viernes. 26.04.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo LX. Metrosexual

Paseando sola por la ciudad, mi deporte favorito es observar a la gente, montones de razas y maneras de vivir la vida cruzan la Gran Vía, de todo y para todos los gustos. Pero hay una en concreto que echo de menos. Sí, esos hombres arregladísimos al más estilo futbolero, media cresta y un par de Swarowskys coronando unas bonitas orejas. 

Los chicos de la pelota ya los pusieron de moda, el hombre depilado hasta las cejas, era todo un símbolo de masculinidad y de estilo, que nada tenía que ver con la sexualidad de ninguno, a simple vista claro, porque haberlas hailas como las meigas.

Menuda esclavitud desde la mañana cuchilla en mano, cremas y demás enseres, ropa, complementos y esos zapatos imposibles. Todo por marcar un estilo limpio, impoluto, y a la última. Pasando por quirófano y lo que haga falta para seguir siendo un metrosexual.

Camisetas italianas ajustadisimas, ni un pelo en el cuerpo, como si de maniquíes andantes se tratara.

Todo, producto de lo mismo, el buen marketing que va cambiando según el poder adquisitivo de la gente.

Esa especie en concreto que ahora echo de menos, está camuflada, porque con los tiempos que corren, ni para maquinillas de afeitar tienen.

Como no hay para cremas y demás perlas, se ha puesto de moda el hombre barbudo, despeinado, y con ese look leñador, y masculino, que a las mujeres las vuelve locas.

Estaos tranquilas, ya no tendréis que pelear nunca más por una crema o depiladora corporal con vuestros maridos.

Ha vuelto el oso cavernario, y sus ventaja principal es que es calentito en invierno.

Adiós a la competición de quién tiene las cejas más finas. Ahora cuanto más pelo en el pecho, más machote. Supuestamente, claro.

Los paseos domingueros con el carrito de bebé han dado paso al desaliñado con chandal, atuendo oficial del nuevo hombre.

Y si voy para el sur, damos paso al señorito patillero muy limpio, que de traje todos los domingos irá a misa, con su bebé y su mujer a juego, bien arropados por un montón de banderas de nuestra querida patria.

Personalmente me quedo con el sur, con su pasión por la Semana Santa y la vida en las calles de sol a sol.

Al llegar a casa miro al sofá, y me encuentro un bicho peludo echándose la siesta. Mi marido, y es todo un amor.

Capítulo LX. Metrosexual