jueves. 28.03.2024
OPINIóN

El 8 de Mujer-Trabajadora-Madre o No hay contrato fijo, no tengo hijo

Hace ya más de un siglo se estableció la “fiesta” con un sabor amargo – 8 de Marzo, el día internacional de la mujer trabajadora. No se trataba de recibir año tras año bombones y ramos de flores –se trataba de salir del feudalismo laboral, del poder infinito del amo, cuyo nombre es Hombre, Macho, Varón.  

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Las semillas de la lucha de la Mujer por sus derechos principales se sembraron en el siglo XIX, crecieron durante todo siglo XX. Llegó el siglo XXI y aquí estamos – sin poder recoger la cosecha digna. La yerba mala de machismo está ahogando los brotes de igualdad en todas las esferas. Cualquiera que esté bien de la cabeza reconocería que ya “nos toca” no solo dentro del sistema de educación, en el puesto laboral, en el mundo de la cultura y deporte, sino también en nuestro pequeño mundo – en la familia. Por la vida…

Seguro que hoy todos los medios de comunicación van a explotar a tope el tema de la desigualdad, violencia de género, acosos sexuales, todo lo que se suele llamar “machismo”. Y yo quiero advertiros de que en el campo de la lucha por la igualdad estamos perdiendo nuestra unicidad de ser Madre.

Os recuerdo que una de las primeras huelgas de las mujeres-trabajadoras en Nueva York tuvo tres puntos claves: subida de sueldo, reducción de las horas laborables hasta diez horas al día y ¡derecho a amamantar a sus hijos dentro de la jornada! Es decir, la Mujer-Trabajadora luchaba para poder ser Mujer-Madre. Durante el siglo XX nos acercamos a los hombres tanto en el trabajo igualitario como en la de tener hijos. En el siglo XXI seguimos caminando torcidas, desigualadas, aunque ahora nos ayude el bastón del empleo.

Paradójicamente, cuanto más terreno ganamos, menos estable es nuestra vida. Parece que en el Planeta Hombre hay algunos agujeros espacio-temporales que nos hacen retroceder en nuestro propio programa vital. La prudencia y la disciplina van por defecto en nuestros ajustes de fabricación y eso ayuda a las mujeres a conseguir buenos resultados en su formación. Normalmente acabamos los estudios universitarios a tiempo, en cualquier caso antes que nuestros compañeros chicos. ¿Seremos también primeras en encontrar el primer empleo? Paradójicamente, no. Porque no somos nosotras sino “ellos” quienes eligen cuándo y cómo llenar la cuota del 30% de trabajadoras. La competencia para meterse dentro de este túnel estrecho es tan alta que el “amo” siempre tiene “suficientes mujeres” para elegir. Así que la recién diplomada recibe el puesto de becaria con sobreesfuerzo y una limosna en vez de un salario digno, y ¡cómo no! muchas promesas de crecimiento profesional… Y la mujer, perfectamente formada, con experiencia evidente, con liderazgo personal y con la necesaria ambición recibe un puesto de trabajo y un contrato temporal, y ¡cómo no! muchas promesas de crecimiento profesional…

Naturalmente a “la becaria” le costará poder independizarse de los padres hasta a lo mejor casi los treinta años, o hasta que tenga, por lo menos, el dichoso contrato temporal. Y visto lo visto estas mujeres-trabajadoras se atrevan a formar una familia y tener hijos hasta que no tengan un hueco laboral asegurado, ¿a los treinta y cinco años, a las cuarenta?

Y ahora viene la pregunta importante… ¿Estaban ellas formadas y preparadas para unos puestos de trabajo en un nivel más alto? Sí, pero está claro que “la dirección” nunca las ha tenido en la consideración. Lo más importante es que esté cubierta la dichosa cuota del 30%, según decida “el amo”. De aquí emana la desigualdad salarial. No es que las mujeres recibamos  menos dinero por el mismo trabajo… No. Lo que ocurre es que se aprovechan de nosotras en unos puestos de trabajo subvalorados para el nivel de educación y experiencia que tenemos. A pesar de adelantar a los chicos en la línea de “start” dentro de la formación educativa, siempre llegamos atrasadas en el “finish” de la carrera profesional que, por supuesto, repercute en el valor de la medalla final: unos reciben la pensión del oro, y otras tan solo del bronce.

Con estas circunstancias la mujer moderna se convierte en una madre-primeriza a la edad de 36 años, como media. Precisamente cuando aumentan diferentes riesgos tanto para el futuro niño, como para la propia madre. Parece que el éxito de la maternidad está directamente sujeto al éxito profesional. La fórmula es: no hay contrato fijo, no tengo hijo. Después del nacimiento a la Mujer-Trabajadora-Madre le queda la miseria de tan solo 4 meses de vacaciones “maternales”  para el cuidado del bebé. Una barbaridad, una pena, un disgusto y un trauma tremendo para los dos, la madre y su bebé, a la hora de la despedida… ¿Qué hacemos nosotras? ¡Nos apañamos! Renunciamos a las horas de lactancia para poder sumar unos días a las vacaciones por maternidad, y en ese mismo paquete van sacrificadas las vacaciones anuales… Inmolamos lo nuestro, lo trabajado con la finalidad de  disfrutar de experiencia de maternidad. Naturalmente, también disfrutamos del estrés: trabajo, familia, lactancia… Rutina de la que no podemos descargarnos durante las vacaciones porque, ¿os acordáis?, ya las hemos sacrificado.

Seis meses es el periodo mínimo para que un recién nacido reciba la inmunidad pasiva adquirida de manera natural, es decir, con la leche materna. Con medio año de vida solo empezará a sintetizar sus propios anticuerpos para protegerse contra las infecciones bacterianas. ¿Pero será el tiempo adecuado para independizarse de la madre? La Organización Mundial de la Salud aconseja a las madres seguir con la lactancia hasta que su niño cumpla dos años. Pero recordamos, de nuevo, que ya hemos gastado nuestras horas de lactancia para poder estar con el bebé los básicos 6 meses… ¡Nos apañamos! Todavía nos quedan tardes-noches y también las horas de la madrugada, y ¡cómo no! ya somos especialistas en congelar la leche para que se la den al niño por el día. Quién se la dará y a qué precio es otro tema. Pero volvamos a la lactancia por la que sacrificaron su vida más de cien mujeres-trabajadoras de una fábrica textil en Nueva York. Con el fin de que ellas y las posibles seguidoras aprendieran las reglas del mundo Hombre, el dueño las quemó vivas dentro de su propia fábrica. Somos una especie que se adapta a todo (excepto a la muerte) y la mujer tiene una capacidad de evolución tremenda y por eso ¡nos apañamos! Dentro de las que a pesar de todo pudieron “arreglárselas”, hay muchas que renunciaron a dar de mamar: unas por los horarios de trabajo estresantes, otras porque nadie podía dar las tomas del día al niño y al final el peque rechazó el pecho, o porque por las pocas veces de dar el pecho, los senos dejaron de producir la leche (aquí sí que funciona la ley de demanda – producción)…

Volviendo al trabajo nos encontramos con la ignorancia de los jefes a la hora de atender a nuestras ambiciones laborales. Todo el camino ascendente por la escalera de la carrera laboral que se había hecho antes de hacerse madre se viene abajo y nos volvemos a los primeros escalones otra vez. Y es que se considera que una mujer con compromisos familiares y personales no puede optar a un puesto de alta responsabilidad, suponiendo que en una situación extrema ella daría prioridad a su hijo enfermo antes de echar horas-extras en la presentación de un proyecto (¡Y cuánto les gustan las horas extra a los jefes españoles! ¡Y cuánto les encanta que los/las trabajador@s las hagan gratis! A la hora de aprovecharse de l@s subordinad@s la igualdad funciona como nunca). Entonces es cuando la mujer-trabajadora-madre elige su rumbo. Está casi segura (porque no es ni ciega, ni tonta, y ve qué pasa con sus colegas-mujeres) que no podrá conseguir ningún ascenso por lo menos durante los siguientes cinco años, momento en el que según los jefes puede volver al tapete verde del juego. Lo más probable es que apueste por la jornada reducida y así disfrutar de su maternidad con el coste de una buena parte del salario. Y va “all in” juntando un par de niños. Otra vez de nuevo. Los mismos sacrificios por escuchar el reloj biológico que hace tic-tac-tic-tac… Y ya tienes casi cuarenta años…

Y con cuarenta y tantos volvemos al juego grande. Entonces, nos damos cuenta que en escalera de la carrera profesional nos adelantó un chaval o una chavala que van ligeros de equipaje mientras nosotras “cargamos” con los niños atados a un portabebés y con el neceser de las tareas maternas. Nos damos cuenta de que tenemos que “aprender” de nuevo lo que ya hemos digerido y deshecho hace tiempo. Porque nuestro jefe piensa que la maternidad degrada la educación y la experiencia. Y los 30% están cubiertos, no tiene importancia con qué calidad de puestos y con qué salarios. ¿Qué vamos a hacer? ¡Nos apañamos! La mayoría elige nadar a favor de la corriente y seguir buscando un compromiso razonable entre la responsabilidad laboral y maternal. Unas pocas van a elegir el método “salmón”, desgastándose en su lucha por el sueño profesional, mientras los niños pasan horas con los abuelos, tías, educadoras, y hasta niñeras de 24 horas por 7 días por semana. En cualquier caso el reloj laboral ya hace tic-tac-tic-tac, y nos queda poca posibilidad de ascensos antes de la jubilación.

¡Pero lo hemos conseguido! Nuestro derecho a pagar ocho horas de nuestra vida y la vida de nuestros hijos al día por el salario que vamos a gastarnos en las guarderías, niñeras, ludotecas, regalos para compensar nuestra ausencia, para vestir a los niños con las mejores prendas y que todos en la misa del domingo vean cómo su madre hace todo lo posible por sus hijos, y ¡cómo no! comprar algo para nosotras, por ejemplo, una casa (¡Es lo quedará para los hijos!), un coche y ropa de moda, y algo más: un fisio y de paso un psicólogo para “apañarnos” de nuevo…

Hay otra opción... No tener hijos. Y poder saltar por la escalera laboral con toda la fuerza de la sublimación que da no ser madre. A los jefes del siglo XXI les gusta sentirse feministas, generosos, humanos – ellos necesitan Mujeres-Trabajadoras en sus plantillas. Mujeres-Trabajadoras que siempre son prudentes, disciplinadas, creativas, sacrificadoras, responsables y fieles a su carrera profesional cien por cien. Al jefe le gusta ver cómo en la escala profesional sube una figura de pechos firmes y piernas sin varices. La va a situar en lo alto de su huerto, la va a vestir un traje nuevo, a ponerle un sombrero elegante, la va a situar en cruz y a tapar su escote con un anuncio que advierta: ¡Fuera, pájaras, el 30% de esta tierra ya está cubierta! Y aunque sea verdad y el treinta por ciento de la huerta esté cubierto  con brotes femeninos, la tierra, esta tierra no será regada, ni abonada con la igualdad.

El 8 de Mujer-Trabajadora-Madre o No hay contrato fijo, no tengo hijo