miércoles. 24.04.2024

A menudo veo por la calle bebés de meses en sus cochecitos con zapatitos de todas clases, bien apretaditos, en algunos casos con deportivas muy monas, imitando a las de adulto. También me encuentro situaciones en las que los padres se ”pelean” con sus bebés: - ¡Qué manía tiene este niño/a de quitarse los zapatos!

Y yo me pregunto: Cuando nosotros, adultos, nos tumbamos a descansar en nuestro sofá, ¿acaso no nos descalzamos para estar más cómodos?. La finalidad de un zapato es proteger al pie de agentes externos en la deambulación. Entonces, un bebé que todavía no camina, que va tumbadito en su capazo, ¿para qué quiere unos zapatos?.

Lo peor, no es que no sirvan para nada, sino que en el caso de los bebés. Les están perjudicando. Y en este artículo voy a explicar las razones.

Cuando un bebé nace, de los 28 huesos que forman cada pie en la edad adulta, sólo tiene uno totalmente osificado, el cuboides; 21 están a medio formar; y 6 todavía no existen. Se irán terminando de formar en los primeros años de vida, siendo alrededor de los 12-14 años cuando termina por completo la osificación del pie.

Esto significa, que muchas estructuras como tendones, ligamentos, arco plantar, además de los huesos, tienen que ir evolucionando y formándose en la niñez. Para que esto ocurra con normalidad, el pie del bebé y del niño deberá explorar su entorno, recibiendo los estímulos que le ayudarán a una correcta formación.

huesos pie

Vamos analizar el pie y el calzado adecuado según la etapa:

Preandante

El pie del bebé tiene una gran sensibilidad táctil, mayor que en las manos. Y es un instrumento que el bebé utiliza para empezar a explorar el mundo. Necesita moverlos continuamente, sentir el roce de las sabanitas y diferentes texturas, de nuestras caricias, de la brisa…

Cuando el bebé se quita los zapatos lo hace por instinto, porque necesita esa libertad. Entonces el pie empieza a recibir los primeros estímulos que le ayudarán a una correcta formación. No debemos oprimirlos con un zapato, por muy flexible que sea, es totalmente innecesario. Bastará con abrigarlos bien cuando haga frío con unos patuquitos y en verano, que estén descalzos siempre.

Gateo y los primeros pasos

Aquí quiero hacer un inciso en cuanto a las prisas por querer adelantar la marcha del bebé. Hay que dejar al niño libre, que él solito empiece a gatear y a apoyarse en lo que tenga a su alcance para ponerse de pie.

El gateo es muy importante, porque con ello se fortalece la musculatura lumbar, que prepara a la espalda para soportar después la bipedestación. No debemos forzarlo a andar antes de tiempo, pues podemos provocar desviaciones de columna, cadera o rodillas, al no estar su musculatura todavía preparada para la deambulación. Del mismo modo, que no se deben usar tacatás. Éstos colocan la cadera en posición de abducción, rodillas flexionadas o pies de puntillas, además de forzarlos a llevar una posición erguida antes de tiempo.

No se debe tener prisa, cada niño lleva su evolución. La edad que se considera normal de adquisición de la marcha abarca desde los 12 meses a los 18.

Y volviendo al calzado, en esta etapa, sigue siendo muy importante dejar al niño descalzo todo lo que se pueda. En casa, en la playa, en el césped… empieza a ponerse de pie y con ello a recibir las cargas e impactos que estimularán la correcta osificación. Pero es comprensible, que en la calle, cuando ya van dando los primeros pasitos, no los podemos llevar descalzos. Entonces utilizaremos  un calzado flexible, que deje el tobillo libre (no botas), sin contrafuerte en el talón y con suela muy finita, lo justo para proteger el pie.

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Los bebés nacen con una almohadilla grasa plantar muy gordita, que les sirve para amortiguar los impactos al andar, protegiendo a las articulaciones del pie. Esta almohadilla, va disminuyendo en la edad adulta, de tal modo, que las suelas gordas y amortiguadoras, son necesarias para algunas personas adultas, de mediana edad, y muy necesarias para personas mayores que ya tienen esta almohadilla totalmente atrofiada. Pero no para los niños, que están de sobra protegidos con su almohadilla, y lo que necesitan son suelas finas para seguir percibiendo bien los estímulos sobre la musculatura, piel y huesos al caminar para su correcta formación.

Adquisición de la marcha autónoma

Cuando el niño ya camina totalmente independiente, puede llevar un poco más de espesor de suela, pues los niños somenten al calzado a un gran desgaste, pero debe seguir siendo:

Flexible. Que facilite el giro y la flexión del antepié.

Transpirable.

Abrochamiento en empeine con velcro o cordones (si son muy pequeños, mejor velcro), que permita ajustarlo bien sin que quede demasiado apretado ni holguero.

Dibujo en suela. Para evitar deslizamientos y caídas.

Que tenga suficiente anchura en la puntera tanto a lo ancho como a lo alto, para albergar los deditos sin oprimirlos.

Que siempre le sobre aproximadamente 1 cm desde la punta del dedo gordito hasta la punta del zapato.

Ligero. Es muy importante que no pese.

No se recomiendan botas, ni contrafuertes rígidos, ni zapatos sin sujeción en talón (como las chanclas), ni manoletinas (salvo que lleven una tira de sujeción en empeine).

Y seguimos aconsejando que siempre que puedan anden descalzos y sobre diferentes terrenos.

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Falsos mitos:

“El zapato del niño debe ser rígido y que le sujete bien el tobillo”. Todo lo contrario. Se debe facilitar el movimiento, salvo en algunas patologías en las que indicaremos un calzado con un poco más de sujeción. Esto no quiere decir que quede holguero. Se tiene que adaptar al pie pero sin restringir movimientos.

“No es bueno que anden descalzos”. Falso. Cuanto más anden descalzos mejor. Sobretodo en terrenos irregulares como la playa o césped.

“Las deportivas no son buenas”. Falso. Siempre que sean flexibles, con suela no demasiado gruesa y transpirables. Este calzado cumple en esencia los requisitos exigidos en un calzado escolar de uso diario, ya que los niños tienen una actividad básicamente deportiva, al estar siempre corriendo y saltando.

“El calzado infantil es caro”. No es necesario gastarse un dineral para conseguir un zapato que reúna las características básicas para permitir una correcta marcha y desarrollo del pie.

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Recomendaciones podológicas:

Es importante hacer una revisión podológica a partir de los 4-5 años para descartar patologías y comprobar que el niño está teniendo una evolución fisiológica normal de los miembros inferiores.

No olvidemos que el pie del niño está en desarrollo hasta los 12-14 años.

En caso de encontrar alguna patología, es el momento de tratarla, porque en el adulto ya no se podrá corregir.

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*Nota: todas las recomendaciones de este artículo en cuanto al calzado, se refieren a niños con una evolución fisiológica de los miembros inferiores normal.

Visita la Web de Mª Isabel Lillo

https://mlillopodologia.jimdo.com/

Mª Isabel Lillo González

Diplomada en Podología por la Universidad Miguel Hernández de Elche

Nº Colegiado 168

El calzado infantil