Es el historiador que se deja llevar por sus prioridades ideológicas, y las antepone al esclarecimiento de la verdad.
En las razones que motivaron y en las consecuencias que trajo para España, la expulsión de los judíos, hay parte de verdad, pero no es toda la verdad. Se ha hablado de la pureza religiosa, de presiones populares antijudías, de razones demográficas, de cambios importantes en las estrategias del comercio, de las consecuencias económicas, de comparaciones con la cultura árabe, de todo eso y de mucho más se ha hablado. Pero como siempre, entonces y ahora, en la historia más lejana y en la historia más próxima, algunas aristas se han dejado al margen.
Sería bueno, como metodología y como aprendizaje, añadir una razón, que en los hispanistas modernos empieza cobrar, tanto o más peso, que las razones aludidas tradicionalmente. La nobleza empezó a tener miedo, en cierto momento, de que la burguesía, eminentemente judía, iba tomando demasiado peso en la organización del reino; la nobleza veía con estupor que la burguesía iba escalando puestos en la economía y en el poder; la burguesía empezaba a poseer y a saber demasiado.
Si cambiamos las denominaciones de nobleza y burguesía, por las de clase alta y clase media, y viajamos en el tiempo quinientos años, podemos encontrar algún paralelismo. El espíritu ambicioso del hombre que aspira a dominar, permanece. Esa nobleza de hoy formada por ciertos políticos y financieros, no se pueden permitir que la clase media tenga cada vez más, tenga cada vez mejor nivel de vida, tenga cada vez más peso específico en la sociedad moderna. ¿Puede ser que la crisis de hoy, como la expulsión entonces, tengan igual motivación?
