Aunque la universalización y la igualdad de oportunidades son los problemas comunes, es cierto que para su logro hay muy variados procesos. Las maneras de organizar los diferentes sistemas educativos constituyen un variado mosaico. Esas diferencias radican esencialmente en tres grandes pilares; la financiación, la formación del profesorado y la ordenación académica. Por tanto son las mismas metas a conseguir, pero por caminos diferentes.
La organización política y administrativa presenta importantes diferencias. Hay países donde la organización del sistema educativo está muy centralizada, como ocurre en Francia, y en la mayoría de los países del Este. En ellos las decisiones se toman en el Ministerio de Educación de los gobiernos centrales. En cambio, en otros estados la educación está tan descentralizada que su organización es competencia casi exclusiva de los gobiernos regionales. Son Alemania, Bélgica, o los países nórdicos. En este segundo supuesto, las diferencias son de tal calibre que a veces parecen, en cierto modo, sistemas distintos.
En España conviven las dos formas. Mientras es competencia del Estado central la legislación que rige el sistema, los gobiernos de las comunidades autónomas tienen la competencia de la gestión de todo el organigrama, la adaptación legislativa y curricular, y la financiación del sistema. Quizá el ajuste de ambas competencias no está perfectamente delimitado y produce en ocasiones ciertas discordancias, que no se han sabido atajar, hasta ahora. Como toda normativa necesita una permanente revisión.