jueves. 28.03.2024

A inicios de la década de 1980 finalizaba una práctica que se había convertido en toda una tradición navideña: el recibir en todos los hogares la visita de alguno de los profesionales con los que las familias españolas estaban habituadas a tratar (el cartero, sereno, barrendero, la lechera o modista del barrio…) quienes se presentaban ataviados con sus mejores galas y llevaban consigo una tarjeta con la que felicitaban las Pascuas y fiestas de Navidad.

Cada vecino gratificaba a estos empleados, que habían estado serviciales a lo largo de todo el año, con una propina conocida popularmente como ‘aguinaldo’.

Muchas son las personas que creen (erróneamente) que esta costumbre nació durante el franquismo (posiblemente esta creencia surgió porque dejó de practicarse tras finalizar el periodo de dictadura), pero en realidad la tradición de pasar por las casas entregando una felicitación navideña tenía un siglo y medio cuando dejó de realizarse.

La primera constancia que se tiene es de 1831 (algunas fuentes indican que fue en 1832), año en el que los trabajadores del ‘Diario de Barcelona’ decidieron imprimir unas postales de felicitación para que fuesen entregadas en mano por los repartidores a los suscriptores de este periódico.

Parece ser que la idea de recibir una felicitación impresa por parte de los trabajadores del rotativo gustó a los lectores y estos lo agradecían mediante un aguinaldo. Esto animó a que décadas después los profesionales de otros oficios copiaran la original idea e hicieran lo propio (a finales del XIX y principios del XX raro era el oficio que no felicitase las fiestas de este modo).

Estas tarjetas de felicitación se caracterizaban por llevar una ilustración (en la década de 1890 empezaron a ser a todo color) que mostraba a un trabajador de un gremio concreto, con una leyenda que venía a decir: ‘El ebanista les desea Felices Pascuas’,  ‘El cartero les desea Feliz Navidad y Año Nuevo’ o ‘El pastelero felicita a usted las Pascuas de Navidad’ (por poner tan solo tres ejemplos). En el reverso de la postal se incluía una poesía que trataba sobre los servicios prestados por dicho profesional.

Por ejemplo la poesía en la felicitación del carretero decía así:

Por fin llegó la Navidad
que es la fiesta señalada
primera en ser celebrada
con pompa y felicidad.
Hoy es del Señor el día
en que con gozo debemos
disfrutar cuanto podemos
con gran placer y alegría.
Que gocen, pues, con placer
comiendo pavo y turrón
deseamos de corazón,
cumpliendo así nuestro deber.

Cabe destacar que a medida de que fueron adquiriendo popularidad estas felicitaciones también consiguieron que una parte de los habitantes de muchas poblaciones se opusieran a las mismas, debido a que cada vez eran más las visitas que se recibían por parte de diferentes colectivos de trabajadores y siendo casi imposible ser generoso (a través del aguinaldo) con todos ellos.

Las mejoras salariales y de las condiciones laborales a finales de la década de los ’70 (con la llegada de la democracia) hicieron que poco a poco fuera desapareciendo la costumbre de ir a felicitar las navidades casa por casa, quedando para el recuerdo aquellas postales navideñas.

Alfred López (extraído del blog Ya está el listo que todo lo sabe.Publicado en 20minutos.es)

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