sábado. 04.05.2024
Las Historias de Kuka

Capítulo XXV. Inocentes

Qué buen pretexto cada comienzo de año para subir todo lo que se ponga por delante mientras nos asfixiamos un poquito más, y no por el humo del tabaco, que también ya es un lujo. Paco, loco perdido buscando la gasolinera más barata; yo, con cincuenta folletos de los supermercados buscando productos; los chicos, por Internet, con más ofertas, para ajustar todo lo posible el mes.

Y claro, luego llegan estos listos y te suben la luz, el gas y el combustible para que no podamos escapar. Sin miramientos de ningún tipo hacia nuestras personas. Si quieres estar calentito, págalo; si no, muérete de una neumonía.

¿Que te quieres separar? Te aguantas, que no puedes, es un lujo. Claro que a los defensores de la familia tradicional y radical que no permite ningún modelo más, les viene muy bien, pues ésta permanece unida por narices.

No me puedo quedar sentada mirando para otro lado, chicas, y tampoco puedo echar de menos otros tiempos vividos si fueron mejores o no. Fuimos la generación de los inocentes, de los buenos valores, las formas y de ganarnos todo lo que teníamos con mucho esfuerzo. La misma que se conformaba con poco, que cuando llegaba padre, todos, chitón, y mucha educación.

Con un modelo paternal nuestra sociedad caminaba hacia donde fuere. Pero, claro, el modelo real de ahora languidece, a pesar de su esfuerzo arrastrado por unas muletas y la cara como una bota. Esa hinchazón provocada por todas las avispas del nido necesita un spray de savia nueva, que nos dé algo de esperanza a todos, y así ver cómo el nuevo capitán coge de nuevo el barco.

Gloria: ¿Para qué vendré yo a tu casa? ¿Para que me ayudaras con unos patrones y me das el mitin del siglo? Deja el mundo correr, chica, sigue la rutina del día a día.

Kuka: Así te va, mona.

Gloria: Eres como un quiero y no puedo. ¿Soñando un mundo mejor que no existe, no vuelcas tus frustraciones sobre todo esto?

A punto de abrir el cerrojo y echar a esta friki de mi casa, me doy cuenta de que quizás tenga razón. Observar todo la injusticia que te rodea produce mucho estrés.

Pero si no cuento o me conformo con la rutina, tengo la sensación de que me dejo engañar. Si no, ¿por qué están todos en la calle alterados? ¿Porque se conforman? ¿Miran sus intereses? ¿O quieren un mundo mejor?

Gloria se encoge de hombros y mira hacia otro lado y a mí me pone negra. Así que abro la puerta y una vez más la echo de casa con todos sus santos colgados. Si pudiera, hasta la máquina de coser se la ponía de peineta. ¡Aburrida!

Gloria: Siempre me echas de tu casa, mala anfitriona.

Kuka : Y tú siempre vuelves.

Capítulo XXV. Inocentes