Carol: Será que porque cuando abandonaron sus ciudades se refugiaron allí y ahora salen como setas del Metro, emplumados y con danzas místicas para que no ocurra lo mismo con nuestra civilización.
Kuka: Tú en tu línea, hija.
Puri: ¿Que todo esto se acaba? Ya era hora, nos lo tenemos ganado a pulso.
Kuka: Pues yo no pienso estar sobria ese día.
Puri: Ni yo vestida. Carol, ¿qué vas a hacer con tus bolsos?
Kuka: Es capaz de hacer una balsa con ellos y salvarse sola. A ver, esto no se lo cree nadie. El fin del mundo llega cuando una se muere, también cuando uno no vive y no muere. Cuando se pasa por delante de la vida sin ilusión y con la desidia instalada en el alma.
Puri: Cuando hacemos caso a todas las cosas que quieren imponernos, vivir con miedo y hacernos creer que el dinero es lo más importante, eso no es vida. Y no me meto con la religión porque si lo hiciera me echabais del coche.
Deseando llegar a la plaza, misión imposible… Si al menos hubiese obras, nos entretendríamos un rato con los obreros. Una niña pega un moco en el cristal del coche de al lado, y un chico pasa con una moto y nos saca el dedo. ¿Es necesario acudir a semejante tontería? Y digo yo, si el mundo terminase o se quedasen en él los ricos ¿qué pasaría? Que se morirían también de pena de no poder putearnos a todos, y perderían la importancia que ahora creen que tienen. No engañarían a nadie, ni nos harían creer que pasaríamos hambre.
Kuka: Pues si el mundo terminase yo me despediría de él abrazada a mi Paco.
Carol: Y yo abrazada a mis bolsos.
Puri: Y yo, a mis hombres.
Kuka: Que no se acaba nunca.