viernes. 19.04.2024

Esta semana, El Vals de las Hadas Malditas comienza a sonar al compás de la batuta de Naufragio de Letras. Son unos días muy especiales para mí. Puede que sea la publicación que más me ha ilusionado desde que me inicié en esta aventura de juntar palabras. Pero si queréis descubrir los entresijos y los fuertes lazos que me unen a esta historia, os invito a viajar conmigo hasta sus orígenes…

Todos somos en gran parte el resultado de nuestras experiencias; eso es algo innegable. Y en el ámbito literario, esta ley debería aplicarse a todos los novelistas, o al menos a aquellos que busquen escribir con verdad. No estoy hablando de hacer autobiografía, ni de contarle al mundo todos y cada uno de nuestros más íntimos sentimientos (eso me parece poco profesional y bastante peligroso a nivel emocional). La esencia, lo que creo que debe empujar a un autor a contar una historia, es la satisfacción de sus inquietudes estéticas, el ansia inexplicable de convertir en un producto artístico ese hormigueo, ese cúmulo de ideas, imágenes y sensaciones que ha ido acumulando con el paso del tiempo, y que anhela esculpir en un todo palpable. Las piezas del Vals empezaron a caer en mis manos durante aquel año crucial en el que cursé un máster de escritura en Madrid, y se precipitaron sobre mí con torrencial afluencia durante las horas de la asignatura Novela Policíaca, impartida por Cora Requena Hidalgo, una de las mejores profesoras que he tenido jamás. Leer más.

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Un compás de tres por cuatro