viernes. 29.03.2024

El motivo de la visita de los reyes actuales, programada dentro de una gira por Castilla-La Mancha con motivo del IV centenario de la muerte de Cervantes, es muy diferente del que empujó a su bisabuelo don Alfonso de Borbón hasta la capital del Campo de Montiel. En aquella ocasión fue la celebración de una cacería en su honor en el coto Los Hoyuelos, propiedad del exdiputado Andrés Gutiérrez de la Vega, lo que propició la visita real.

Como en tantas ocasiones desde la década de 1880 los cotos del Campo de Montiel, principalmente La Fuenlabrada, propiedad del conde de Leyva, en las cercanías de Villahermosa, y Los Hoyuelos, en el término de Montiel, eran objeto de expediciones cinegéticas de varios días por la aristocracia madrileña. Ambos cotos eran menos extensos que el conocido y famoso coto de Mudela, sin embargo según los aficionados a la caza, la abundancia de perdices, la calidad de los ejemplares de tipo roja, y la orografía del terreno, les otorgaba un atractivo especial para este deporte. El coto de Los Hoyuelos fue arrendado para caza en diversas ocasiones por sus propietarios. En 1926 lo explotaba como cazadero el capitán Manuel González de Jonte y Corradi, exprofesor de los infantes, y amigo personal del rey, anfitrión de la cacería real que se celebró los días 30 de noviembre y 1 de diciembre de ese año.

El rey Alfonso XIII, acompañado del conde de Maceda, montero mayor de la casa real, del príncipe de Asturias, don Alfonso, el infante don Jaime, además de otros aristócratas y la escolta, llegaron desde Madrid a Manzanares en tren la tarde de 29 de noviembre. En la ciudad del Azuer se alojaron en la casa palacio de los marqueses de Salinas o casa Jonte donde residía Manuel González de Jonte, junto a su esposa Manuela Chacón, anfitriones de la visita y organizadores de la cacería regia.

El rey Alfonso XIII en Infantes

Desde que se conoció la llegada del rey a Manzanares los vecinos de Villanueva de los Infantes y las autoridades locales se afanaron en adecentar y decorar la carrera por la que pasaría la comitiva real en dirección a Montiel. El día 30 de noviembre la calle Empedrada una de las más nobles de la ciudad y que comunica la carretera de Manzanares con la de Montiel amaneció cuajada de arcos de triunfo construidos con follaje y retamas, balcones engalanados, y cartelas con vivas al rey. Las campanas de la torre de San Andrés voltearon pasadas las 11 de la mañana anunciando a los vecinos el paso de su alteza. La muchachada se agolpaba en la explanada de san Sebastián, entrada de Infantes por La Solana, para ver llegar el coche real. Don Alfonso tuvo la deferencia de parar y saludar a la corporación municipal, presidida por Manuel Rodríguez Serrano, y al obispo don Narciso Esténaga que se encontraba en Infantes de visita pastoral por el Campo de Montiel. Ambos arrancaron el compromiso al monarca y sus hijos de realizar una visita más detenida a la ciudad de vuelta del coto de Los Hoyuelos. La monarquía pasaba por horas bajas en aquellas fechas y desde luego no escatimaba la oportunidad de darse un baño de multitudes.

A las 7 de la tarde, conforme a lo acordado, el rey y la comitiva que le acompañaba visitaron Infantes. Tanto las autoridades locales, como religiosas, y vecinos, lo recibieron en la plaza Mayor entonces denominada de la Constitución. Quiso la mala fortuna que la tormenta de nieve que arrastraba el rey desde Manzanares, y que había dificultado notablemente la cacería en Montiel, arreciara en Infantes. No recordaban los más ancianos del lugar una tormenta de nieve tan copiosa como aquella en la se sucedieran por igual relámpagos y truenos con la caída de varias chispas eléctricas incluidas. A pesar de las medidas extraordinarias que según informó la empresa eléctrica que suministraba de energía a Infantes desde Ruidera había desplegado para evitar cortes en el fluido eléctrico, nada más bajarse del automóvil el rey Alfonso un apagón dejó a oscuras la ciudad. Algunos de los más viejos del pueblo aun recuerdan ese instante cuando observaron a un rey resfriado que usaba un pañuelo ribeteado en negro con la letra erre mayúscula bordada mientras saludada a las autoridades en los soportales de la plaza.

Imagen. Plaza Mayor de Villanueva de los Infantes en 1926, fotografía de Charles Alberty.

plaza mayor infantes (Copiar)

Ante la imposibilidad de acceder al salón de plenos del ayuntamiento por la falta de luz eléctrica la comitiva real pasó a visitar la iglesia de San Andrés donde aún se conservaban lámparas de cera que iluminaran. El obispo actuó de cicerone y mostró al rey el templo donde admiró no sólo el retablo mayor, hoy desaparecido, sino la joya más preciada que esta iglesia tenía, una cruz con numerosas reliquias incrustadas, denominada Cruz de la Reliquias, y que era de gran veneración. Por fin restablecido el suministro eléctrico, el rey subió al ayuntamiento desde donde accedió a un balcón para saludar a los vecinos que se congregaban en la plaza para conocerlo. Como recuerdo de aquella visita el ayuntamiento acordó dedicar la calle de las Tiendas a don Alfonso que pasó a denominarse de Alfonso XIII por lo que encargó seis cartelas a la fábrica de piedra de Loreto Donado-Mazarrón de Valdepeñas con las dedicatorias,  además de otra conmemorativa de la visita que por ironías de la historia en la actualidad está reutilizada en el santuario de la Virgen de la Antigua con otra dedicatoria en su reverso.  

Un recuerdo muy dulce: los bizcochos alfonsinos

El ayuntamiento preparó para el monarca y sus acompañantes en el salón de plenos decorado para la ocasión un generoso refresco compuesto de pasteles, bizcochos, té y otras bebidas que costó la nada despreciable cifra de 583 pesetas de la época al erario municipal. El encargado de elaborar y preparar el aperitivo fue la pastelería de Pedro Marco Contreras situada en calle de las Tiendas, que además contaba con una fábrica de gaseosas de gran calidad.

De entre los dulces infanteños que probó el monarca  destacó también un bizcocho glaseado con crema mixta que elaboraba desde 1886 otra confitería de la ciudad, La Providencia, situada en la calle Quevedo, muy próxima a la anterior de los Marco. El artesano pastelero era Pedro López Lorenzo viejo conocido del rey pues había trabajado pocos años atrás como encargado de los mozos de comedor del palacio real. Pedro López saludó al rey a la salida de la iglesia y el monarca, como viejos conocidos, invitó al día siguiente a su amigo a acudir a la cacería de Los Hoyuelos. Cuentan los descendientes de esta tradición que fue allí donde el pastelero acudió con un surtido de bizcochos que desde entonces, y tal vez por iniciativa del propio rey, fueron conocidos en su honor como alfonsinos. Sea como fuere, las crónicas de aquella visita reflejaron en la prensa que el rey “quedó encantado de nuestras finas confituras” y desde entonces los alfonsinos constituyen el dulce más típico y demandado de Villanueva de los Infantes.

Imagen: Pastas de té y alfonsinos de la pastelería La Providencia de Villanueva de los Infantes

bizochos cervantinos (Copiar)

 

 

 

 

 

 

Cuando el rey Alfonso XIII visitó Villanueva de los Infantes