domingo. 19.05.2024
OPINIóN

En el centenario de la Gran Guerra

Con motivo del Iº Centenario de la llamada Primera Guerra Mundial, denominación que surge después de la Segunda Guerra Mundial, del mundo de los expertos en Historia Contemporánea, no sólo militar y política, sino también social y cultural, se han publicado al menos media docena de investigaciones que se convertirán sin duda en piedras angulares insoslayables para cualquier estudio posterior. Como apasionado que soy de la historiografía clásica militar ( Heródoto, Tucídides, Jenofonte, Polibio, Arriano,  César, Livio, Veleyo Patérculo, Tácito, Orosio…), he leído con entusiasmo seis libros referentes a esta efemérides durante este 2014, sobresaliendo en mi modesto entender la obra de Peter Hart, The Great War.

gran guerra

Las balas que el joven terrorista Gavrilo Princip disparó contra el archiduque Francisco Fernando y su esposa Sofía en Sarajevo el 28 de junio de 2014 no fueron más que la chispa (“scintilla”) que todos anhelaban para poder poner en marcha todos los colosales preparativos de guerra que las grandes potencias europeas llevaban organizando y fabricando desde la visita del Káiser a Tánger, en 1905. Nueve años febriles de fabricación incesante de las armas más mortíferas. Hay que decir que la afirmación del Jefe del Estado Mayor de Alemania, Helmuth von Moltke, pronunciada mucho antes de estallar la guerra, “He de decir que, si al final la situación se desborda, estamos preparados; para nosotros, cuanto antes, mejor”, fue pronunciada en distintas versiones por los jefes de los respectivos ejércitos inglés, francés y ruso.

En ninguna guerra anterior y posterior ha valido menos la vida del soldado que en la Primera Guerra Mundial. Una mezcla de incompetencia, frivolidad asesina y desprecio por los propios compatriotas soldados de aquellos generales – sobre todo franceses y algún británico - convirtieron en desbordantes y apocalípticas carnicerías batallas como las de Neuve Chapelle, Ypres, Loos, Verdún o el Somme. Sólo en la Batalla de Verdún, entre franceses y alemanes, murieron 646.000 soldados, casi el doble de todos los muertos en la Guerra Civil española. Como se ve, la raza española no es una raza especialmente despiadada en comparación con los franceses y alemanes. Sólo en el primer año de Guerra los franceses sufrieron más de dos millones de bajas. Y sólo en un día de la Batalla del Somme murieron 22.312 ingleses. Tres mil quinientos cañones separados por ocho metros de distancia creaban cortinas de fuego movibles que arrasaban toda vida en las líneas enemigas, que se veían obligadas a trazar tres, cuatro o cinco trincheras paralelas comunicadas con subterráneos con la profundidad del Metro de Madrid, y que se convertían en un tremedal infernal de fuego y ruido ensordecedor apocalíptico.

Si la guerra finalmente la acabaron ganando los llamados aliados con la entrada de los EEUU en liza y todos sus casi ilimitados recursos, aunque parezca una paradoja, desde el punto de vista de la ciencia militar, sólo los ejércitos alemán y turco mostraron una maestría táctica y estratégica que da derecho a llamar geniales a sus grandes generales. Todavía Galípoli ( cerca de Constantinopla) y Kut (en Mesopotamia) llenan de gloria a los turcos, muy inferiores a los ingleses en recursos, y de vergüenza al Imperio Británico. Incluso en el mar la Flota de Alta Mar del Almirante alemán Reinhard Scheer, casi deja fuera de cobate a la Gran Flota británica de John Jellicoe. Si EEUU no hubiera intervenido en la Gran Guerra y los transportes británicos por mar no se hubiesen movido en forma de convoyes, los submarinos alemanes U-Boot hubieron llevado el hambre al Reino Unido, y los ingleses hubieran tenido que pedir la paz – tal como el propio John Jellicoe la pedía -

 La Gran Guerra supuso el triunfo del bolchevismo en Rusia como rechazo a la guerra y a las matanzas de soldados, y estuvo a punto de suponerlo en Francia por la condición de asesinos en masa de algunos de su propios generales, como el general Nivelle, si Estados Unidos no hubiese entrado oportunamente en la Guerra inmediatamente después de las Batallas de Arras y la del Camino de las Damas, que produjo miles de muertos, y 32.310 desertores, a pesar de las ejecuciones de “soldados cobardes” (531). También 23.385 fueron acusados de amotinamiento en diversos grados. Sólo la aparición de EEUU en la Gran Guerra salvó a Francia de la Revolución. Alemania prometió a Méjico, con el objetivo de internacionalizar la Guerra tras la entrada en ella de los americanos, que ayudaría militarmente a la República mejicana para recuperar Nevada, Nuevo Méjico y Texas, que constituye el Méjico irredento. El gobierno laicista mejicano no cayó en la tentación.

Tras la destitución del desalmado Nivelle, y la elección de Petain, la suerte de los aliados comienza a cambiar.  La primera gran victoria en Francia es obra del general inglés Plumer, a las órdenes del todopoderoso Haig. Se trata de la batalla de Messines. A partir de ese momento Alemania comienza a perder de forma irremediable la guerra, iniciando su agónica caída. El Imperio Austrohúngaro se disuelve. El fascismo comienza en Italia, y nace para estar en latencia un lustro en Francia y Alemania. El mundo sale de la Gran Guerra totalmente cambiado, desgarradoramente cambiado, inhumanamente cambiado, desoladoramente indiferente ante el horror que sufren los demás. Somos aún hijos de la Primera Guerra Mundial.

En el centenario de la Gran Guerra