jueves. 28.03.2024
OPINIÓN

Efecto Contrario

John Ralston Saul, filósofo nacido en Ottawa, es conocido por sus comentarios sobre el fracaso de las sociedades dirigidas por tecnócratas financieros. Yo quiero sacarlo a colación por un artículo escrito para la revista Harper´s en el año 2004, bajo el título “El colapso de la globalización y el renacimiento del nacionalismo”.

En él argumenta que la globalización lejos de lograr una visión de conjunto, ha conseguido el efecto contrario: los intereses nacionalistas, han destruido los beneficios de la globalización.

Un año después, en 2005, publicó el libro: “El colapso de la globalización y la reinvención del mundo”. Es importante fijarse en la fecha; aún no había saltado la crisis. En ese libro declara que el dinero no es real, y que nos hemos convertido en esclavos de algo que solo existe en el papel. Habla de que vivimos en una economía ficticia. Dice que en los años setenta el comercio era seis veces el valor de los bienes, y que en 1995 ya era 50 veces más. Ese descomunal crecimiento de la economía especulativa, diez o doce años después, antes de estallar la crisis, calcula Ralston, que podría haber alcanzado las 150 veces.                              

Así, era previsible que estaba a punto de producirse una explosión de esa economía basada en el valor ficticio de las cosas. En una entrevista, Ralston, explicaba: La globalización nos trae lo contrario de lo prometido; prometió competencia y tenemos los más potentes oligopolios; la globalización iba a controlar y renovar el capitalismo, y lo que ha hecho es volver al mercantilismo; prometió crecimiento y tenemos recesión; prometió empleo y tenemos paro. Iba a mejorar la igualdad, y hay más desigualdad. Nada se ha cumplido. Es lógico, no podía ser de otra manera.

Pero lo más grave es que, además de producir lo contrario a lo previsto, es que las soluciones están siendo suicidas; están aumentado esos efectos no deseados. Se le ha dado el dinero a los bancos, para que relance la economía, y está claro que no ha sido así. Si el dinero se le hubiese dado a los afectados por las hipotecas, los ciudadanos hubiesen pagado sus hipotecas, los bancos hubiesen recuperado su dinero, y los afectados, en vez de estar arruinados y desahuciados, hubiesen seguido gastando, consumiendo, y accionando la economía real. Todo lo contrario. Eso sí, los diseñadores del invento no se hubiesen puesto las botas.

 

Efecto Contrario