jueves. 18.04.2024

Los recuerdos de la infancia, me traen a la memoria que una vez que mamá había elegido el día, sólo había, que esperar el momento de abrir las cajas, donde los adornos navideños esperaban impacientes que alguien, 365 días después, les volviera a dar vida. La ilusión y el nerviosismo nos desbordaban, pues en nuestras manos estaba la responsabilidad de volver a colorear de magia todos los rincones de nuestra casa. El magnetismo que las luces y los adornos navideños ejercían sobre nosotros era algo difícil de describir.  Abrir esas cajas era como abrir miles de regalos a la vez...

El brillo, el terciopelo, el rojo y el verde tan característicos y simbólicos, la estrella llena de purpurina, y el espumillón...formaron parte de una infancia tan inocente que aún siguen instalados en nuestros recuerdos. Ahora, soy yo la que elige el día, la que prepara las cajas...y la que disfruta de la ilusión y el nerviosismo instalados en la mirada de mi hijo.  Por ello, me siento en la obligación de transmitirle y mantener viva esa ilusión que les acompañará siempre.

Y qué mejor que hacerlo que acompañados de algún que otro villancico, que de año en año, olvidamos su letra completa, pero nunca su estribillo. Y como cada año, algún nuevo adorno, que le dé un toque distinto a nuestra decoración, y si está elaborado por nosotros mismos con la ayuda de los más peques, muchísimo mejor, aportarán un encanto especial...no escatimemos en imaginación, los niños lo agradecerán y será para ellos algo muy divertido.

Además de decorar el árbol y poner el belén, y sin que nuestra casa se convierta en un showroom, es bonito que la decoremos con detalles simbólicos, velas, una corona...con ellos conseguiremos llenar nuestra casa de espíritu navideño.

Y para finalizar, y tras recoger las cajas, que estarán guardaditas hasta enero, que mejor broche que disfrutar de una buena merienda en familia, tal y como yo hacía de pequeña...

Una tarde para poner el árbol de Navidad