Lo bonito es que lo está consiguiendo, porque como decía Mark Twain “la generosidad es un lenguaje que los sordos entienden y los ciegos ven”.
Tercer día de ruta y tercer día de buenas sensaciones. Los 90 kilómetros de hoy han estado llenos de buena compañía. Empezando por los 30 ciclistas del club “Los intrépidos” de Bailén que, junto a su Alcalde, han esperado a Miguel Ángel a la entrada del pueblo, siguiendo por el buen recibimiento que se le ha brindado en Linares y en el resto de municipios por los que ha pasado y acabando con las promesas de colaboración que ha obtenido allá en donde ha estado.
Mañana espera la Sierra de Segura y empezará lo realmente fuerte. Rampas duras desafiarán la generosidad de Miguel Ángel, que seguro que superará ayudado por las buenas gentes que encuentre a su paso. Nada como la generosidad para llamar a más generosidad. Como ya he dicho en otra ocasión, llama mucho la atención una bicicleta con alforjas montada por alguien en cuyo ánimo sólo estar ayudar, un loco maravilloso que se ha lanzado a la aventura con el único fin de dar esperanza y sacudir conciencias. Y ahí estaremos nosotros para narrarlo.
Sí, ha sido un buen día lleno de buenas sensaciones. Hoy el ruido ha parado por un instante y nos ha permitido escucharnos a nosotros mismos, y lo que hemos oído nos ha dejado maravillados. Esta sociedad en la que vivimos ha dejado por un momento de girar enloquecidamente y nos ha permitido ver con calma que es más importante un gesto generoso que muchas imágenes de las que nos bombardean a diario.
La generosidad llama a la generosidad, sin duda. Ayer tuvimos una prueba, cuando el Ayuntamiento de Bailén pagó el alojamiento, cena y desayuno de Miguel Ángel. Hoy hemos tenido otra prueba, porque el Ayuntamiento de Beas de Segura, donde mañana empieza la etapa, hace lo mismo. Mi agradecimiento y el de mi hermano por su generosidad. Como agradecemos al Ayuntamiento de Marmolejo el vídeo sobre Celia que ayer sacó en su página de Facebook. Su gesto hace que todo sea más llevadero y que todos tengamos la sensación de que, a fin de cuentas, no estamos perdiendo el tiempo.
Las manos que hacen son más generosas que los labios que predican. Y los pies que pedalean por una buena causa son más poderosos que la luz enceguecedora que no nos permite ver que hay cosas maravillosas más allá de los mensajes inanes, las promesas huecas y las discusiones de fueras de juego en la undécima. Poco a poco, Miguel Ángel lo está consiguiendo. Mucho ánimo. Por Celia.
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