lunes. 29.04.2024
Opinión

Una bella exposición fotográfica

A propósito de una exposición reciente convocada por AFAMMER en Valdepeñas, con fotografías de época sobre la Primera Comunión y en la que se percibiese el entorno rural, este evento nos ha hecho reflexionar sobre la fotografía, arte y pasión tan arraigado en Valdepeñas gracias a la Asociación “Albores” y a su Presidente Don Alfredo Sánchez. Desde la estética barthiana de la fotografía, la teoría sobre el “punctum” y el “studium” constituye ya el criterio clásico para clasificar una foto artística de buena o de obra de arte. 

fotografia

Toda fotografía buena debe tener “studium”, pero no toda fotografía con studium tiene el “punctum”. El studium tiene que ver con la cultura fotográfica y el gusto del artista, cosas ambas que las puede proporcionar el conocimiento académico – incluso “el gusto” es académico, tal como señalaba Montesquieu en su famoso ensayo-. Pero el punctum de una fotografía es el azar que en ella nos despierta. El punctum surge de la escena  fotografiada como una flecha que viene a clavarse en nuestra mente. El punctum puede llenar toda la foto, aunque lo más frecuente sea un detalle que deviene en algo prustiano. Como la foto en la mencionada Exposición de AFAMMER de la niña comulgante con las manos en el pecho, con infantil arrobo místico, su preciosa boca de pato, propia de los niños, y que con tanta maestría sabía esculpir en sus relieves el gran Donatello, y cuyo punctum está en la cruz de palo que se levanta en su espalda como una sombra jungiana. El punctum es algo íntimo y, a menudo, innombrable. El gran fotógrafo es un taxidermista que plasma un momento que sabemos que nunca se repetirá. En cierta forma es un deseo estético de conservar “así” la vida que eternamente mata los instantes.

La fotografía nos conmueve cuando logramos salvarla del parloteo habitual. No decir nada; cerrar los ojos dejando que el detalle remonte sólo hasta la conciencia efectiva. Toda fotografía es la luz diferida de una estrella, una especie de cordón umbilical que une el cuerpo de la cosa fotografiada con la mirada no de nuestros ojos, sino de nuestra alma. La antigua fotografía, como la que aquí exponemos, es una Metafísica sensu stricto. Las actuales fotografías digitales no pueden tener punctum porque carecen por completo del misterio inefable de la magia de la plata fecundada por la luz. Afortunadamente todas las fotografías aquí presentes son hijas del arcano misterioso de la alquimia.

De acuerdo con las bases del certamen, el Jurado no ha podido premiar la foto con mejor punctum – que es la citada de la niña arrobada con las manos cruzadas en su pecho delante del punctum que representa la cruz de palo -, porque entre las bases se hablaba de que se representara el entorno rural. Y ésa sí la tiene la preciosa foto premiada, en la que se ve un grupo de niños de primera comunión delante de su párroco en La Mancha profunda de hace más de cincuenta años. Por la disposición de los niños y el sacerdote, enmarcado en tres grandes triángulos concéntricos, referenciados en el sexo y el color, hay que reconocer que esta preciosa foto de época tiene studium, y mucho tiempo invertido en su puesta en escena, pero también tiene punctum, que es la hilera de casas en el horizonte de la plaza por la que circula fantasmalmente algún transeúnte mal vestido. Ese punctum revela como nadie la dura realidad y miseria de aquellos años. Enhorabuena, en fin, a la foto premiada, y aconsejamos al dueño o la dueña de la niña mística con las manos cruzadas en el pecho que jamás se deshagan de ella.

Sin duda el gusto por la fotografía en este pueblo nace de su vocación plástica, subrayada por la enorme nómina de pintores que tiene Valdepeñas, tal como prueba don Enrique Pedrero en su estupendo libro sobre la pintura del siglo XX en Ciudad Real.

 

Una bella exposición fotográfica