Ni el PSOE, ni España, pueden permitirse una política de esperar a ver qué pasa, a verlas venir, a esperar que el tiempo todo lo solucione. Más que un deseo es un ansia necesaria de que todo cambie, la economía y la política. Circunstancias, que todos ya vamos entendiendo, nos han llevado a una crisis económica y política de primerísima magnitud. No se trata de adoptar medidas para arreglar este o aquel problema. Se trata de cambiar profundamente toda la estructura por la que se rige actualmente la sociedad. Una estructura equivocada que nos ha conducido a la etapa más nefasta de los últimos tiempos.
Por tanto, el cambio de hace 32 años, y el cambio que hoy reclama una mayoría, tenía y tiene un mismo móvil: el deseo, la necesidad de un cambio inaplazable. De ahí las expectativas que ha despertado el Congreso del PSOE. La responsabilidad del nuevo secretario general y de la nueva ejecutiva es tan grande que no puede fallar. El cambio tiene que producirse sí o sí. Tan necesario como comer, es el proceso de cambio que espera, con agonía, una mayoría social.
Cambiando el PSOE, para cambiar España. Ese debe ser el objetivo. Y para ello ya no sirven los discursos mitineros, ya no sirve enervar a la multitud agolpada en un auditorio; es la hora de propuestas globales, pero concretas. Hay que desmontar la falacia de que lo que se ha hecho para salir de la crisis era la única vía posible. No. Hay otras vías. Hay un programa socialdemócrata, hay que establecer una serie de prioridades, diferenciadas del neoliberalismo imperante. Hay que abandonar la obsesión de buscar votos por la izquierda y por el centro. Sobra eso de que hay que centrarse. Hay que satisfacer las necesidades perentorias de una mayoría social. Hay que establecer, con voluntad política, un programa socialdemócrata, y basta.