lunes. 06.05.2024

Si el capítulo noveno termina con la palabra fe, en los siguientes iremos viendo las demás virtudes Teologales. Constantemente se van indicando conceptos del Catecismo, Nuevo Testamento y Concilio de Trento. Comienza el capítulo X con una velada descripción de la Extremaunción, a la que se dará el nombre de Bálsamo de Fierabrás. Ese ungüento que te salva la vida como explica Don Quijote a Sancho si en “alguna batalla me han partido por el medio del cuerpo...”

Pues bien, se trata del óleo o crisma bendecido por los obispos el día del Corpus Cristi, correspondiente al Sacramento de la unción de enfermos. 

Voy a intentar describir como en algunas líneas, Cervantes define los siete puntos del cuerpo donde se unge a los que están al borde de la muerte. En los primeros párrafos de este décimo capítulo (y habiendo dicho en el noveno que Don Quijote había quedado maltrecho después de luchar con el vizcaíno) aparecen las siguientes palabras: “viendo, tenerle el estribo, mano, oreja, falda de la lóriga, hablar, sudar el hopo”. Coinciden con los siete puntos del cuerpo donde se ungía: ojos, pies, manos, oídos, riñones, boca y nariz. Podemos leer como la caída de la mula del vizcaíno en el final del capítulo anterior, menciona exactamente los mismos puntos de unción. El final de cada capítulo te da pistas de lo que se debe buscar en el siguiente.

Además, nos indica al inicio que Sancho “se hincó de rodillas” y también dice “le ayudó a subir sobre Rocinante” que se puso a correr y Sancho no lo alcanzaba, proponiendo después buscar alguna iglesia. Antes le dijo Don Quijote que esta “no es aventura de ínsulas sino, de encrucijadas”, que yo diría cruces, porque todos los comentarios te llevan a presagiar la muerte de Don Quijote. En la veloz carrera de Rocinante se le va la vida a Don Quijote que despertó a las voces de Sancho. Después mantienen una conversación en la que Don Quijote se vanagloria y explica a Sancho los beneficios del Bálsamo de Fierabrás, “con el cual no hay que tener temor a la muerte”.

Hablan del famoso Yelmo de Mambrino, que según Orlando, hacía invulnerable a su poseedor. Sigue sangrando la oreja y Don Quijote predica un tipo de vida ascética a Sancho. Llegaron junto a unas chozas de unos cabreros.

Se hace mención a la fe y anuncia la esperanza para el siguiente capítulo. Se habla así mismo, del sacramento de la unción de enfermos y del perdón de los pecados y la penitencia (visita del vizcaíno a Dulcinea).

Comienza el capítulo XI con los cabreros, describiendo en paralelo como Don Quijote preside un auto de fe. Los detalles que Cervantes va relatando, nos llevan a concluir esa idea, que el autor no nos cuenta directamente y de lo que ahora iremos exponiendo cada detalle. Son este capítulo y los siguientes muy complejos, ya que aparecen infinidad de personajes y escenarios, y las descripciones son cortadas a veces de modo intencionado, para no dar mas pistas de las necesarias. Hay que prestar mucha atención desde este décimo primero hasta el vigésimo, porque son apasionantes, pero de muy fácil despiste.

En primer lugar, Cervantes describe a los curas como pastores, tal y como se hace en la Biblia, pero los cabreros son pastores relacionados con los cuernos y éstos con el diablo. Había un caldero que retiraron del fuego y en número de seis que fueron los primeros herejes condenados a la hoguera en Sevilla el 6/12/1481 de los que hay noticia. Tendieron unas pieles de oveja para sentarse, como hacían con las esteras en un autillo del Santo Oficio.

Ruegan a Don Quijote que se siente pero no sabemos si en calidad de presidente o acusado. Se sabe que el rey presidió varios Autos de fe en el siglo XVI. Se le ofrece una copa de cuerno y no para de correr el vino. Pues uno de los martirios era hinchar el estómago de los condenados con un embudo hasta reventar de agua. Haciendo mención del arcaduz de noria, que era otro martirio.

Sancho no quiere sentarse junto a Don Quijote, entendiendo de entrada que es por respeto, cuando ya han comido juntos en varias ocasiones, así que puede ser por miedo. La conversación entre Sancho y Don Quijote, se entiende de cortesía, pero puede entenderse como ingenuidad del hidalgo y temor del escudero, que sigue ejerciendo de Ángel de la Guarda .

La escena es cruda y mas, si pensamos en la imagen de San Lorenzo en la parrilla, que es lo mismo que la iglesia hace ahora con los herejes.

Don Quijote habla durante todo el capítulo, dando un discurso a caballo entre el paraíso del Antiguo Testamento y la Utopía de Tomás Moro.

Al final del capítulo habla un cabrero y presenta a Antonio, mozo de hasta veintidós años, tiempo que tardó en construirse El Escorial. Pudiera tratarse de Fray Antonio de Villacastín, encargado de las obras y animador en todas ocasiones. Se construye el Monasterio para enterrar a los Reyes y como casa de Dios. Este nombre, Antonio, retrata a varias personas, en mi opinión. Si nos detenemos en el sermón inmediatamente anterior de Don Quijote, tiene toda la pinta de los sermones de San Antonio de Padua, que en su prólogo nos habla del oro y el hierro, entremezclando Don Quijote ideas que pueden recordar a la Utopía de Tomás Moro.

El “tío beneficiado” que los cabreros relacionan con Antonio, podría ser San Francisco de Asís, Orden a la que perteneció San Antonio, que fue partícipe en el Capítulo de las Esteras, en Asís. Al inicio de este undécimo capítulo se nos habla de esteras de piel de oveja.

Pero la pista mas clara es la de las bellotas, pues San Antonio, natural de Lisboa, se llamó Fernando Martim de Bulhoes, e Taveira Azevedo.

El escudo familiar está lleno de bellotas. Una cruz roja, con tres bellotas verdes en cada punta y un cáliz. Además una cruz de San Andrés formada por bellotas rojas.

Al final del cántico a Santa Eulalia en el que se habla de Santa Teresa (Teresa del Berrocal), se le define como cabrero y también luchó contra la herejía cátara, predicando con el ejemplo, nada que ver con el Santo Oficio que aún no existía en el Siglo XIII.

Don Quijote insiste mucho en el dolor de su oreja, hecho que se puede relacionar con San Francisco de Asís que fue curado en una oreja, así como el Cántico al hermano sol , con el canto de Antonio.

Al final del capítulo todos a dormir y lo gordo vendrá en los dos capítulos siguientes. En este, Cervantes nos deja las ideas laterales de un auto de fe durante la cena de unos cabreros en el campo y nos anticipa el gran entierro en los próximos tres capítulos, en los que mezcla una gran cantidad de personajes ocultos, de los que tengo desenmascarados a algunos de ellos. Los nombres genéricos como Antonio, en este capítulo identifican a varias personas, como sucederá a continuación con Pedro.

Ahora vienen los capítulos donde Cervantes se despacha y nos pone una colección de adivinanzas en cada uno. Los siguientes capítulos XII, XIII y XIV, donde termina esta segunda parte del primer libro, son de muerte y enterramientos, simbolizados en un único y famoso entierro. Vemos como Cervantes nos engaña con el uso de comas, distintas personas que responden al mismo nombre, correcciones intencionadas de Don Quijote a su interlocutor que no tienen sentido aparente, pero ayudan al lector como pistas para llegar a la solución de la multitud de adivinanzas que se exponen en estos capítulos. Seguramente que se me pasen detalles, pero la trama básica de los capítulos, creo que la tengo bien hilada. Es un puzzle de tres mil piezas, con algunas de ellas casi repetidas. Se trata de un auténtico jeroglífico, en el que Cervantes nos pone la trampa en las primeras preguntas que se hacen en el capítulo XII, en el que empieza hablando un mozo, que habíamos quedado en el capítulo I que era un sirviente al servicio del escritor, y que también le ha servido en el capítulo anterior con Antonio.

Allá vamos. Tenemos ante nuestros ojos el mas claro ejemplo de como Cervantes usa pequeños trucos o trampas, para salirse con la suya y en su día, esconder lo que quería decir, revestido de novela pastoril, rizando el rizo ante los ojos del Santo Oficio de principios del Siglo XVII, al que puso verde en este libro.

Llegando otro mozo les “dijo: ¿Sabéis lo que pasa en el lugar, compañeros?”, pues en esas preguntas y respuestas del comienzo de este capítulo XII, nos cuela a tres personajes que forman a Grisóstomo y otros tantos para Marcela, además del entierro del propio Don Quijote en el capítulo XIV para el que nos va preparando después de la herida en la oreja, el bálsamo de fierabrás, etc.

La primera trampa aparece en:

“-pues sabed -prosiguió el mozo -que murió esta mañana aquel famoso pastor estudiante llamado Grisóstomo...”

Se sirve del mozo para quitar las comas y poner el plural de “aquel”. Me explico, está hablando de tres personas: famoso, pastor, estudiante . A los libros de historia les llama “el libro de la fama”. Pastor es un religioso y estudiante puede ser que estudia o que imparte clases.

Grisóstomo es muy cercano a Crisóstomo, o San Juan Crisóstomo uno de los padres de la Iglesia, así como su amigo Ambrosio o San Ambrosio, también padre de la Iglesia, hermano de Santa Marcelina virgen. Marcelina, similar a Marcela, con toda la historia que entre los tres llevan a cuestas y ambos padres que están representados en el retablo del Escorial (así como en otros muchos retablos). Estos nombres quizá son la trampa para la Inquisición, porque va a presentar a humanistas renombrados contemporáneos del siglo XVI. Después seguiremos con Grisóstomo y las siguientes pistas que nos dará Cervantes.

Sobre Marcela, nos hace un juego distinto. El mozo termina su frase diciendo: “...y se murmura que ha muerto de amores de aquella endiablada moza de Marcela, la hija de Guillermo el rico; aquella que se anda en hábito de pastora por esos andurriales”.

Con el punto y coma que coloca, separa dos frases y dos personajes de Marcela. Además insiste en la misma pregunta y respuesta, por personas indefinidas:

“-¿Por Marcela dirás? -dijo uno. -Por esa digo -respondió el cabrero.”

Todo el capítulo sigue con una ensalada de hechos mezclados que históricamente fueron sucediendo a las personas que ocultan Grisóstomo y Marcela y que ahora diré, pero antes hay que mencionar la conversación que sigue entre Don Quijote y Pedro y que nos da la clave para descifrar los nombres ocultos de los dos protagonistas de estos capítulos. 

Don Quijote corrige a Pedro, eclipse por cris y estéril por estil. Incluso mas adelante corrige sarra por sarna , permitiéndose aquí el escritor el lujo de avisarnos “no pudiendo sufrir el trocar de los vocablos del cabrero”. Nos indica que cambia de orden sarra por arras. Arrás ya se mencionó en el capítulo con Juan Haldudo (Granvela, Obispo de Arrás) y aún hay un hecho más que aparece en este capítulo.

Para no despistarnos, vamos a organizar los sirvientes o apoyos que nos proporciona Cervantes.

Primero tenemos a Grisóstomo, donde Cervantes ha cambiado la G inicial por la C de Crisóstomo. Si damos la vuelta a las dos primeras sílabas del nombre,como nos dice Don Quijote en sarra, podemos leer las iniciales de hechos y personas, que esconde este nombre:

GRISOSTOMO

SO SIRG

Primero, Santo Oficio y después, Sacro Imperio Romano Germánico.

¡Sorprendente!, pero no termina ahí, sino que TO MO, se corresponde con TOmás MO ro. Ya sabemos algo de Grisóstomo y porqué nos avisa con Cris.

Vamos ahora con Marcela. La segunda corrección de Don Quijote a Pedro es estil, que lo utilizaremos de apoyo para el segundo nombre.

MARCELA, donde las sílabas CE y LA, se corresponden con el inicio y final de los apellidos de la que después fue Santa Teresa, otra humanista que también encelaba a los hombres. Se llamó Teresa de CEpeda Dávi LA, que descendía de judíos conversos y durante algún tiempo fue sospechosa y vigilada por la Inquisición. Estéril también vale por ser monja.

Si además añadimos estil como acabamos de decir:

MARCELESTIAL, lo que nos puede recordar a la Ascensión de la Virgen a los cielos.

Marcelina era la hermana del tercer nombre que aparece, Ambrosio. A primera vista parece que se trata de San Ambrosio de Milán y su hermana Marcelina, proclamada virgen. Seguramente sean otra de las tapaderas del libro para contar la historia sumergida que habla de muerte, persecución, autos de fe y humanismo.

Ambrosio también tiene su miga, porque si trocamos los vocablos como dice Don Quijote, aparece:

OIS BRO MA, no son de broma estos capítulos, y probablemente será fruto de la casualidad. Al ser Ambrosio el tercer nombre en Aparecer, lo rela­cionaremos con sarra que es la tercera corrección y “el trocar de los vocablos”. Entonces queda convertido en arras que es una localidad francesa de la que fue obispo Antonio de Granvela, obispo de Arrás y donde se produjo la Unión de Arrás , en la que Guillermo de Orange se rebeló contra Felipe II, en lo que posteriormente terminó llamándose la Guerra de los Ochenta años. Después se dirá lo percibido en las anécdotas que el indefinido y genérico Pedro, le va confesando a Don Quijote. Probablemente el nombre de Ambrosio esté relacionado con Alejandro Farnesio, que falleció en Arrás y fue compañero de estudios de Juan de Austria que es representado en gran medida por Grisóstomo.

Seguiremos al principio del capítulo donde el cabrero recién llegado decía: “que le enterrase en el campo, como si fuera moro”. Sigue Cervantes como en todo el libro, con el pensamiento lateral, anunciándonos a un moro, que después se comprobará que se trata de Tomás Moro, diciendo además que en el testamento pedía cosas de gentiles, ya que pertenecía a la iglesia Anglicana y quiere darnos pistas de que se le podía considerar pagano. Es otro de los ocultos en Grisóstomo. Don Juan de Austria también se disfrazó de moro cuando fue a gobernar Flandes, después de la Unión de Arrás.

Estos tres capítulos son un tratado de historia del final del reinado de Felipe II, y no pretendo, ni puedo dar aquí una lección de historia, (ni sé), sino levantar lo que está debajo de estos capítulos, en los que los personajes están disfrazados, incluso personajes masculinos se tratan como femeninos. Es necesario tener un libro de historia a mano, pero realmente este capítulo trata de este asunto, ocultado además por personajes religiosos en historias paralelas. Aquí Cervantes se pasó un poco.

Después de darnos las pistas de que Grisóstomo y Ambrosio fueron compañeros de estudios, además el primero Don Juan de Austria, hermanastro de Felipe II, “dejó mandado” que le sucediera en Flandes como gobernador Alejandro Farnesio y que “anda el pueblo alborotado”, los cabreros deciden ir a ver el entierro.

Seguimos con la aparición de personajes genéricos como es Pedro, uno de los cabreros que pretende echar a suertes “quien ha de quedar a guardar las cabras de todos”. Contesta “uno de ellos” que se quedará porque un garrancho le pasó el pie. Debe tratarse de Pedro de Soto, confesor de Carlos I al que posteriormente no para de hacer confesiones sobre el muerto y la pastora, que además delató a Tomás Moro y que fue inquisidor. El del garrancho debe ser el Fray Miguel de los Santos que fue ejecutado por Felipe II por el asunto del Pastelero de Madrigal, que se llamó Gabriel de Espinosa y que suplantó al rey muerto de Portugal, Sebastián. En Madrigal estuvo la hija de Don Juan de Austria, tutelada y que tuvo que ver en la historia del pastelero. Todo esto dio mucho que hablar entre la población.

Pedro de Soto, cuenta una ensalada de hechos diferentes en la misma confesión a Don Quijote, en todos los casos de tutelas de menores, como fue el propio Don Juan de Austria por Carlos I, que también tuteló a Guillermo de Orange, hijo de Guillermo el rico, mencionado también y que dirigió desde la Haya (”casi dos docenas de altas hayas”) la rebelión de Flandes contra la corona española (llamada después Guerra de los ochenta años).

Nos explica también la historia de Teresa de Jesús, que también fue tutelada y no sé si habrá alguien mas en este galimatías del capítulo XII. Todo se puede comprobar y constatar con hechos históricos relacionados con las pistas que nos da Cervantes. ¡Qué desorden!.

Don Quijote juega al escondite (5ª parte)