viernes. 19.04.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo XXVIII. El pájaro herido

Cuando la tarjeta de crédito de Carol no da para más, al resto de los mortales no sé qué nos queda. Y viendo cómo está el patio, cada vez más desierto, concretamente en mi barrio ya no queda casi nadie. El que no se ha ido, le queda poco, y el que tiene miedo, guarda la maleta debajo de la cama.

Esta amada patria, bajo la tutela de una gran gaviota bandera en mano, planeando sobre nuestras cabezas y con la guadaña segando todo lo que se le pone delante resulta que le han pegado un tiro y si el Altísimo no pone remedio, a pesar de tener el pájaro enchufe con los clérigos, tardará mucho en levantar el vuelo.

Tiene guasa la cosa, pues la media de edad de estos pájaros pasa de los cincuenta y yo dentro de mi poca cultura, no dejo de reflexionar que antes de esta pantomima llamada Democracia los mismos lucharon por nuestras libertades de igualdad y camino de una sociedad del bienestar. ¡Vamos, que esto era un paraíso!, pero de humo.

Gracias a Dios que solo creo en este pues el resto solo está inventado para crear un negocio y que se lucren unos cuantos.

Mi generación, poseedora de esta asquerosa herencia y los que están por encima de mí, ya sean blancos o colorados, han tirado por los suelos mi buena educación y el ejemplo a seguir de cómo dirigir este país.

Fijaos que un té mañanero da para reflexionar y tirar de historia: cuando Moisés se fue al Sinaí, al pueblo le dio por desmadrarse y vivir en una Ibiza eterna mientras el muy egoísta gozaba de Dios para él solo. Cuando bajó y se encontró la revolución, se puso flamenco y todo volvió a su sitio, que para eso le costó tanto sacarlos de Egipto.

Cuando el hijo de Dios se descuidó un momento, a su gente le dio por mercadear dentro de la casa de su padre. Menudo mosqueo se cogió y lo mandó todo al garete, eso sí, luego murió por todos nosotros para darnos una oportunidad.

Han pasado dos mil y pico de años y el hijo no baja de nuevo ¿para qué? Su padre es capaz de juntar tierra y mar y descabritarnos a todos al abismo, o quizás se ha aburrido y que corramos con nuestra suerte. Y no aprendemos, porque mientras nos dormimos en los laureles otros aprovechan para saquear lo que se ponga por delante.

Si el jefe de la patria no se parte los huesos por una escalera ni nos enteramos de sus andanzas con un rifle. Es mejor pasárselo viendo fútbol todos recogidos, así no nos enteramos de nada y nuestro cabreo lo pagamos con el equipo rival, pero si gana España allí que vamos todos patriotísimos ondeando banderas y quemando contenedores.

España es más que un partido de fútbol, señores, más que cuatro gaviotas con el ala rota y más aún que un puñado de capullos de rosas marchitos, que ya no tienen nada que ofrecernos.

¿Y si diéramos paso a una generación nueva, escarmentada por todos estos males? ¿Cambiaría el panorama o quizás haría lo mismo que estos seres?

¡Españoles, la Democracia y el Bienestar han muerto!

¡Lo que da de sí un área de descanso!

Capítulo XXVIII. El pájaro herido