viernes. 19.04.2024

La Cervecería Alemana

Cervecería Alemana (Copiar)
La Cervecería Alemana

En las dos ediciones de  mi libro-guía “El vino de Valdepeñas en las tabernas de Madrid”, (1999 y 2003),  incluí la “Cervecería Alemana”, breve reseña, en la que redacté: “No es una taberna este centenario local, lleno de historia, pero bien merece una visita. Preciosa decoración: veladores de mármol, paredes recubiertas de madera y lienzos oscuros, ennegrecidos por los años. Aquí he pasado horas magníficas con Valentín Hidalgo, joven actor, paisano y querido amigo, que vivía en la cercana Plaza del Ángel.”

Hoy, me decido a ampliar el comentario de la citada “Cervecería Alemana”, situada  en Madrid, en la céntrica Plaza de Santa Ana, 6, fundada en 1904 por un grupo de industriales alemanes, que decidieron abrir un local para el exclusivo consumo de cerveza, pero en el que también se vendían bocadillos de pasta del salmón, langostinos, anchoas, sardinas ahumadas…, que se acompañaban con cerveza  “El Águila”.

 Poco tiempo después, comenzaron a servir bocadillos y raciones de alimentos que no se encontraban en otros bares, como faisán, corzo, liebre, foie-gras, jamón ibérico, salchichas de Frankfurt, entre otros.  En esa época, llegaron a vender, en seis meses: 91.683 litros de cerveza, cantidad nada despreciable en unos años, en que el consumo de vino era mucho mayor que el de cerveza, especialmente  de el vino de Valdepeñas, que era el que abastecía a la mayoría de bares, tabernas, mesones, figones….

En 1924, pasa la cervecería a manos del  asturiano, Ramón González Peláez, profesional que había emigrado a Madrid y trabajó en varios bares y tabernas antes de independizarse y alquilar la antes nombrada cervecería. Posteriormente, el negocio lo regentaron sus hijos: Pepe, Conchita y Ramón, y actualmente lo hacen sus nietos, que son la tercera generación, algo bastante extraño en el gremio de la hostelería, donde normalmente los padres no quieren que los hijos se dediquen a un oficio tan esclavo.

Entre sus clientes más famosos se pueden citar a literatos, gentes del teatro y del mundo taurino: Valle-Inclán, Hemingway, Ava Gadner, Víctor de la Serna, María Guerrero, Alfonso Paso… y los toreros: “Cagancho” “El Gallo”, “Bienvenida” y “Los Dominguines”, especialmente Luis Miguel, dada su íntima… relación con la gran actriz y bellísima mujer, Ava Gadner, que fue clienta diaria durante los quince años que vivió en La Villa y Corte, donde se sentaba  siempre en el velador que hay en la ventana, que es de los más solicitados por el público, ya que tiene vistas a la plaza.

Generación tras generación, han sabido adaptarse a los nuevos tiempos, sin cambiar un ápice de su decoración centenaria, como la barra, que aún es la original, los veladores de madera y mármol, los bancos de madera, los óleos, que cuelgan en la paredes, etc. Es una  cervecería muy bonita,  castiza y con encanto, si eres amante de los bares antiguos, tradicionales, en los que se respira solera, vida, historia…

No es restaurante, pero es un sitio ideal para tapear en el mostrador o en las viejas mesas, donde  atienden un amplio servicio de camareros atentos, amables y profesionales de los de toda la vida, que aún utilizan las chaquetillas blancas clásicas, ya casi desaparecidas en el mundo de la hostería.

Tiene un extraordinario vermut de grifo, pero su especialidad son las cervezas de calidad de marcas nacionales y extranjeras, cuya carta es muy amplia y diversa: Amstel, Paulaner, Urquell, Murphys, Leffe… Para “picar”, también tiene muy buena carta de tapas y raciones: Tortilla, croquetas, ensaladilla rusa, empanadillas de bonito, mejillones al vapor, calamares, berberechos, jamón, bacalao rebozado, huevos rellenos, lacón, boquerones fritos o en vinagre, pulpo a la gallega, gambas cocidas, almejas a la marinera, embutidos ibéricos…, entre otros muchos condumios, que puede regar con su exquisita y fría cerveza de grifo, que tiran maravillosamente bien. También tienen una interesante carta de vinos blancos, tintos y rosados de las denominaciones de origen: Valdepeñas, Rioja, Ribera del Duero, Rueda…

Desde 1980 “La Alemana” está reconocida como “Establecimiento Centenario”, título otorgado por la Cámara de Comercio e Industria de Madrid”, entre otros, que se exhiben en esta joya, en la que se pueden degustar excelentes tapas y raciones, que se pueden remojar con todo tipo de bebidas, terminando con un buen café, licores y otros espirituosos.

(De Dcha a izda: Joaquín Brotóns (autor del artículo), José Luis Álvarez Pascual y José Álvarez Pérez, en la Cervecería Alemana, en Madrid. Mayo de 2003)

En la Cervecería Alemana. (Copiar)

Yo, la conocí en los primeros años 70, cuando hice la “mili” en Madrid, y siempre que voy a la Capital del  Reino, me paso por ella para tomarme una cerveza fresquita y una tapa de tortilla, ensaladilla rusa, croquetas, entre otras, que las bordan.

El horario es de domingo a jueves: 11 a O, 30; viernes, sábados y vísperas de festivo: 11 a 2,30. La mejor hora para ir es cuando abren o al aperitivo de medio día, pero en días laborales, ya que, los fines de semana, está “petado”, como dicen ahora los jóvenes.

 Asimismo, tiene una extraordinaria terraza de verano, en la que se está estupendamente viendo la plaza llena de vida y la preciosa estatua de Federico García Lorca, que en sus manos suelta una paloma.  Los precios son  los normales…  en el Barrio de las Letras, en este tipo de locales emblemáticos e históricos, que tienen más de 100 años, pero algo más caros en las mesas del amplio salón interior y en la terraza, como es lógico y normal.

Hemingway (Premio Nobel de Literatura, en 1954), que era parroquiano fijo de la casa, escribió  en su artículo “Un verano peligroso”, publicado en 1960, en la revista “Liffe”: “La Cervecería Alemana es un buen sitio para tomar cervezas y café”.También elogió:”el vino clarete de Valdepeñas, que servían en jarras pequeñas, medianas y grandes”, caldo del que era fervoroso degustador, ya que dicho prestigioso escritor era muy aficionado a todo tipo de bebidas, que saboreaba en bares y restaurante de Madrid, ciudad que le encantaba, especialmente por sus muchos bares, tabernas y museos, particularmente “El Prado”, que, verdaderamente, es una pinacoteca única en el mundo, que muchos de los nativos no saben apreciar. Hay una anécdota de Hemingway, que es muy curiosa, en la que un periodista le preguntó: “Qué es lo mejor para la resaca”, a lo que el escritor contestó: “Si la resaca es de las mías, lo mejor es suicidarse”. El 2 de junio de 1961 se suicidó en Idaho (EE.UU), que el divino Baco lo tenga en su cielo.

                                                                                                   www.joaquinbrotons.com.

La Cervecería Alemana