sábado. 20.04.2024
SOCIEDAD

La realidad supera a la ficción

Hay historias que se guardan ocultas entre los seguros pilares que sustentan una familia. Esas historias que nos confirman la tan manida frase " La realidad supera la ficción". La primera vez que Rebeca y Marta se vieron, se escondían tras las piernas de sus padres, apenas les llegaban a la cintura.Se observaban con recelo, con cierto desaire. Ese encuentro "causal" de sus padres fue el germen de una amistad de las de verdad, de alma a alma. Cuando Marta se mudó de casa y de colegio la relación entre las dos se hizo diaria, eso la ayudó a mitigar la morriña que sentía al acordarse de sus antiguos compañeros de pupitre.

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Imagen cartelera película "Dream House"

Marta empezó a tener problemas en una rodilla, eso la obligaba a permanecer mucho tiempo en casa. Rebeca iba a hacerle compañía, de paso jugaba a los primeros juegos de ordenador en el despacho de Andrés, el padre de Marta. En alguna ocasión, sola en ése despacho, Rebeca sentía una sensación extraña, sabía que alguien la estaba mirando, sentía miedo. No le daba mayor importancia, pero prefería estar acompañada por su amiga. No imaginaban lo que estaba por llegar...

Fue una de ésas noches que Rebeca se quedaba a dormir en casa de Marta cuando entre risas y la charla antes de dormir, se coló algo que no tenía que estar allí. La cama estaba frente a una ventana que daba al pasillo central de la casa. fue Rebeca la que alertó a Marta de que su hermano intentaba asustarlas, veían perfectamente la silueta del adolescente tras el cristal.

- ¡SERGIO! ¡DÉJANOS TRANQUILAS! - gritó la hermana

Pero Sergio ni se inmutó. Cansada ya de vocear sin efecto, salió dispuesta a darle un cojinazo al hermano.

- Ya se ha ido, informó Marta.

- No, no se ha ido, sigue ahí en la ventana - dijo Rebeca ya sin asomo de sonrisa.

Y efectivamente ahí seguía la silueta de un hombre en la ventana, un hombre que sólo se veía desde el interior de la habitación.

Ese fue el primer episodio de cuanto allí aconteció, fue el punto de partida a luces que se encendían y se apagaban, puertas que se abrían y se cerraban, grifos que parecían tener vida propia, olores que inundaban la estancia hasta la naúsea y de repente se convertía en el más agradable de los perfumes. Había una especie de lucha entre el bien y el mal.

Los meses pasaban y las cosas sólo iban a peor. Marta lo pasaba realmente mal y Rebeca, aunque muerta de miedo, nunca dejó de ir a dormir a casa de su amiga, sabía que era cuando más la necesitaba, y ahí estaría siempre. Ya las noches no eran tan divertidas, se acostaban esperando algo que tarde o temprano pasaba. Cuando no eran los muebles de la planta de arriba siendo arrastrados, eran esos golpes secos en la pared, era notar el peso invisible de alguien al sentarse en los pies de la cama, eran objetos que se movían solos sin ningún tipo de explicación lógica. Era de locos, y lo sabían.

El fenómeno ya era común para todos los miembros de la familia, fue un proceso gradual. Ya todos vivían  bajo la presión del miedo, bajo el peso del secreto de puertas para afuera. Había días que llegaban a casa y una voz los recibía desde la cocina. Decidieron buscar algún tipo de ayuda, necesitaban entender algo de todo aquello. Primero fueron las visitas al psicólogo, poco pudo ayudar. Después un grupo de investigadores con renombre  en el mundo de la parapsicología  estudió los fenómenos, la casuística que se daba en aquella casa. Los especialistas informaron de la presencia de un espíritu burlón, entre otros, que buscaba un supuesto tesoro escondido en la vivienda.

Mientras tanto Rebeca visitaba en sueños la casa de su amiga, la veía como fue en el pasado, una casa imponente... la guiaba "Lola". Un sueño como otro cualquiera hasta que "Lola" se manifestó abiertamente a la familia de Marta.

Pasaban los años y los fenómenos se intensificaban. Aún conservan la fotografía de un rostro , que por más que pintaban encima, se empeñaba en salir encima del sofá, psicofonías espeluznantes, y grabado a fuego en la memoria los muchos episodios que juntos vivieron, escenas tan violentas e increíbles que merecen ser guardadas en el recuerdo. Los últimos meses de estancia en la casa dormían todos juntos en la misma habitación, Marta, Sergio y sus padres. La familia terminó dejando la casa. 

El anterior propietario del inmueble, les confesó que los problemas empezaron cuando utilizaron el mal llamado juego de la ouija. Hay que tener cuidado con las puertas que se abren...

Hoy, Marta y Rebeca son mujeres maduras, siguen tan unidas como entonces. A pesar del miedo vivido en esa casa, se sienten afortunadas, ellas han sido testigo de lo imposible, ellas saben que hay una realidad invisible que convive con nosotros. Ahora hay pocas cosas que puedan asustarlas.

La realidad supera a la ficción