lunes. 29.04.2024

Las patologías en corredores de fondo se producen básicamente por tres problemas de base, como son el uso de un calzado incorrecto, una técnica deportiva no depurada y una biomecánica personal patológica, sobre todo con amplitudes de movimiento demasiado elevadas en movimientos pronosupinatorios en determinadas articulaciones del pie durante las diferentes fases de apoyo del pie en la carrera.

La primera pauta, común a cualquier deporte, es realizar unos entrenamientos adecuados, periódicos y progresivos, acomodado al estado físico del deportista, es decir, adaptado individualmente. Nunca se debe intentar correr una distancia sin una preparación previa. Hay que ser rigurosos en estas pautas, ya que es el entrenamiento el que prepara a las estructuras musculotendinosas para que se encuentren en perfecta capacidad y potencia, y sean capaces de proteger a las estructuras óseas de las temidas fracturas por estrés.

El corredor tiene una herramienta fundamental que no se debe obviar. El pie hay que mimarlo, es tan importante o más como planificar un buen entrenamiento. Es el primero en recibir los impactos y las fuerzas de reacción en cada uno de los pasos. Aunque sea un trote ligero de entrenamiento, las fuerzas de reacción se ven multiplicadas respecto a las fuerzas normales mientras se camina, llegando soportar hasta tres veces nuestro peso corporal. Es por ello que hay que mantener en perfectas condiciones el pie, pues cualquier anomalía o patología, por pequeña que sea, dará al traste con el entrenamiento o la carrera.

Para cuidar de la piel de nuestros pies, se aconseja el uso de cremas de ureas o vaselina para que la piel del pie se encuentre siempre con un buen grado de elasticidad y de flexibilidad. Esto significa que estará preparada para los cambios de volumen del pie a lo largo de la prueba, y para los distintos movimientos y fricciones que sufrirá evitando la aparición de ampollas, erosiones o heridas. Con el entrenamiento y la mala hidratación de la piel también aparecerán hiperqueratosis y helomas (durezas y callos). Evite los baños de agua caliente antes de la competición, ya que debilita la piel.

Los calcetines no deben oprimir pero conviene que queden ajustados. Que sean cortos, sin costuras y que faciliten la salida del sudor. Si tienen costuras, úselos al revés, con la costura hacia fuera, y a poder ser de materiales naturales.

Después de meses de entrenamiento el corredor conoce las zonas del pie donde tiende la aparición de ampollas y otras lesiones. No espere a su aparición, coloque apósitos en las zonas de riesgo de forma preventiva (COMPEED).

Hay que cuidar de que las uñas estén correctamente cortadas, y libres de infección. Es importante evitar pequeños golpeteos  o fricciones en la parte superior o delantera de la puntera de la zapatilla. Estos pequeños impactos pueden acarrear hematomas subungueales, con la posible caída de la uña y en casos más graves exostosis subungueales. Si la uña está parcialmente desprendida véndela con esparadrapo.

Elija bien el número del calzado, teniendo en cuenta el uso de plantillas u ortesis digitales. Bien acordonado, con acolchamiento para el cordonaje para evitar tendinitis en extensores por fricción con cordones. El material sintético debe permitir la transpiración del pie y amortiguación adecuada para salvaguardar al pie de problemas como metatarsalgias, esguinces, bursitis, fascitis plantar, tendinitis aquilea, de tibiales y peroneos o incluso procesos artríticos en determinadas articulaciones. Y por supuesto no estrenar calzado deportivo en las competiciones.

Es importante realizarse un estudio biomecánico, incluyendo un estudio de la pisada por parte de un podólogo, para evaluar la posible utilización de dispositivos ortopédicos, ortesis de silicona o plantillas en caso necesario, de esta forma se evitarán diversas lesiones de las expuestas anteriormente, e incluso puede verse aumentado el rendimiento del ejercicio.

Cuida a tus pies y ellos te llevarán a la meta.

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