viernes. 29.03.2024

En el año 1999, Monchi decidió dar un paso más en el mundo del baloncesto y dedicar gran parte de su vida a este deporte y a la gente que lo practica.

Por culpa de él, yo tuve la posibilidad de conocer grandes personas, disfrutar de momentos inolvidables dentro y fuera de la pista y como no, de sufrir enfados tras un partido propios de la inexperiencia.

Aunque la paternidad me apartó de este deporte, gracias a su dedicación y perseverancia, el baloncesto ha perdurado durante todos estos años, lo que me permitió tener el grandísimo privilegio de pasar a ser el guía que entrena a los equipos en los que juegan mis hijas y sus compañeras; Privilegio que es una responsabilidad, porque por encima de todo estamos educando personas, y no solo jugadores. Un partido de baloncesto es como una obra de teatro donde hay actores, y cada actor tiene su papel.

El papel del padre es fundamental, nuestra sola presencia en el partido llena de satisfacción y confianza a nuestros jugadores. Pero no olvidemos que hay más actores y no podemos desmerecer el trabajo de ninguno de ellos, porque todos quieren hacerlo lo mejor posible.

Que sean nuestros ánimos el ejemplo a seguir y único motor del partido. Disfrutemos de cada encuentro y dejemos que cada actor interprete su papel.

Trabajemos entre todos para crear grandes personas y humildes jugadores que cuando crezcan y echen la vista atrás, se les dibuje una sonrisa en la cara al decir: "Yo jugué al baloncesto en Valdepeñas".

Terminemos los partidos con una gran ovación para todos los actores que han hecho posible estos momentos y como no, para el director de la obra y encargado de vestuario: Ramón González Toledo.

Reflexión de un jugador, padre y entrenador de Baloncesto