jueves. 18.04.2024
OPINIóN

En la muerte de Adolfo Suárez

Adolfo Suárez ha sido el único político español que forma parte de la biografía de todos los españoles, sobre todo de aquellos que ya pasamos de los cincuenta. Hubo algo en él que nos hizo mejores ya no sólo como pueblo, sino incluso también como personas. Nos enseñó con su pose incantatoria a reconocernos unos a otros distintos pero todos juntos como compatriotas. 

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Hubo algo en él de lo que hoy carece por completo – y muy peligrosamente – la clase política: tenía la convicción de que el orgullo de ser español vencía cualquier diferencia entre los españoles de la ideología más dispar, que el pueblo español es bueno y generoso, y que la Guerra Civil última estuvo trufada de borrachera de ideologías extranjeras. Que el pueblo español sabe llegar a acuerdos porque sabe ponerse con una generosidad milenaria en la coyuntura de la otra parte, y ello hace que salgan acuerdos ventajosos para todas las partes. Este proceder lo hizo para algunos un poco “gitano” y tratante, pero su obra política fue tan colosal que sólo la podemos explicar como el milagro de una voluntad sometida a un sueño hermoso. Hoy algunos recordamos aquella época convulsa y peligrosa con melancolía; porque siendo peligrosa la nobleza de sentimientos que se veía en la gente no la hemos vuelto a ver. También entonces éramos más jóvenes y soñadores.

Fue un fundador, el padre fundador de un régimen nuevo, y era normal que, una vez consolidado el régimen, las diferencias ideológicas entre los distintos partidos y corrientes sociales comenzasen a emerger con aspereza. Como en todas las democracias. Entonces Adolfo ya nos sobraba, porque él fue un hombre de urgencia nacional, un revolucionario valiente que una vez triunfante su revolución debía retirarse. Así lo hizo.

Y hoy todo buen español está triste. El pueblo, su pueblo, lo supo calar bien, y ha dictaminado para siempre, para la Historia, que fue un hombre bueno y un gran español. Nos debería servir como referente y modelo de patriota bondadoso y respetuoso con las discrepancia.

En la muerte de Adolfo Suárez