martes. 23.04.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo X. El exhibicionista

Vecindonas andarinas, por las tardes dando la vuelta al barrio, de camino vamos arreglando el mundo y desollando a la que falta esta tarde de otoño gris y con la Plaza de Neptuno ardiendo, y no es para menos. Como tres Jane Fonda cualquiera paramos en el parque para hacer unos estiramientos.

La Salvadora dice que la próxima vez traerá un Hula Hoop para  tonificar la cintura y la Gloria dice que está loca.

La Carol no ha venido pues tiene Personal Trainer, traginador de cuerpos ajenos diría yo. Y la Pura ha venido como una Drag Queen, con mallas y calentadores. Imaginaos el cuadro: en mitad del parque y, servidora, chándal de pelotillas y cigarro en boca haciendo flexiones.

Cuando de pronto, de un arbusto, ¡sale un tío con sus cosas al aire! La Salvadora y la Gloria salen despavoridas calle abajo. A mí se me escapa una carcajada y la Puri, ojiplática, se quedó paralizada.

Kuka: Puri, ¿no la tiene algo pequeña?

Puri: Para mí que sí, además, con tanto pelo parece un botón.

El monigote, al ver nuestra reacción, se encendió.

Monigote: ¿Qué pasa, petardas? ¿Que no os pone?

Puri: Hijo, si estuvieses como Dios manda, la primera en quitarse la parte de abajo sería yo, pero voy a hacer una cosa. Toma 1,20 euros y cómprate una Gillette. A ver si el botón se convierte en un cacahuete.

Con las mismas cojo a la Puri del brazo y salimos como podemos de aquel asunto que pintaba feo, dejando al tiparraco traumatizado.

Después de un paseo largo y muertas de risa, paramos en una plaza y vimos a un grupo de gente aporreando las cacerolas. La Puri, que es muy ingenua, se cree que es una bazucada y se pone a bailar.

Kuka: Pura, no ves que es una reivindicación de que los han recortado.

Puri: ¿Por qué no nos traemos las cacerolas y nos quejamos también de que hay mucha picha corta?

Kuka: Mira, hija, lo primero, que como me traiga las cacerolas no sé con qué voy a guisar, y lo segundo, si lo único que te importa es el tamaño ¡vete a África!

El tamaño no importa. Lo único valido es la grandeza del corazón. Y de la cartera, claro.

 

Capítulo X. El exhibicionista