viernes. 29.03.2024

Últimamente estamos observando que el mal uso de este servicio de mensajería está consiguiendo que muchos de sus usuarios se estén olvidando de su cara más positiva. Y es que no tenemos que olvidar que WhatsApp nació como una forma de comunicación gratuita, rápida y con la que podemos intercambiar fotos, videos y comentarios con quien queramos en cualquier parte del mundo. Sólo necesitamos estar conectados a una wifi.

Si lo utilizamos de forma racional no debemos preocuparnos, pero si lo hacemos de forma irracional podemos llegar a caer en una dependencia brutal que no nos permitirá separarnos ni un solo instante de nuestro dispositivo móvil. Un “enganche” que no conoce de horarios, que se salta todos los límites establecidos y que consigue ser la prioridad en cualquier momento y en cualquier lugar en el que nos encontremos. Una herramienta que, a día de hoy, se ha vuelto indispensable en la interacción humana actual.

MOVIL (Copiar)

Si lo pensamos bien, ¿Cuántas veces al cabo del día miramos la pantalla de nuestro móvil para comprobar si hemos recibido algún mensaje? ¿Cuántos mensajes enviamos al día?  ¿Cuántos malentendidos han surgido en tus relaciones personales por culpa de una conversación del WhatsApp? ¿Cuántas veces te has frustrado cuando no has recibido la contestación de esa persona a la que escribiste y, a pesar de estar en línea, no leyó tu mensaje, o si lo hizo no dedicó ni un minuto a contestarte? Conflictos así pasan cada cinco minutos, qué digo cada cinco, cada minuto. No tenemos que olvidar que la malinterpretación de algunos mensajes provoca situaciones desagradables e incómodas entre los que participan en dichas conversaciones. Pero más allá de todo esto, este servicio de mensajería, está convirtiendo a gran parte de sus usuarios en personas dependientes de una “vida social en línea”.

“Ana está ahora mismo en línea, y no me responde, Carlos escribió por última vez a las dos y media de la mañana y Bea lleva tres días sin conectarse...” estas son algunas averiguaciones que se pueden hacer sencillamente con mirar el móvil, y pueden resultar muy comprometedoras. Porque  el rastro que esta aplicación deja puede provocar conflictos de pareja y malentendidos entre amigos, si éstos la utilizan de forma irracional, y lo que es mucho peor, si la utilizan como una herramienta de control. Lo peor de todo esto es que muchos de ellos no son conscientes del grado de dependencia que tienen pero, eso sí, reconocen que no son capaces de concebir su vida sin este compañero tecnológico de viaje.

El mal uso del WhatsApp está interfiriendo gravemente en nuestra vida cotidiana, pues cuando uno pierde el control de su vida, hasta hace poco estabilizada, y permite que esta dependencia irrumpa bruscamente en nuestros hábitos diarios, en nuestros horarios de trabajo, de estudio, en la forma de relacionarnos socialmente, en convertirnos en personas incapaces de charlar con otras personas sin dejar de consultar el móvil, sin dejar de contestar inmediatamente y de forma compulsiva...sinceramente creo que de usuarios racionales a enfermos dependientes sólo hay un paso.

Cuando hablamos de este tema parece que estamos hablando de usuarios jóvenes, pero esta no es la realidad, la adicción no sólo les afecta a ellos, pues hay muchas personas maduras que también han generado esta dependencia. Lo que hay que analizar es cuál es el perfil de este tipo de usuario, en muchos casos son personas con inestabilidad emocional, inseguridad en sí mismo, tímidos y con problemas para comunicarse y que encuentran en este servicio y en las redes sociales,  una vía de escape para sentirse más reconocidos socialmente.

No debemos de olvidar que en una conversación de Whatsapp no vemos a nuestro interlocutor, no apreciamos su tono de voz, los gestos que le acompañan, qué es lo que está haciendo en ese momento, si ha tenido un buen día o no, y algo muy importante, cómo está interpretando nuestros mensajes. Todo ello influye en la conversación, y el cariz que toma la misma. Situaciones  así pueden provocar frustraciones innecesarias, pues los usuarios tanto de esta aplicación como, en general,  de las redes sociales caen en reflexiones demasiado profundas y en ocasiones sin fundamento alguno. La imaginación se desata con pensamientos negativos que lo único que generan es desconfianza y provoca inestabilidad en una relación. Por ello, lo mejor y más recomendable es que una conversación importante  no se tenga a través de mensajería instantánea, será más interesante tenerla verbalmente y, cómo no,  frente a frente. Un “emoji” nunca podrá reemplazar y comunicar todo lo que se genera en nuestro cuerpo mientras mantenemos una conversación personal (miradas, gestos, complicidad, tono de voz...). No hay que olvidar tampoco que el uso del lenguaje es muy complejo, imaginemos si no lo utilizamos correctamente. Un signo de interrogación que falta, una coma colocada donde no es...o sencillamente una mala redacción puede contribuir a una muy mala interpretación y a un conflicto que traspasa el escenario virtual y se instala en el personal.

Démosle el uso correcto a esta aplicación de móvil, pues de forma controlada y racional, podremos obtener muchos más beneficios y utilidades que si lo hacemos de forma irracional. Utilicémosla como una herramienta de comunicación y no como entretenimiento, porque otro aspecto que no hemos tratado aún es que mientras estamos conectados, las personas que están a nuestro alrededor pueden sentirse molestos con nuestra actitud, pues nuestro comportamiento puede llevarles  a pensar que su compañía no es importante.  No desaprovechemos la oportunidad de disfrutar de una buena compañía y de una buena conversación. Por muy interesante que sea una conversación virtual nunca te aportará todo lo que te aporta una conversación personal. Centrémonos en el aquí y ahora, y dejemos esa interacción rápida e instantánea para cuando no estemos en compañía de nadie.

Por último y no menos importante, hay que recordar que nuestros hábitos, y sobre todo, nuestros malos hábitos son el ejemplo de los más pequeños. No nos vale quejarnos de si pasan o no pasan muchas horas delante de un ordenador, tablet o móvil, si nosotros somos los primeros que no dejamos de hacerlo.  Con nuestro ejemplo conseguiremos que los “nuevos usuarios virtuales” les den el uso correcto a las nuevas tecnologías.

El mal uso del WhatsApp