jueves. 28.03.2024

¿Cómo surge Raigambre?

Raigambre surge ante la necesidad de una serie de personas, que estábamos dentro del movimiento del folklore, de mostrar y enseñar en Valdepeñas lo que es realmente folklore, nuestras tradiciones y lo que engloba.

¿Por qué ese nombre?

Porque Raigambre es una palabra muy antigua que en Valdepeñas la tenemos un poco en desuso y que va totalmente con nuestro nombre, las raigambres, es decir, la raíz. Nosotros nos dedicamos al folklore de raíz, a nuestra tradición de raíz sin inventos y sin escenografías, mostrando a través del trabajo serio lo que es el folklore, lo que somos, fuimos y seremos. Queremos que la gente no olvide.

Queremos que nuestra población actual conozca y sepa nuestra historia. Parece que Valdepeñas no ha tenido una historia y no es así. Valdepeñas ha tenido una historia popular y unas tradiciones y todo eso lo engloba la palabra “raigambre”.

Valdepeñas es quizás, actualmente, uno de los pueblos de las cercanías que menos historia o donde la gente está menos orgullosa de la historia que hemos tenido, salvo el 6 de junio. Valdepeñas es 6 de junio y vino, pues no. Valdepeñas son unas tradiciones, fue una forma de ser, unas formas de relacionarse entre los vecinos, unas formas de vestir, unas historias, unas leyendas… A todo eso se dedica el grupo Raigambre. De ahí viene el rescate que hemos hecho de ciertas tradiciones en cinco años.

En vuestro trabajo de recuperación de tradiciones y costumbres, ¿qué elementos habéis recuperado o puesto en valor?

Por ejemplo, la primera tradición que rescatamos fueron las misas de gozo en las cuales se mostraron al pueblo de Valdepeñas que el periodo navideño no era exclusivamente el día de Noche Buena o el día de los Reyes, no. El periodo navideño para una persona de Valdepeñas y del resto de España era desde el 8 de diciembre, día de la Inmaculada, hasta el 2 de febrero, día de la candelarilla y presentación del niño en el templo. Durante ese periodo el pueblo se dedicaba a cantar, a celebrar el nacimiento de Cristo.

Todas nuestras tradiciones están muy marcadas por la Iglesia Católica y nosotros tan solo somos trasmisores de lo que hemos hecho. El grupo lo que hace es recrear o representar dos misas de gozo el mismo fin de semana de diciembre, una en las Agustinas y otra en los Trinitarios. En esas misas de gozo, en las que el cura siempre cantaba en latín, el pueblo se tomaba la licencia o el permiso de gozar, de tocar con sus instrumentos y de cantar sus villancicos en esa misa que no entendían.

La última misa de gozo que hace el grupo, que además la gente la acepto muy bien, fue el día de la candelaria, el 2 de febrero, de hecho, nosotros decíamos “a la gente le va a extrañar que estemos cantando villancicos”. Ahí el grupo va ataviado perfectamente, es más, las mujeres, como están en un acto religioso, tienen que ir como antiguamente, es decir, con una mantellina y con la cabeza cubierta. El 2 de febrero en la Iglesia del Lucero, hicimos la última misa de gozo.

Ese mismo día también instauramos una tradición perdida de Valdepeñas y de otros sitios como era la torta de la candelaria. Torta que el Ayuntamiento de Valdepeñas tenía la obligación de dar como regalo a los curas del cabildo eclesiástico de San Pedro y San Pablo de la Asunción. Nosotros, el día de la candelaria en el Lucero, le hicimos la ofrenda de una torta al sacerdote Don Rubén. Después invitamos a la gente a mistela y palomilla y nos echamos unos bailes.

¿Más tradiciones que hemos rescatado? Este año, por ejemplo, hemos rescatado la “Noche de los finaos” o también llamada en Valdepeñas de los “vinaos”. Aquí, en Valdepeñas, se está apostando mucho por Halloween, que no tengo nada en contra de esta fiesta (risas), pero nosotros también tenemos nuestras formas particulares de celebrar esas noches de difuntos, noche en la que venía el difunto a visitarnos. Aquí no nos disfrazábamos, aquí nos pasábamos toda la noche contando historias de miedo.

Este año los niños del grupo celebraron su primera “Noche de los finaos” en la cual aprendieron, mediante diversas escenificaciones, lo que era una visita a un cementerio cuando se quedaba la gente toda la noche rezando en el cementerio, cosa que hoy no hacemos, cómo era un salón de una casa en los siglo XVIII y XIX donde una persona esperaba a que viniese el difunto con sus mariposillas, velas encendidas dentro de aceite y con ciertos elementos alimenticios que igual esa noche no eran capaces de comerse como, por ejemplo, unas gachas ya que se decía que el muerto venía a meterte los dedos en las gachas. Lo que se pretende con los niños es mostrarles todo ese tipo de tradiciones. Éstas son algunas de las tradiciones que hemos rescatado.

Dentro de los proyectos que el grupo tiene actualmente está la creación de un museo etnográfico, un aula didáctica sobre folklore donde enseñemos a la gente cómo es el folklore de verdad y que la gente aprenda, por ejemplo, que para salir a bailar una jota no hace falta vestirse.

¿Cuántas personas componen el grupo?

Alrededor de 40 o 50 personas. Hay mucha gente muy entregada, interesada en aprender y que realmente están aprendiendo desde la base lo que es nuestro folklore y tradición. Ya te digo, somos sobre unas 40 o 50 personas en total, no solo miembros del baile sino que a parte el grupo tiene otra serie de talleres y de elementos en los que también participan. Por ejemplo, tenemos una escuela, un taller de costura tradicional, de joyería tradicional…

Tengo que contarte que toda la documentación que nosotros utilizamos está sacada de documentos antiguos, es decir, nosotros no inventamos, nosotros demostramos. Los refajos que, por ejemplo, llevan las miembros del grupo no es “¡qué imaginación tenemos!”, sino que estudiamos el documento y buscamos su comparativa con el siglo actual para intentar encontrar esa prenda antigua.

Ha hablado usted de que el grupo tiene una escuela, ¿cómo se organiza?

En la escuela tenemos dos grupos, uno de pequeños y otro de mayores, en los cuales las formas de enseñanza son totalmente distintas. También tenemos una escuela de música.

Tenemos una escuela un poco más dedicada a lo que es folklore en la cual está la escuela de mayores y la de pequeños. Ahí a los mayores se les enseña tanto algo de indumentaria  como bailes sueltos. Nosotros bailamos en plan suelto, es verdad que podemos tener algún baile no coreográfico ya que en aquella época tenían ciertos pasos establecidos, y respetamos esos bailes, es decir, se enseña a la gente lo que es el baile suelto, a que sepa lo que es una jota y que se sepa bailarla. Cuando empezaba una jota antiguamente no decían “primero va este paso, después va el otro…”, eso es absurdo. Entonces se bailaba como bailamos todos hoy, es decir, tú y yo vamos a bailar y cada uno bailamos, más o menos, dentro de un mismo estilo aunque hay quién no baila y se queda en la barra (risas). Nosotros es a lo que nos dedicamos, al rescate de esos pasos y a enseñarlos y que además sepan aplicarlos a los diferentes bailes.

Con los pequeños lo mismo. Ellos aprenden el baile libre, aprenden a diferenciar fandangos, seguidillas, jotas, fandaguillos… pero ellos también tienen el aliciente de aprender qué es un folklore no escrito, es decir, ese folklore en el cual aprenden tradiciones, partes de indumentaria, los cuentos tradicionales, esa pequeña historia pasada de abuelos a nietos y que se están perdiendo… Ellos son el garante de que no perdamos esa tradición el día de mañana. En la escuela se les enseña qué pasó en ciertos rincones de Valdepeñas ya que hubo apariciones de fantasmas, asesinatos y absolutamente de todo. Valdepeñas era una ciudad viva y se les muestra y a los niños les llama la atención.

¿Y la de música?

En la de música se enseña a tocar instrumentos tradicionales pero no solo guitarra, bandurria y laúd porque antiguamente no solo existían esos instrumentos. Existían también instrumentos como, por ejemplo, instrumentos de percusión e incluso el violín que era muy usado por la gente del pueblo.

En aquella época se valían mucho de la percusión y eso es lo que el grupo intenta transmitir. El año pasado, por ejemplo, el grupo hizo exclusivamente una jota a percusión con pandero y transmitió a la gente lo que era una jota de boda con pandero.

¿Qué visión tiene el valdepeñero respecto al folklore?

Creo que una visión totalmente desvirtuada, es decir, la mayoría de la gente de Valdepeñas, sobre todo la gente joven, no sabe lo que son nuestras tradiciones. No nos hemos preocupado de demostrarles realmente cómo eran nuestras tradiciones, cómo eran capaces de divertirse, vestirse o de bailar. Hoy hemos conseguido que el folklore no sea algo atractivo para el joven.

Mira, por ejemplo, la gente joven de mi grupo la verdad que siempre se acercan con ese recelillo de “jotas.. Aggg”, yo lo entiendo y mírame ahora soy presidente (risas), pero al final descubres un movimiento cultural que tiene una buena base, que te muestra una tradición, que te hace ver un Valdepeñas o nuestro pasado de otra forma. Por ello organizamos los bailes del candilillo, bailes que existían en Valdepeñas donde la gente iba a pasárselo bien y a disfrutar y eso lo hemos perdido.

Las chicas, por ejemplo, tienen un montón de problemas a la hora de vestirse de manchega porque no conocen realmente la indumentaria. Eso no es lo de traje de gala, de soltera, de casada y de vendimia, eso es mentira, eso no ha existido nunca. Existían unas ropas de fiesta y de ordinario y dependiendo de cada momento utilizaban unas prendas u otras.

Por eso te digo que tenemos una labor muy importante y esperemos seguir contando con el respaldo del Ayuntamiento para desarrollarla. Nosotros después de tantos años hemos aprendido que ahora es cuando estamos aprendiendo sobre folklore. No nos habíamos parado a escuchar a ese hombre o a esa mujer del pueblo que nos decía cómo se bailaba o se vestía y tampoco nos hemos parado a mirar un documento.

Yo me he dedicado durante años a salir a un escenario super bonito, super alto y a distanciarme de la gente y a no mostrar a la gente que el folklore es algo de piel, es algo cercano y por eso hemos cambiado el escenario. Ahora el escenario será bajo y la gente estará en alto para que la gente aprecie qué trabajo tiene ese refajo, lo bonito de un chaleco de hombre…

Tendemos a pensar que los hombres iban de negro y eso no es verdad, a los hombres les encantaba el color, mostrarse, verse elegantes, llevar el calzón de diversos colores… Es que hay que saber realmente. No puedes mostrar un traje imitación a un siglo XVIII con una boina, porque eso es algo que viene de la Guerra Civil, cuando durante siglos hemos llevado una montera, un sombrero y el pañuelo a la cabeza como norma de higiene. 

Es una labor amplia, una labor que tendría que contar con más respaldos de los que cuenta y que la gente se sintiera orgullosa de lo que son, de mostrar sus tradiciones, ¿por qué no? Soy manchego, me gusta lo mío y quiero mostrar lo que somos.

¿Cómo recuperáis todos esos documentos? Me imagino que se hayan perdido muchos.

Cierta parte no te la puedo decir pero lo hacemos a través de muchas investigaciones. También te digo una cosa, hay que saber dónde investigar. Hay mucho trabajo de años, trabajo de buscar prendas, de convencer a gente para que te ceda o te done una prenda, de sacar muchas fotografías, de ser muy cansino… Como el folklore no es engaño, hay que demostrarlo.

Para la gente que se quiera apuntar al grupo, ¿dónde tiene que acudir?

La Asociación de Folklore Raigambre tiene actualmente su sede en el Centro Social de la Manzana y le damos las gracias al Ayuntamiento por habérnoslo cedido. Desde Raigambre queremos que todo el mundo se acerque a su folklore y que nos llame para participar. El teléfono es el 629 66 83 25.

Hay ochenta mil actividades dentro del grupo y ochenta mil personas que pueden dedicarse a rescatar nuestras tradiciones orales, a estar en el taller de costura… Aquí no obligamos a nadie a hacer lo que no quiere.

Luis Miguel Ferrero: “El folklore es algo de piel, es algo cercano”