martes. 14.05.2024
OPINIóN

Os solicito el voto

Ninguna entidad humana tiene, en virtud de su propia naturaleza, el derecho de gobernar a los hombres. Con la humildad que exige la Democracia Representativa, que da por supuesto que el poder político es propiedad absoluta e inajenable de los ciudadanos, y de ellos dimana únicamente y a ellos vuelve siempre, me atrevo a pediros el voto a todos vosotros, ciudadanos y vecinos de Valdepeñas, a fin de que exista la posibilidad real de un cambio político en el poder municipal que mejore la vida de los valdepeñeros y haga una ciudad más amable y habitable, viviendo juntos con tareas comunes y creadoras. 

Es posible superar con tu voto el statu quo político ya obsoleto que paraliza Valdepeñas. Si tu voto no quiere ser una bola de plomo más en tus bolsillos, que te hunda en la resignación y un mediocre conformismo sin horizontes, y quiere ser útil para lograr el cambio, vota Partido Popular, vota a Martín-Miguel Rubio Esteban y a todos los compañeros que le acompañan en su candidatura; que tendré siempre presente ser mero arrendatario de una autoridad ajena, mero vicario de la ciudadanía, que sois vosotros si me dais vuestro voto mayoritario. Estén seguros que a ninguno de los candidatos nos ha traído la Providencia, que sois únicamente vosotros los que tenéis que asumir el alto riesgo, como propietarios únicos del poder político, de quién queréis que os gestione la política municipal.

Si me atrevo a reproducir mi solicitud de voto a la ciudad de Valdepeñas, capital del vino de España, y en la que vivo hace casi treinta años es porque considero que se ha perdido o se está perdiendo la ceremonia política que supone pedir el voto a los convecinos, únicos depositarios del poder político. Pedir el voto no es algo baladí, ni siquiera es el rito obligatorio que el político tiene que hacer para encaramarse al poder con la aquiescencia de sus conciudadanos, sino que es el reconocimiento de que los políticos son meros delegados del pueblo, y que pueblo y políticos no son para nada intercambiables, pues que el político representa a sus conciudadanos, y no los conciudadanos al político, ni mucho menos España a su Rey. La noción de vicariato, como el único papel del político debería ser subrayada una y otra vez porque entraña muchos corolarios. David Hume, antes de que Jeremy Bentham y Alexander Hamilton inventaran el término “democracia representativa”, llegó a decir incluso que los representantes del pueblo sólo representaban a la generación de ese pueblo, y, por ende, tales representantes sólo podían tomar decisiones que no implicaran la vida de más de una generación. ¡Hasta tal punto el poder político se consideraba propiedad inalienable del pueblo soberano!

Y es que el Estado nació para defender a la sociedad civil y no para inmiscuirse en ella hasta extremos insoportables bajo la dictadura de lo políticamente correcto. Nuestra democracia liberal se encarna en la sociedad civil, de la que el Partido Popular es su principal escudo. La sociedad civil se constituye como ámbito distinto y contrapuesto al político. Ella es una esfera constituida para la independencia individualista y para el ejercicio privado de la propiedad, la familia, la felicidad personal de acuerdo a los deseos de cada uno, la iniciativa particular, el mérito y la liza económica. El Estado surge de ella sin confundirse con ella: es necesario para protegerla, pero nunca para inmiscuirse en su vida autónoma.

Por el contrario, el Estado ha nacido para garantizar la libertad de los ciudadanos y su más libérrimo albedrío. Últimamente la izquierda más peligrosa y montaraz del país ataca con saña y violencia, por ejemplo, en Murcia, a la UCAM, Universidad Católica de Murcia de carácter privado, dado que los estudiantes de su magnífica Facultad de Medicina hacen las prácticas con los pacientes de los Servicios Públicos de Salud. No contenta la izquierda de que todos los ciudadanos contribuyamos con nuestros impuestos, siempre insuficientes para una fiscalidad cada vez más voraz, a que haya universidades públicas, quieren impedir que con el poco dinero que el fisco deja en los bolsillos a la sociedad civil, podamos llevar a nuestros hijos los ciudadanos que queramos o podamos permitírnoslo renunciando a muchas cosas a instituciones privadas, como es el caso de la magnífica Universidad Católica de Murcia, que en nada perjudica el desarrollo de las facultades de la otra Universidad pública. Una vez más la izquierda rampante contra el espíritu universal de la Universidades. 

Os solicito el voto