jueves. 28.03.2024

Mucha calidad en la enseñanza que se une al inestimable refuerzo de voces consagradas cuando la exigencia lírica de la partitura sube. Con todos los respetos, Agua, azucarillos y aguardiente no es Luisa Fernanda, o El huésped, o Los gavilanes, incluso La verbena de la Paloma o La revoltosa. Ahí la compañía “Andrés Uriel” busca y encuentra cómo dar un plus hasta convertirla en un elenco cuasi profesional. 

La elección de Agua, azucarillos y aguardiente es, pues, inteligente por cuanto no exige más de lo justo. Y sin embargo, es una zarzuela muy agradecida para el gran público por su vistosidad, chispa, gracejo y cuadros musicales alegres, la mayoría bastante conocidos por el gran público cuando los oye, pero que seguramente no ubicaban en esta pequeña joya de Chueca. Es muy común decir aquello de “¿anda, pero esta música es de esta zarzuela?”.

Agua, azucarillos y aguardiente es género chico madrileño puro, castizo y sin grandes pretensiones. Como en La Gran Vía o El Bateo, predominan los chulapos y los pasacalles, los cursis y los chotis, las manolas, las aguadoras y todo lo que rodea al Madrid del sainete. El preludio de la obra ya es una pieza extraordinaria.

Así sonaba bajo la batuta de Luis Romanos, el flamante Juan Pedro Mayor de esta Semana de la Zarzuela. Después comienza un largo tramo teatral que comienzan protagonizando Simona, papel que encarnó Petra Martín-Albo, y su hija Asia, al que dio vida María José Garrido. Pronto aparecerá uno de los personajes clave del reparto, Lorenzo, rol que atacó Luis Romero de Ávila. Acostumbrado a papeles cómicos de esta naturaleza, tal vez lo más complicado para él sería no olvidar ese deje chuleta tan madrileño en la declamación. Compartió “matrimonio” y escenario con Pepa, la aguadora que encarnó Marieli Blanco.

También destacó Manuel Marcos interpretando a Don Aquilino, usurero y dueño del piso donde viven Simona y Asia. Y Serafín, donde debutó Pedro José Lara. Especialmente hilarante fue la escena final donde los guardias lo desnudan y despluman entre guiños de la partitura a los Ratas de La gran vía. También resalta la aparición de Manuela, a cargo de la soprano María Dolores Camacho, y la de Gabirbaldi, el niño del arpa para tiple que interpretó María Sevilla. Agua, azucarillos y aguardiente tiene un cuadro coral especialmente célebre, el coro de barquilleros, que de alguna forma encumbra la vistosidad de la obra. 

Una obra más asequible

El vicepresidente de la ACAZ y actor cómico habitual de la compañía, Luis Romero de Ávila, atendía a los medios locales minutos antes del estreno. “La responsabilidad es grande por el estreno y los nervios siempre están ahí” –decía-. Pero reconocía que la preparación de Agua, azucarillos y aguardiente ha sido menos trabajosa que, por ejemplo, La verbena y La revoltosa. “Tienen cuadros musicales más duros que esta, más asequible para un grupo de aficionados”. En cuanto a la elección y selección de los personajes, aclaró que es tarea casi exclusiva de María Dolores Travesedo, “ella dirige la escena y elije y reparte papeles”. 

Avezado en mil batallas, el primer Moniquito cuando una compañía netamente solanera estrenó La rosa del azafrán en 1988 admite que el papel de Lorenzo no es el más complicado para él, aunque tiene ciertos parecidos con el Don Hilarión de La verbena o el Cándido de La revoltosa. Sin embargo, al margen de Moniquito, se queda con el Retrasao de La Parranda y, sobre todo, el Rodrigo de El huésped del sevillano. “He disfrutado mucho con Rodrigo, aunque no lo volvería a hacer porque es agotador”. 

 

La compañía “Andrés Uriel” estrenó 'Agua, azucarillos y aguardiente'