viernes. 29.03.2024

El género epistolar

Alcaide
Alcaide

El desarrollo de las nuevas tecnologías ha supuesto una auténtica revolución en la comunicación. En muy poco tiempo los medios han tenido que adaptarse al ritmo vertiginoso que propone Internet. Las líneas ADSL, la fibra óptica, los satélites proporcionan señales para que a través de ordenadores, móviles, tablets, etc.. recibamos toda clase de información en un tiempo mínimo, casi al instante desde que se produce el acontecimiento.

Esta rápida evolución se aplica también a las relaciones personales. A través de estos dispositivos hemos tejido una enorme cantidad de redes sociales que nos permiten contactar al momento. El correo electrónico, los mensajes y los grupos de contactos como facebook, twitter o mesenger han sustituido a las tradicionales cartas. De repente encontramos en estos espacios virtuales a muchos amigos, gente conocida, viejos compañeros del colegio, etc. Pero aunque hemos ganado en las posibilidades de contactar, a la vez, hemos trivializado y devaluado la amistad. Compartimos una foto, clicamos en “me gusta” para empatizar y poco más. A pesar de las enormes posibilidades hemos mermado el fondo y el contenido de la comunicación con el otro y, todo queda reducido a un instante efímero en esa ambigua nebulosa de lo virtual.

Ahora nada es tan tangible como la correspondencia de ayer, cartas guardadas en  cajas de lata o de cartón, cartas de amor, de amistad, familiares, cartas de agradecimiento o de felicitación. Textos escritos en máquinas de escribir, repiqueteo de teclas como el sonido armónico de viejas campanas. ¡Qué decir del silencio del que escribe con esmerada caligrafía o de la pasión que supone cambiar el sonido del vocablo por el signo!. Espacios donde también tienen sentido los tachones y borrones que implican el error o la duda, cartas con olor a papel viejo y que ahora en este mundo de modernos han quedado olvidadas, obsoletas y trasnochadas como ejemplos del pasado.

En una de las visitas a mi ciudad natal, un amigo, un apasionado de la lectura y también de la cultura tuvo a bien dejarme un pequeño libro, casi un cuadernillo. Un ejemplar de Cuadernos Alcántara editado en el año 1955, una obra de Cástulo Carrasco en la que recopila su correspondencia con Juan Alcaide.

El cuaderno de por sí tiene el valor de lo antiguo, casi desconocido. Su textura, su olor y su contenido escrito en un estilo de caligrafía de ayer le dan un regusto añadido a su lectura, un análisis que guarda el valor del vínculo y la amistad entre dos escritores de aquel tiempo a través de la correspondencia. Excepto por un puntual interés, casi nadie sabe de Cástulo Carrasco. Nacido en Terrinches en 1910, vivió en Cáceres y allí dirigió los Cuadernos Alcántara, colección donde se publicaron cuatro títulos suyos. En la revista Alcántara, en su número 35 con fecha 30 de septiembre del año 1950, le dedica un extenso capítulo al poeta manchego y amigo valdepeñero Juan Alcaide.

Cástulo vivió mucho más que nuestro poeta de referencia, puesto que falleció en el año 1985. En el número 31 de la revista Manxa, en diciembre de ese mismo año 85 hay una reseña que dice de él que fue un escritor culto, de pluma ágil y riguroso en el decir. Como poeta figuró en una antología de escritores extremeños.

En “Correspondencia con Juan Alcaide Sánchez” hay autenticidad sobre el compromiso que implica la amistad. Hay pasión, discrepancia, dolor y emoción, cariño e interés del uno por el otro reflejadas explícitamente en las diferentes misivas.

En una serie de cartas, de idas y venidas, de envíos y acuses de recibo a través del correo, Cástulo y Juanito, que así nombra muchas veces al amigo, se alegran del nuevo envío. Querido Cástulo. No te puedo decir la alegría que me dio al recibir tu carta. ¡Enorme! Te hubiera escrito enseguida, Bárbaramente, ambiciosamente; pero...

El tema sangrante del expediente de depuración acabada la guerra, los malentendidos, los reproches desde la sincera amistad, la palabra “repulsión” enerva a Alcaide que dice: Si no fuera cristiano no te perdonaría una palabra tuya: ésa de ¿repulsión? Sigue....Termino. Tengo que terminar. Esto no es una carta como la tuya, un tanto academicista, crítica, hirientemente razonadora. Esto es... un grito entero, de alma que no quisiera ser pequeña. A lo que Cástulo responde: Querido Juan: ¡No, no, no y no! Ahora eres tú quien no ha sabido leerme ni ha sabido comprenderme. Aclaraciones y razonamientos para explicar la postura de cada cual, con sus diferencias, con sus sensibilidades, pero unidas por la afinidad y el respeto tratando de entender la obra del otro. También de su interés por publicar en las revistas culturales de la época, tarea inmensa después de atender a su labor de docentes, compartir con sus amigos poemas y prosas en un intento de ir más allá de la rutina del día a día. Escríbeme ampliamente. Yo haré lo mismo. Hablaremos de sueños y de arte. Un fuerte abrazo. Personajes dotados de una gran sensibilidad que quedó reflejada en sus libros. Atentos también a la vida cotidiana de los parientes cercanos, son muchas las referencias y observaciones de Cástulo sobre la salud de Juan y de su madre.

Breve carta de Alcaide: 10-5-50 Querido Cástulo: Estoy enfermo, lo he estado gravemente. Tu libro me ha traído una alegría enorme. Lo leeré gozoso. Te mando dos cosas mías. Y esa revista, cuyo número es casi todo mío. ¡Que no desconectes de la Mancha! Una cosa: nuestra amistad está siempre por encima de todos los silencios. ¿Estamos?... Un fuerte abrazo.

Confieso que mi empeño por reflejar parte de las cartas puede cansar al lector, pero estos fragmentos entresacados del libro corroboran los sentimientos de los personajes. Querido Cástulo: “Por ser con todos leal, ser para todos traidor” escribió un día nuestro glorioso don Jacinto, cita benaventiana, porque el libro introduce vocablos inusuales, conjugaciones extremas y algunos términos que no reconocen los correctores de texto de estas nuevas tecnologías, palabras caducas que, cuando las vocalizas, suenan a pasado como por ejemplo esquinudos, decíasme, embrida, glosar, desgaire, firmante, límpido, eternal, encojándolos o encadenándoseme. 

Reconocerán conmigo la enorme tarea de personajes como Juan Alcaide o Cástulo Carrasco, escritores como otros muchos poco leídos y menos reconocidos. Pero sus obras resultan imprescindibles para entender la cultura local y regional, base en la que se sustentan los literatos de relumbrón, poetas y escritores que el analfabeto funcional reconoce cuando son citados en radio, prensa  o televisión y que son sólo la cúspide de una pirámide sustentada por estos casi desconocidos y apasionados trabajadores de la palabra escrita.

Este humilde texto es sólo un intento de mostrar reconocimiento e interés por estos autores casi anónimos. Menos mal que en Valdepeñas, y en la Mancha, Juanito, nuestro Juan Alcaide, ha sido recuperado. Su obra y sus cartas son excusa y pretexto para realizar actividades culturales, para no dejarlo en el olvido y devolverle el amor que tuvo a su ciudad: en este mi Valdepeñas que bien amo y del que todos sus amigos sabían.

La Red ha sustituido prácticamente al género epistolar y la agonía ha sido rápida. Ahora existen otras fórmulas, otras formas donde se siguen comunicando las personas inquietas. Aquellos que hacen poemas, que escriben cuentos, que expresan sentimientos y sensibilidades como hacían Juan y Cástulo, incluso existen revistas culturales virtuales que son más baratas. Pero resulta todo tan aséptico, tan rápido y tan práctico que, aquellos que hemos esperado una carta, un libro, sabemos de la ansiedad o de la paciencia y después, del deleite de la lectura apreciando el tacto de unas cuartillas con olor, con la caligrafía firme o insegura del familiar, del amigo o de la novia. Apreciado objeto tangible que podemos guardar para volver a releer cuando el estado de ánimo nos convoque a la curiosidad, a la ausencia, al desamor o a la nostalgia.

El género epistolar