jueves. 28.03.2024
OPINIóN

El TTIP: un monstruo que devora los derechos de la ciudadanía

El Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (conocido por el acrónimo en inglés TTIP) estipula que los derechos de las grandes empresas van a estar por encima de los de los propios ciudadanos y ciudadanas, e incluso por encima de los Estados (ya que en caso de no cumplir sus condiciones habría que pagar indeminaciones millonarias a las multinacionales americanas), lo que de facto supondrá un mayor empobrecimiento de las condiciones de vida de la mayoría. 

Gregorio Sánchez (Copiar)

La crisis económica iniciada en 2007, de la que nos encontramos muy lejos de poder salir, se ha convertido en una crisis social, política y democrática de primera magnitud. En España, y otros países como Grecia, la hemos sufrido, la seguimos sufriendo, de manera muy directa durante estos últimos años. Los mercados de capital han exigido, para financiar la deuda pública provocada por el endeudamiento privado -fundamentalmente bancario y empresarial-, que España pusiera en marcha políticas de reducción del gasto público y reformas estructurales que incluyen desde la reducción del estado social hasta la precarización de las condiciones de vida. Esta transferencia antidemocrática de soberanía, tiene su origen en una democracia secuestrada por las grandes multinacionales y el poder financiero con la ayuda de la derecha neoliberal y la socialdemocracia que nos gobiernan o nos han gobernado. No es un proceso nuevo. Los primeros síntomas de estos cambios tan radicales aparecen entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado. Con expresiones institucionales, entre las que destaca la reducción de fronteras comerciales, y con expresiones ideológicas como la del capitalismo popular de la Thatcher, que tenía la intención, y lo consiguió, que las personas dejaran de considerarse a sí mismas como clase trabajadora o simplemente ciudadanos para convertirse en consumidoras y capitalistas. La estafa financiera de las participaciones preferentes o el boom inmobiliario ha sido posible, entre otras cosas, por esta colonización ideológica de la mente de las personas.

Cada vez es más evidente que la lucha determinante del siglo XXI es que los ciudadanos recuperen la soberanía. Una batalla por la soberanía que ya no es, como en los siglos XIX y XX, entre los estados, sino, cada vez más, entre la sociedad organizada en espacios democráticos y los mercados de capitales. En esta contienda democrática para decidir quién tiene la soberanía, la próxima batalla, la que ya está teniendo lugar, es la del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones entre Estados Unidos y la Unión Europea. Como suele ocurrir con estos tratados, su negociación es casi clandestina, con cláusulas explícitas de confidencialidad que se imponen a los negociadores. El oscurantismo va acompañado de un intento de vender gato por liebre. Como siempre, los poderes económicos venden sus estrategias en aras de la libertad y del progreso económico y social. Así, el TTIP se presenta y se defiende en nombre de la libertad de comercio, de la reducción de fronteras entre las dos partes del Atlántico, y va acompañado de todo tipo de alabanzas a su capacidad de generar crecimiento económico, empleo y bienestar social. ¿Quién puede estar en contra de un panorama tan paradisíaco?. Pero la realidad es mucho más oscura y dura. Cuando todavía estamos sufriendo las consecuencias de una crisis que tiene sus orígenes en un modelo de globalización económica sin derechos y reglas; cuando asistimos al vergonzante espectáculo de unos jefes de estado y de gobierno europeos que se someten a las decisiones de espacios y organismos no democráticos -no elegidos por la ciudadanía- como la troika, cuando nos saquean las arcas públicas, ahora nos plantean otro paso más en esa dirección de globalización económica sin reglas políticas ni controles democráticos. Los mayores riesgos para la ciudadanía europea serían la pérdida de derechos de los consumidores y derechos laborales,  el olvido del principio de precaución en materia industrial y en seguridad alimentaria, o en materia de protección del medio ambiente o la salud pública. Sus objetivos quedan más que claros, en declaraciones como las del portavoz del lobby de la industria alimentaria de EEUU, cuando ha declarado que el TTIP debería suponer la reducción de exigencias de seguridad alimentaria que están establecidas en la Unión Europea que, según él, no aportan más seguridad que la de EEUU y, en cambio, dificultan la creación de un mercado alimentario transatlántico. Más claro, el agua.

Otro de los grandes riesgos del TTIP está en la reconversión ideológica del papel y la naturaleza de los servicios públicos. Mientras en la UE los servicios públicos constituyen uno de los pilares del estado social y los servicios que se garantizan tienen la consideración de derechos sociales, uno de los objetivos del TTIP es convertir, como ya ocurre en otros países, especialmente en los EEUU, los derechos sociales en mercancías, reguladas no por la lógica de los Derechos Humanos, sino por la lógica de los mercados. El objetivo último sería generar un nuevo mercado de servicios para las multinacionales, a partir de la apertura del importante sector económico de los servicios públicos en los países de la Unión Europea a la posibilidad de ser gestionados y gobernados por empresas privadas.

Por otro lado, nada nuevo en Castilla La Mancha, ni tan siquiera en Valdepeñas, porque los procesos de privatización de la gestión de los servicios públicos están yendo en la misma lógica. Aún así, la oleada de privatizaciones con que nos viene acosando el Gobierno del PP será un juego infantil. Con el TTIP los servicios públicos acabarán en manos de grandes multinacionales, ya sea la educación, la sanidad, el agua potable o hasta los servicios municipales de deportes.

Deberíamos tener claro que los derechos sociales de la ciudadanía, la generación de empleo y las presentes o futuras condiciones de trabajo del siglo XXI nos las jugamos en la batalla frente al TTIP. No podemos permitir que nos vendan al mejor postor dejando la defensa de nuestros derechos a unos gobiernos títeres que continuarán apostando por la sinvergonzonería, la desigualdad y el miedo. El saqueo de lo público que comenzaron hace años pretenden rematarlo y liquidarlo, a la vez que engordan sus cuentas opacas en paraísos fiscales. Unos gobiernos que han demostrado  que su respeto y defensa de los valores democráticos están bajo mínimos.

Es el momento de comprender que el miedo se puede romper con un solo portazo, salir a la calles, sumarse y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

* Con aportaciones de Marina Albiol (Eurodiputada del Grupo de la Izquierda Unitaria Europea) y Joan Coscubiela (Diputado de la Izquierda Plural en el Congreso)

El TTIP: un monstruo que devora los derechos de la ciudadanía