jueves. 28.03.2024

“Llegar a Dios a través del sexo”, podría ser el leit motiv de algunas creencias religiosas taoistas. Un manual de esta doctrina afirmaba, en el S.II d.c., que el emperador se volvería inmortal después de mantener relaciones sexuales con más de 1200 mujeres. Por si alguien quisiera investigar más, es fácil encontrar el libro “El Tao de la Salud, el Sexo y la larga Vida” de Daniel Reid, en la web. Pero, no es este el caso, es que sólo me parecía un buen ejemplo de cómo se ha magnificado lo de tener relaciones eróticas, y no sólo en nuestro tiempo.

El Trastorno de Deseo Sexual Inhibido (DSI, en adelante), es relativamente reciente en nuestra sociedad. Este término se empezó a utilizar en 1980. ¿Qué pasa? ¿Es que antes nadie tenía DSI? ¿A todo el mundo le apetecía? Pero ¿a qué se le llama tener o no tener deseo?

Para entendernos, el DSI puede definirse como una disminución persistente y anómala del deseo sexual que puede afectar de forma importante a la relación íntima de la pareja. La prevalencia de este trastorno ronda (dependiendo de los autores) entre un 51% y un 22% para las mujeres y entre un 15% y un 10% para los hombres. Siendo optimistas 1 de cada 10 hombres y 2 de cada 10 mujeres de las personas que conoces estarían afectadas de este trastorno. Siendo así, sería fácil que alguien te haya comentado su situación. Pero ¿esto lo comenta alguien? Más bien suele ser al contrario, parece que lo habitual (que se confunde con lo “lógico”) es tener ganas siempre.

Por eso quería empezar con ese ejemplo tan llamativo. Hay un marcado componente social en este trastorno. Hoy por hoy, usted debe tener deseo sexual, si no, su deseo es anómalo, raro, enfermo. Hay quien puede pensar que tiene un trastorno cuando en realidad tiene una frecuencia, interés, deseo, funcionalidad “normales”. Pongo “normal” entrecomillado porque, cuando se ha magnificado tanto lo de tener relaciones sexuales, es difícil valorar si lo que pasa es que, se tiene la sensación de que el propio deseo no se ajusta a la expectativa social que se ha creado en torno a él. Vivir este desajuste como un problema es lo que llevará a individuos o parejas a la consulta del sexólogo.

Como en muchos trastornos hay grados. Puede ir desde quien tiene una aversión total hacia los temas relacionados con la erótica (no solo la visión o el contacto, anticipar en la imaginación provoca una elevada ansiedad), hasta quien mantenga fobias más específicas (rechazo a tocar los genitales de la pareja, hacia el flujo vaginal o el semen,…) Si son estas situaciones específicas, se puede disfrutar del resto de situaciones eróticas que la bordean, pero no se llega a considerar que esto sea satisfactorio.

En el ideario del público en general, si alguien rechaza o no tiene interés en las relaciones eróticas, se piensa en pasados traumas de abuso, violación, familias disfuncionales y una educación muy represora en torno a la sexualidad. Si bien está documentado que sí puede ser causa de DSI, no solo estos fuertes problemas vitales o emocionales son necesarios ni suficientes para explicar la aparición del trastorno. Una disminución en los niveles de testosterona debido a medicación, cirugías o trastornos hormonales, pueden afectar (entre otros) al sistema gonadal y por tanto al deseo. Medicamentos para la hipertensión o para controlar trastornos como la depresión o esquizofrenia pueden estar tras una DSI. Más de carácter psicológico, una ansiedad extrema, repugnancia hacia el sexo, dolor durante el coito (dispareunia).

No es raro encontrar que la infertilidad en la pareja desencadene una disminución en la frecuencia de relaciones sexuales, así como el deseo de tenerlas... Entrar en la dinámica de que sea algo repetitivo, la obligación, el hecho de pasar de un juego a un trabajo para procrear va a alterar el deseo.  Los síntomas que lleva asociado la posible infertilidad como vergüenza, baja autoestima, depresión, ansiedad, conflictos de pareja,…; dispararían formas de pensar, interfiriendo en el deseo.

Hay particulares formas de pensar erróneas que conducen a esta situación. Por ejemplo, una respuesta disminuida como la falta de lubricación vaginal es un síntoma típico en mujeres con DSI. Sin embargo esta falta puede deberse a otras circunstancias como la menopausia o la lactancia. Se puede deducir erróneamente que, si no hay lubricación no hay deseo. La pareja puede entender esto: no hay lubricación, no hay deseo, no le gusto, no le gusta lo que le hago o hacemos, dejo de hacerlo, no apetece hacerlo, porque total…, si no le va a gustar.

Elegir la cama como el lugar para llevarse preocupaciones cotidianas como el trabajo, los hijos, problemas económicos o familiares; no es lo más apropiado. No solo altera el sueño sino que deserotiza el momento y el lugar. Vamos, que corta el rollo. También, sin darnos cuenta, o de modo consciente, se usa como estrategia para evitar el avance erótico de la pareja. La estrategia que puede aparecer es irse a la cama después que la pareja, excusándose con terminar de recoger o ver un rato la tele.

Por lo que un consejo básico es hablar de esto con franqueza y honestidad con la pareja. Hablar en primera persona y no en general. No hacer juicios morales. Evitar las críticas culpabilizadoras. Ser lo más directo posible, sin dobles mensajes, sin cosas a interpretar ni dar cosas por supuestas.

Aun a riesgo a equivocarme y eliminar clientela, propongo una metáfora. Viajar nos enriquece como personas, nos ofrece nuevas perspectivas, nuevos puntos de vista. Es sumamente placentero vagabundear por las calles de ciudades que no conocemos, demorarse tomando una bebida sentado en una placita imaginando cómo serán las vidas de la gente que pasa, en otra cultura que no se conoce bien. Viajar le gusta a todo el mundo. ¿Necesitaría alguien ir a terapia porque no le guste viajar?

Pueden enviar sus dudas o consultas a jimenez.ramos.al@gmail.com

La falta de deseo