viernes. 26.04.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo XLV. Juana la Loca

Van ya dos meses que no veo a mi marido, sesenta días de larga agonía con la única compañía de un teléfono después de media noche. Intento pasar todo el día ocupada para que pase más deprisa hasta el feliz acontecimiento. 

 Busco culpables a todas horas para encontrar una explicación coherente a lo que hizo  que se marchara para encontrar un porvenir mejor. 

Como doña Jimena, espero pacientemente la llegada de mi Cid. La cual no se produce hasta después de media noche a través de un cable con un altavoz.

La angustia crece al ritmo de la manera de vivir de mi héroe amado. Fijaos, familia acomodada por tener al esposo fuera viviendo en un piso con quince desconocidos, por un trozo de pan.

Me gusta pensar que todo es pasajero, que nuestro sistema funciona, pero cuando eso ocurre me caigo borracha de una silla.

Nunca pensé que eso me pasaría y que eran cosas de los que vienen de fuera. Pero es una realidad más y por muy dura que sea hay que retarla hasta el final.

Siempre miro por la ventana esperando que venga Paco, con un ramo de rosas como en Pretty Woman, a rescatarme de mi castillo y de la botella. Pero no se produce y el único consuelo que tengo es desahogarme con las amigas. Con algunas me paso y justifico que es así porque estoy disgustada con el mundo. ¡Qué cobarde soy!

Mi perro me mira con ojos vidriosos porque sabe que no soy feliz y se acurruca en mi regazo, mis hijos salen de su cuarto pasadas las doce y no paran en casa, la soledad es absoluta.

¿Qué ha pasado para que mi Castillo esté desierto? Lo único que quiero es tener una vida sencilla, mi casa recogida y sentirme querida.

Rota de amor como Juana, rezo para que venga pronto mi Felipe. Cambiaría todo por tener a mi familia unida, viviría debajo de un puente si fuera necesario. La peor condena de todas no es perder la casa, ni el trabajo o no tener un duro, es vivir sin amor, sin poder tocarlo o sentirlo.

¿Quién es más pobre, el que no tiene dinero o el que no ama? Cabezas gachas miran al suelo, maletas llenas de ilusiones dejan a un país desierto.

Suena el teléfono y salgo corriendo, como no pague la factura me lo cortan, la angustia crece, mi Cid se aleja y como Juana, paseo al muerto.

Este capítulo se lo dedico a todas las mujeres que solas salen adelante, con la única compañía de la soledad. También para que a las que no nos pasa, nos demos cuenta del verdadero capital que tenemos. Suerte.

Capítulo XLV. Juana la Loca