viernes. 19.04.2024

Diríase que cada familia ha tenido una órbita social por la que circular y cuando algunos integrantes de la misma bajan a una órbita inferior o suben a otra superior, la vergüenza o la envidia son los indicadores de alarma de que la familia está perdiendo su referencia secular.

La vieja posición que la familia ocupó durante décadas y su mundivisión acorde laten en las entrañas más profundas de la mente de cada miembro familiar, tan profundamente que sólo se activan y manifiestan en forma de sentimientos irracionales: envidia, celos, mezquindad, cicatería, ruindad, sordidez moral, vileza infame…Y cuando alguien se eleva muy lejos sobre la vieja posición familiar debe fielmente cumplir este sabio adagio: “De la familia y el sol cuanto más lejos mejor”. El sol te dio la vida, pero luego puede abrasarte. Hay familias, como la familia Rocasolano, que tienen un maléfico genio familiar especialmente nocivo y violento, como el que se desprende del libro de David Rocasolano, Adiós, princesa. Libro nauseabundo que realmente sólo hace daño a su autor “envenenado” de rencor y resentimientos impetuosos contra la Princesa Dña. Leticia.

La verdad es que si lo peor del Rey y de la Monarquía son sólo el centón de chismes, vanilocuencia y anécdotas contadas con mala baba que contiene el libro, entonces habría que decir que vivimos bajo un buen Rey con una digna Monarquía muy presentable. Y no entiendo cómo la Editorial de Ramón Akal, siempre valiente en sus propuestas antisistema, pero en todo caso bien fundamentadas o, por lo menos, siempre fundamentadas con principios nobles y sesudamente sentidos por sus autores, ha podido apostar por un librillo, muy mal escrito por cierto, archivo abrupto y frívolo de rencores, envidias y mezquindades, que para nada pueden sostener un noble ejercicio de la libertad de expresión, o más bien, que la libertad de expresión no nació precisamente para competir con los grafiti de las letrinas de las reboticas familiares. Libros así alargan siglos las monarquías. Lástima que su pedestre y anacolútica escritura no le permita tener una vida prolongada. La República no puede venir de la mano de burgueses fracasados, envidias familiares, rencores abisales y resentimientos patológicos, sino de altos principios políticos que ennoblezcan a los ciudadanos y a su Nación. Este vómito estético y ético, indigesto sumario de chismes ordinarios y anécdotas de baja estofa tabernaria, sólo puede convertir a republicanos ardorosos en impetuosos monárquicos.

Por otro lado, sale bastante mejor parada la Familia Real, gracias a sus buenos modales, que la Ortiz-Rocasolano, cuyos miembros, según el libro, se llamaban alegremente, gárrulamente, “hijo puta”, “maricón”, “ya te encontraré”, “ven si tienes huevos” y lindas expresiones de este soez jaez, sólo horas antes del Real Enlace. Joder, vaya tropa. Ubinam gentium sumus? Quam rem publicam habemus? In qua urbe vivimos? Si las familias Ortiz-Rocasolano representasen el dechado de la familia española, entonces es que deberíamos tomar como urgente referencia mucho más virtuosa la tan últimamente denostada Familia Real o, por lo menos ésta se mantendría muy por encima de la media. Pero no creemos que las familias Ortiz-Rocasolano representen a la familia española. Afortunadamente. Todo ello, claro está, si es cierta la miseria moral que se describe en el libro de marras.

La única seriedad que tiene este libelo, invectiva in Dominam Laetitiam, son las últimas páginas en las que se trata la trágica muerte de la joven madre Érika. La muerte siempre será el asunto más serio. Pero a la seriedad luctuosa del asunto no corresponde aquí para nada una recta interpretación del hecho. Pensar que el primo o el ex marido sintieron más la muerte de aquélla que las hermanas es una grave impostura de muy mal gusto. En todo caso sólo Dios conoce en este caso el dolor verdadero que late (es decir, que se oculta) en los corazones. En definitiva, todo ataque de entraña infame a la monarquía actual o a los aledaños de ésta sólo puede beneficiar a la institución monárquica. Y es que la gente decente siempre se pondrá de parte de la víctima del insulto gratuito.

 En Roma la nobilitas se formó con las uniones matrimoniales entre las hijas de los patricios y los plebeyos más ricos o valientes. Es decir, de una relación hipergámica surgió una nueva clase social que sostuvo la civilización europea durante siglos. De la relación hipogámica de la corona española esperemos surja una libertad más auténtica y en donde la corrupción agobiante que a la sazón nos asfixia sea eliminada. Pues que la crítica de un primo rencoroso no está aún compartida por el país.   

El primo malvado