Tardes de Cola Cao bien frío, bocadillo de nocilla y rodillas llenas de costras. Negros como el tizón y con cada nudo en el pelo por el que cuesta una llantera hacer la trenza. Codos desollados con el estropajo y también los talones.
Arreglados con la misma tela de cortina vamos a misa los domingos, bien lavados y peinados, claro que eso dura lo mismo que una piruleta en el rellano de la escalera. Un cartucho de pipas, una peseta de caramelos y juegos en la calle hasta media noche. Las leonas, mientras desuellan al pescadero con el rabillo del ojo, vigilan a sus cachorros.
Un perro viejo y sarnoso se me acerca tembloroso y le doy medio bocadillo, el otro medio me lo sustrae el bruto del pueblo.
Madre: Niña ¿es que eres tonta?, cuando seas grande al primero que pase le darás la honra
Niña: ¿Qué es la honra madre?
Madre: Hija mía un regalo que nos hizo Dios para entregarnos en cuerpo y alma al marido.
Niña: Ya entiendo, fregarle, limpiarle y ponerle las zapatillas para ver la tele.
Verano del 79, recuerdos de bicicleta y juegos en la calle, tiempos vividos que nunca serán lo mismo.