miércoles. 24.04.2024

Se organizaron dos sesiones, a las 5,30 y a las 7,30, para dar cabida a toda la gente que deseaba participar, tanto en el escenario como asistiendo en forma de espectador. La entrada era gratuita y el público ayudaba voluntariamente echando sus donativos en las huchas montadas en la puerta de acceso al patio de butacas. “Cada uno da lo que quiere o puede y cada grano de arena hace posible el sueño de tanta gente que lo necesita”, declaraba Marisol Morales, voluntaria del grupo de misiones.

Y luego está la gente que se implica en las actuaciones. Una quincena de grupos y asociaciones se brindaron para salir a escena de forma altruista y armar un festival de lo más variado. Desde el baile de ‘Salsa Flamenca’ o el flamenco de ‘Isi y los Vecinos’, pasando por la zarzuela de los colegios que participaron en las Jornadas Escolares, el teatro del grupo interparroquial, la poesía, y terminando por los ‘Cantajuegos’ y la ‘Jota Cristeña’ de San Carlos del Valle, las dos sesiones fueron una auténtica exhibición de ayuda a la causa benéfica. En la apertura de cada sesión intervino el alcalde, Luis Díaz-Cacho, y la misionera mexicana Cristina Rivera.

“Siempre quise ser misionera”

El testimonio de Cristina Rivera volvió a centrar el sentido de este festival. Mexicana de nacimiento, lleva 3 años trabajando como misionera en Guatemala con el programa ‘Alimentación y Refuerzo’ del padre Pedro Jaramillo. “Llevo tres años en una zona de mucha conflictividad, familias desestructuradas y necesidad” –dijo-. Pero se siente plena haciendo lo que siempre quiso hacer. “Toda mi vida quise ser misionera, pero no para mí, sino para los demás”. Un oficio que cobra más dimensión en una mujer casada y con hijos. Dice que mayor satisfacción es ayudar a que los niños “se vayan a la cama con su pancita llena”.

La Solana se volcó con el XI Festival Misionero