, a imitación dantesca y según la forma literal, estas visitas nos pasan desapercibidas.

Es un poco largo de explicar, pero sucede dentro de la obra que, Cervantes cuenta en circunloquios, diferentes conceptos que, de forma voluntaria, podemos deducir. Se trata de un gran ejercicio de comprensión lectora, siguiendo de forma alegórica, el ejemplo del trabalenguas de “la razón de la sinrazón…” Durante el resto de su vida, Cervantes intenta darnos pistas sobre lo que deja cautivo o empeñado en su obra, y el pasatiempo es desempeñar el libro de horas que, como calendario, como paso del tiempo, dejó encarcelado.

La primera parte cierra el ciclo solar inspirado en los Flos Sanctorum recomendados por el Concilio de Trento y por el Imperio en el que nunca se ponía el sol, libros de inspiración detectados por Avellaneda en su Quijote apócrifo y que tratamos de explicar en la publicación que estamos preparando.

Nos dice Cervantes en el capítulo XXI: “Este es el Caballero del Sol o el de la Sierpe”, pues el de la Sierpe será en la segunda parte que nos relata el ciclo del agua como ciclo de vida. Comienza con Júpiter Tonante y la lluvia en el capítulo I, para llevarnos a Ruidera y el nacimiento del Guadiana, guiándonos a través del curso del Río Ebro hasta llegar al mar, en Barcelona, donde Don Quijote pierde toda intensidad, mostrada en el enfrentamiento con su paisano Sansón Carrasco, muriendo el espíritu aventurero en el mar y, más tarde, el personaje en tierra de secano. El caballero del Sol, el primero, seco, y el de la Sierpe como un río, son personajes del anterior libro de Caballerías de Pedro Hernández de Villaumbrales, “La peregrinación de la vida del hombre puesta en batalla debajo de los trabajos que sufrió el Caballero del Sol en defensa de la razón”.

En la segunda parte, además del cambio de concepto seco al mojado, cambiamos la iconografía cristiana por la mitología clásica, protagonizada por los trabajos de Hércules. En ambos libros, vemos pasatiempos dentro de dos “libros de horas” escritos a lo vulgar. En el primer tomo, tenemos un calendario litúrgico, junto al calendario agrícola que nos trae Sancho, astrología, bestiario, refranes y curiosidades. No debemos olvidar que, durante la vida de Cervantes (1582), tuvo lugar el cambio del calendario juliano al gregoriano, en el que se perdieron diez días, lo que podríamos llamar, una pérdida de tiempo que Sancho declara en relación a las aspiraciones de su amo: “obispo o emperador”.

El tiempo no da lugar” para aburrir a la persona lectora, pero en este Día del libro del annus horribilis de 2020, en el que el Mundo está encerrado, no podíamos olvidarnos de un libro también encerrado desde 1605, “La vida de Ginés de Pasamonte”. Ahora tenemos tiempo para desempeñarlo o rescatarlo, de lo contrario seguirá cautivo. Cervantes hace un homenaje en la historia del “Capitán Cautivo” y rescatado, a la Orden Trinitaria que le liberó y que, en el libro, ante nuestros ojos, realiza la redención de una imagen mostrenca.

Imagen. Santos Neira

La vida de Ginés de Pasamonte