sábado. 20.04.2024
OPINIóN

Los hábitos, los monjes, la seda y la mona (Fragmento de un artículo de próxima aparición en Mundo Obrero)

Mucho vamos a tener que reírnos, Derecha,

para curarnos de tus zarpazos

La señora estaba detrás de mí en la ceremonia de investidura de los nuevos concejales del Ayuntamiento de mi pueblo y no paraba de hacer comentarios despectivos sobre la apariencia de los que no eran de los suyos. 

foto iu aytos. (Copiar)

Cuando el populacho se pone a votar como Dios no manda, cuando los sirvientes no se quitan la boina sino que meten un voto que no coincide con el del señorito, o la opinión conservadora de la señora de…,  la inestabilidad amenaza al ordeno, mando y mangoneo secular. 

Entonces, los señoritos y sus cómplices se reafirman en lo malo que resulta para la marca España que el populacho ignorante acceda a la democracia y la use dentro de lo que cabe sin una mala corbata o chaqueta que ponerse. ¡Cómo va a valer lo mismo el voto de un chaqué que el de una camisa blanca de la esperanza que no es marquesa!

Bueno, aritméticamente es posible que así sea, contando con la Ley d´Hont que se dedica a matizar los resultados puramente numéricos a favor del que más tiene en votos, pero, socialmente, a la señora le resultaba escandalosamente doloroso que alguien entienda la Fiesta de la Democracia como un jolgorio popular al que se puede acudir vestido de cualquier manera, con una simple camisa o, peor aún, con una camiseta pancartera, que incita a la lucha social exigiendo derechos o formulando reivindicaciones. La señora, vestida y decorada sin elegancia pero con pretensiones, lo mismo despotricaba contra los supuestamente mal vestidos como contra los que, vestidos convencionalmente, parecían disfrazados de lo que no eran (y de lo que ella no concebía ni consentiría que pudieran ser): gente normal que se pone de sábado para acudir a un acto político que no se presencia todos los días. O sea que nunca aciertas, te vistas como te vistas.

Ya lo dice el refranero: ni el hábito hace al monje ni la mona vestida de seda deja de ser primate. También se afirma que la miel no está hecha para la boca del asno y que no hay que echar margaritas a los cerdos, quizás porque no saben deshojarlas.

No me sorprendió que la señora recurriese al viejo truco de la vestimenta inadecuada para despreciar a los que no consideraba de su bando. Sí me impresionó que, cuando se le acabó el repaso de indumentaria, empezó con los cuerpos y los aspectos físicos, que tampoco alcanzaban el aprobado. Disimuladamente dirigí una mirada hacia la despotricadora esperando encontrarme con una versión viviente de un canon griego y alguna curva de Praxiteles pero no era el caso. La señora iba de paleta acomodada de derechas de toda la vida con incrustaciones en oro o similar (lo digo porque los pobres no sabemos mucho de esas cosas. Sí sabemos que algunas sobran y que otras deberían redistribuirse mejor, no por apetencia de lujos sino por cobertura de necesidades).

Finalmente constaté que se producía una contradicción insalvable: mientras la señora hablaba deslenguada de los cuerpos, los concejales electos que ella criticaba hablaban utilizando la cabeza.

Los hábitos, los monjes, la seda y la mona (Fragmento de un artículo de próxima...