jueves. 25.04.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo LVI. El Puente

Mientras saboreo un rico pescadito, como la mayoría de los españoles que hemos hecho un esfuerzo cada vez más enorme por estar de descanso estos días, mi conciencia, que es mi peor enemiga, no me va a dejar dormir pero  gracias a todos los sedantes podré descansar esta noche en paz.

Me levantaré sin haber arreglado ni solucionado nada, dándome cuenta una vez más de lo injusta que es la vida, con tantos seres humanos que tienen menos que yo.

Mientras, señoras riquísimas dicen adiós sin poder llevarse nada, esos capitales descomunales a costa de pueblos enteros, mano de obra más que barata, por cuatro perras y clientes cómplices de su enriquecimiento ocupan las noticias más importantes del día.

Tremendo asco me da cuando a unos señores lo único que les importa es la subida del petróleo, a costa de ver como muere Egipto a golpe de pedradas y tiros en mitad de la calle.

La madre de todas las civilizaciones, rica hasta más no poder, otra vez destrozada. Egipto sin el turismo morirá de hambre. ¿Habrá alguien detrás de todo esto?, seguro que interesa. ¿Se hará negocio?, seguro que sí.

Igual que en nuestra madre patria, el mejor negocio de este siglo, un invento bien cosido y encorsetado: mí querida crisis.

Mientras disfruto en una tumbona del todavía “gratis sol”, me doy cuenta que estamos ajenos a todo lo que está pasando realmente. He tenido la tremenda suerte de nacer aquí y lo que pasa en el tercer mundo ahí se queda.
En el tiempo en el que escribo esto habrán muerto 24 niños de hambre y de enfermedad, habrán violado a otras tantas menores, obligadas por cuatro dólares.
En el mismo tiempo otras pocas habrán gastado todo el dinero en cuatro bolsos, los mismos que arreglarían todo eso y cubrir las necesidades de estas familias durante un año.

Está claro que todos formamos parte de este negocio, pero no estaré dispuesta ni un segundo más a engañarme a mí misma.
Producto nacional español, que su fortuna señora, no la deja para las familias necesitadas.
Tendré la satisfacción de gastar lo poco que e tengo en mi tierra y no vendrá de manos esclavas.

Desde un lugar de la playa, más quemada que el palo de un churrero, se despide una vez más kuka.

Capítulo LVI. El Puente