viernes. 29.03.2024

El diputado

Banco

Hacía tiempo que no me cruzaba con mi vecina Ramona, las vacaciones y las tareas de cada cual habían separado nuestros destinos, me extrañaba, porque ni siquiera en el rellano de la escalera o en el mercado nos habíamos encontrado. Por eso me alegré al verla, comprobé que estaba bien y que su ausencia era pura casualidad, simplemente habían pasado unas semanas sin coincidir.

Ramona le da vidilla al barrio con sus ocurrencias, es dicharachera, alegre y extrovertida, además siempre está al último cotilleo. Cuando hablamos siempre lleva las riendas de la conversación, apenas te deja decir palabra porque cuando empieza es un torrente, y si tiene algo que contarte, mucho más.

En esta ocasión me abordó preguntándome sobre "El diputado", la interpelación me dejó desconcertado, no sabía exactamente a qué se refería. Ante mi cara de sorpresa muy pronto me lo aclaró, enseguida aludió al individuo que cada día se sienta en un banco del bulevar y argumenta o discute sobre cualquier tema.

Debo aclarar que, tanto su terraza como la mía dan a esa avenida de la ciudad, un lugar donde la resonancia invita a escuchar las conversaciones de aquellos que se sientan en la hilera de bancos. Este largo verano la sombra de los plátanos invitaba al descanso, al relax y a la tertulia en tan refrescante lugar.

Les aclaro, el muchacho en cuestión ni siquiera roza la cuarentena, viste de forma cómoda y desinhibida, repanchingado en el banco se pasa gran parte de la mañana conversando con cualquiera que esté a su lado, pasada la siesta y hasta el anochecer, vuelve a su hemiciclo particular para seguir sermoneando sobre cualquier asunto.

Es tan heterogéneo su discurso y el repertorio de temas sobre los que trata que, ni siquiera adivino a qué ideología puede pertenecer. El tío es polifacético total, hoy habla sobre política internacional, y en un batiburrillo de ideas mezcla a personajes tan variopintos como Matteo Salvini, Donald Trump, Kim Jong-un o a Nicolás Maduro, sin olvidarse del inglés Boris Johnson y su empeño en apostar por el Brexit duro.

Ramona se ríe de las explicaciones que da el diputado a los que se han acercado a escuchar sus análisis. Resuelto y decidido opina sobre el racismo del italiano, después justifica el muro de uno y los cohetes del otro, rechaza la verborrea del venezolano y ridiculiza el pelo del inglés etc...

Mi vecina me advierte que los políticos mencionados tienen algo en común, a ella ninguno le cae bien y opina, que todos son extremadamente populistas.

Escuchándole cada tarde desde la terraza, Ramona y yo comprobamos que el sujeto también dictamina sobre la política nacional. El tío no deja títere con cabeza, que si Sánchez esto, que el Iglesias lo otro, que los dos manifiestan ser de izquierdas pero no se pueden ni ver, que son como el agua y el aceite. Anda tan sobrado que bromea sobre la barba de Casado o el ligue de Rivera.

Con su sesudo discurso y de forma sistemática resuelve problemas complejos con medidas simples, a todo le aplica su exclusivo sentido común, un estilo que deja embobados a curiosos y viandantes.

A mi vecina y a mi nos sorprende lo que sabe esta criatura, opina de todo, sabe de todo, estamos asombrados ante sus certezas. Los dos queremos creer que sus veredictos apenas trascienden a los oyentes, pero lo cierto y verdad es que quedan deslumbrados con sus explicaciones.

A Ramona le preocupa la capacidad de seducción del personaje y la nula aptitud  crítica del auditorio. En un intento de relajar la conversación le comento que siempre han existido  charlatanes, ciudadanos que emiten sentencias y ordenan el país desde la barra de un bar tomándose un cafelito.

Me dice Ramona que le extraña que a pesar de su juventud disponga de tanto tiempo libre, vamos que seguramente tiene una "paguita" que lo libera del trabajo. Pero después de un buen rato de charla sobre la aptitud y la soltura del sujeto, le envío señales para terminar la conversación, le digo que aún debo preparar la comida y apenas me queda tiempo. Pero ella sigue y sigue, llegado el momento le muestro el reloj en un gesto desesperado por finalizar.

Nos despedimos diciendo: Seguimos hablando y, para disculparlo, apostilla: Mira entre tú y yo, este tío es un farsante, pero nunca resultará tan gravoso como los diputados de verdad, de los que tienen acta, muchos de ellos ni siquiera se atreven a opinar donde debieran.

La presencia del "Diputado" en el bulevar nos ha entretenido tanto este verano que, ahora que se acerca el otoño, al salir a la terraza lo echamos de menos.

El diputado