viernes. 19.04.2024
OPINIÓN

Los motores de la política

Esta historia en concreto la leí en uno de los libros de Fernando Savater. Trataba sobre un problema de índole filosófica al que debería enfrentarse un estudiante. El profesor ponía un ejemplo en el que una tormenta destrozaba el motor del avión que supuestamente pilotaba el alumno. Éste respondía que intentaría aterrizar con el otro motor.

El profesor esperaba que el alumno se enfrentase al dilema y se encontró con una respuesta que eludía la cuestión a dilucidar.

 De nuevo el profesor insistió,  -“¿si una nueva tormenta destrozase ese motor, que decisiones tomaría?”-, a lo que el avispado alumno respondió que intentaría aterrizar con otro motor que le quedaba.  En este punto el profesor no le quedó más remedio que interpelar a su alumno para saber de dónde sacaba tantos motores, a lo que éste le respondió que del mismo sitio de dónde él sacaba las tormentas.

Tristemente, el panorama político actual a todos los niveles, desde el nacional al local, pasando por supuesto por el regional, tratan de sacar motores de allá donde pueden con tal de no enfrentarse a los problemas que les persiguen. Al común de los mortales nos parecen mucho más reales aquellas tormentas que una tras otra azotan los motores que sostienen al bipartidismo, que los propios motores que se inventan estos partidos para sostener un avión que huele a catástrofe aérea. Enfrentarse a los problemas que realmente acosan a los partidos mayoritarios es duro, cual problema filosófico, que en muchas ocasiones no tienen clara solución. Desde la tempestad Bárcenas, el “mal tiempo” se ha sucedido y contagiado a otros lugares, y allá donde azota la borrasca, aparece alguien que niega la evidencia y se inventa un motor que mantenga a su partido en el aire, llámese este motor, “finiquito en diferido”, “Bárcenas ya no trabaja aquí”, “los 200.000 euros si pero no…” o el más reciente y cercano, “las llamadas del Alcalde son privadas” o “estas son las cuentas, ahora las veis ahora no las veis”.

Tras todas estas acciones que evitan enfrentarse a la realidad existen leyes a las que se agarran, o la ausencia de las mismas que también les beneficia. Por supuesto desde la prensa extranjera se asombran de la pasividad de España ante los casos de flagrante corrupción y la falta de responsabilidades políticas. Que existen más de 10.000 aforados en España que en caso de problemas judiciales son juzgados por un tribunal especial, lejos de los dos, tres o cuatro aforados por país que existen en estados vecinos, “que le vamos a hacer”. Que la máxima autoridad judicial de España está afiliada a un partido, “pues nada”. Que en el caso de los ERES de Andalucía, la Junta quería ser acusación y defensa, “pues venga”.  Que Cospedal aumenta en más de 30 millones de euros el presupuesto destinado a “Alta dirección” (políticos, asesores, libre designación), “estupendo”. Que luego blinda el bipartidismo reduciendo a la mitad los diputados regionales pero sin instalar la circunscripción única para ahorrarse algo más de un millón de euros, “maravilloso”. Que para recibir explicaciones o algún papel del Ayuntamiento hay que rogar a Dios o al diablo, “fantástico”.  Que el PSOE nacional pide la comparecencia de Rajoy, “que la pida”. Que el PP local pide la comparecencia de una concejala del PSOE, “que lo haga”… Los motores de la política siempre estarán ahí. Mañana encontraremos unas declaraciones, unas excusas o cualquier otra forma de echar balones fuera con tal de que el avión no se estrelle, y lo que es peor, gente y medios de comunicación que apoyaran aquello que les convenga y no la verdad.

¿Que quiere participar en el cambio? Hágalo. Dejemos las tertulias de bar, aparquemos el inmovilismo, decidamos ser parte de la solución informándonos, contrastando datos y queriendo ver la verdad. No caigamos en el populismo de frases hechas y grandes voces, tampoco en la apatía del pensar que poco se puede hacer. La opción que usted busca y que cada vez más gente encuentra, existe. La regeneración de democrática España es posible con su ayuda.

 

Los motores de la política