lunes. 06.05.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo XVIII. El Tiempo

El tiempo, esa forma que tenemos de medir nuestras vidas, la manera de justiciar que estamos envejeciendo, es como el señor feudal al que tenemos que rendir cuentas una vez al año. 

El tiempo, que nunca se para y que además de un montón de arrugas nos da sabiduría y la templanza para que llegue otro año más. Eso en teoría, porque si matizamos, puede que lo afrontemos de otra forma muy distinta.

Para unos cuantos, cada año es como si fuese el fin del mundo: nos miramos a ver qué cana nos ha salido, cómo va esa barriguita, y lo que más duele es que son invisibles al resto, al no ser tan llamativos como la juventud.

Los jóvenes quieren ser mayores, vivir y actuar como ellos, y nosotros queremos ser más jóvenes. ¡Qué contrariedad!

Entonces, echamos mano de los adelantos médicos, estiramos caras, aumentamos senos, reafirmamos piernas y engrosamos los labios. Y así nos damos cuenta de cómo vamos borrando de nuestra cara y de nuestro cuerpo el paso de la vida, convirtiéndonos en muñecas de porcelana sin alma.

Hoy me he levantado muy poética, no sé si será el té mañanero o será que voy a ser un año más vieja. Quizás sea que yo no quiero borrar el paso del tiempo de mi vida, pues en el fondo me gusta todo de mí, incluso la raíz de dos meses de mi pelo.

¿Para qué buscar un disfraz que diga: "esa no soy yo"? ¿Para qué llenar mi vida con cosas que sólo maquillarían mi manera de ser?

Yo no vivo cara a la galería ni intento sorprender a la vecina, que es la Barbie del edificio.

Mi Puri de mi alma no se hace ese tipo de reflexiones, actúa y vive según se presenta el día, mientras que Carol se levanta y sólo vive para acostarse más guapa. Pienso que una de ellas está vacía y muy sola, aunque duerma acompañada.

Por otro lado, hay quien el día de su cumpleaños no se levanta de la cama. Para mí es un reto cumplido. Para Puri es: “Voy a poner mi experiencia al servicio de los que sepan apreciar mi madurez".

Y si tiramos de photocall no hay nada más que ver cómo está el patio el día de los cumpleaños. Se pasean las recauchutadas, tuneadas hasta el infinito, demostrándole a una sociedad que la felicidad está ahí, que ése es el secreto.

Para mí la primera vanidosa fue la madrastra de Blancanieves, que esclavizada por un espejo, que sólo dice la verdad, intentó matar a la juventud para perdurar ella.

Cleopatra era más ávida con su lengua que con su nariz, que era como un picaporte. Luego la endiosamos y nos la imaginamos muy bella, y gracias a su guapura se puso Roma a sus pies.

Con la guapura sólo comen unas cuantas. Eso sí, son listas como galgas y tienen claros sus objetivos.

¿Sería capaz una mujer con su juventud y su belleza conquistar el mundo y ser la dueña de un maravilloso castillo?

Merkel lo ha conseguido.

 

Capítulo XVIII. El Tiempo