La luz entró por la cerradura del ataúd de plástico verde y prendió tu vida que se esfumaba, y allí estabas, muerto de miedo y frio, sin calor de tu madre en tu corazón helado.
Al final aunque tu vida empezó como película de miedo, terminó con final feliz, el telón se levantó de nuevo y el teatro de tu vida continuó.
Yo te ayudé a ti, tu me ayustaste y me ayudas a mi, y aunque no hablas, con tu mirada se que me das las gracias, me dice que pase lo que pase me seguirás allí donde me encuentre, me acariciaras con la cola y lamerás mis lagrimas cuando la tristeza me abrace, aún sabiendo que yo soy un humano igual que él que te quiso enterrar en vida en la inmundicia, nunca le tendrás reproche, y lo más cruel es, que eres tan noble, que lamerás su mano el día que lo encuentres, y me darás una lección de vida, otra más como cada día, y en ese momento, a los que abandonan perros, con lágrimas de ira en los ojos les gritaría, ¡quien es más humano ahora!, ¡quien es el animal! tú o ellos, mi leal perro.